“La realidad es mucho más rica y compleja y
tiene más matices que lo que un guionista
puede imaginar en su despacho”.
José Luis Guerín ha rodado cuatro películas en veinte años y ha obtenido siempre el reconocimiento de la crítica y premios selectos que han confirmado una sensibilidad especial en su relación con la cámara.
De su primer largometraje, Los motivos de Berta (1983), ha declarado que tuvo "un guión cerrado, un paisaje casi metafórico y que era una abstracción”. A partir de ahí, añade: “en cada película he dejado que la realidad haga el guión, adquiriendo más compromiso con lo que filmo”.
Tras esta película vinieron Innisfree (1990), un particular recorrido por la Irlanda de El hombre tranquilo de John Ford; y Tren de Sombras (1997), un viaje por el tiempo, turbador y enigmático.
Guerín ha dado clases de cine en la Universidad y es, precisamente, del encuentro entre los alumnos y la cámara que nace su último documento: “En Construcción es fruto del encuentro y la relación con un equipo necesariamente joven, necesariamente cómplice y necesariamente reducido. Varios meses antes de rodar nos reuníamos, veíamos películas y charlábamos sobre ellas. En torno a esas charlas se fueron gestando cuestiones del tipo: ¿Cómo filmaremos a las personas? ¿En qué situaciones? ¿A qué distancia? ¿Cómo extraer o capturar el momento revelador, bello, significativo...? ¿Cómo debemos relacionarnos con las personas que filmamos? Y también ¿cómo relacionar a esas personas con esas otras personas que serán los espectadores?
Este proceso necesitaba tiempo. Hoy no hay tiempo. Al dictado de la televisión, el tiempo es el gran becerro de oro".
ERICE&GUERÍN
– Guerín: «El documental se ha convertido en ese perezoso cajón de sastre donde se incluye todo ese mundo de escrituras que no es estrictamente cine de ficción. Incluso hay gente que cree que la diferencia esencial entre el cine de ficción y el documental es que los que se dedican a este último no trabajan, como si la realidad se dejase capturar así, por las buenas… Ahora todo lo incatalogable se denomina documental, pero creo que eso cambiará dentro de unos años, cuando aparezca otro pensamiento teórico».
– Erice: «A mí me parece que en el cine documental hay ficción, de la misma manera que en la ficción siempre hay un aspecto documental. Sin embargo, se acepta la convención según la cual una película es un documental cuando las personas que aparecen en las imágenes hacen y dicen cosas que no les han obligado a hacer, como ocurre en una ficción, y que generalmente no son actores. Pero yo no establecería diferencias entre uno y otra, porque creo que la ficción está en la mirada del que mira, que expresa una subjetividad. El cineasta se expresa a través de la forma que tiene de situarse con relación a lo que quiere fotografiar, en la manera de encuadrar, de contar. Y en ese sentido, desde sus orígenes, el cine y el documental han ido de la mano».
La ficción se agota
– Guerín: «En cualquier caso yo observo algo esperanzador, y es que ese caos, todavía por definir, que representa el mundo de escrituras de la no-ficción parece el único espacio que aún no está agotado. Todavía queda mucho por hacer. En cambio, el cine de género: la comedia, el negro y demás está totalmente agotado. Tuvo su esplendor en los años 30 o 40 pero se acabó».
– Erice: «Sí, pero quizá más que de la muerte del cine cabría hablar de que actualmente existen unas formas muy gastadas de ficción, y en ese sentido, el documental podría servir para nutrirlas de nuevo. Creo que el problema del cine de hoy es que los realizadores no se paran a observar, antes de hablar. En una ficción siempre partimos de una visión previa de las cosas: el cine moderno privilegia el rodaje y el montaje frente a otras fases de la realización. Yo, ahora mismo, me sitúo en una zona fronteriza de mestizaje entre ficción y documental. A partir de El sol del membrillo he realizado el viaje inverso. Haciendo esa película me sentí como los primeros cineastas, al margen del proceso industrial».
– Guerín: «En la mayoría de las películas de ahora, si hay pensamiento se circunscribe únicamente al guión, que ejerce un despotismo cruel. Se piensa en el guión, y después el rodaje y el montaje se ejecutan metódicamente, como algo ya previsto. No se deja nada al azar. En el cine industrial pensar es un tabú, más allá del guión. Por eso Chaplin es el mejor cineasta: porque al final de su vida se podía permitir el lujo de parar un rodaje para meterse en su roulotte y repensarlo todo de nuevo. Lo suyo era un work in progress en el que iba analizando la película en la medida en la que ésta se iba rodando, y si tenía que cambiar algo, incluso una actriz, se hacía, aunque supusiera un retraso. Ésa es la manera más natural de rodar».
– Erice: «Los cineastas que hoy en el mundo trabajan en una dimensión más interesante son los que hacen como si estuvieran en su propio taller, igual que los pintores. Pero para ello se deben afrontar proyectos en las condiciones menos costosas posibles. Hay que ser casi un misionero, desprenderse de todos los elementos innecesarios, huir de toda exhibición tecnológica y quedarse con lo esencial. A partir de ahí uno puede aproximarse al tiempo de los pintores o escritores».
Los peligros de la tecnología
– Guerín: «Pienso que las nuevas tecnologías han fomentado una serie de recursos gratuitos…»
– Erice: «Yo no concibo el cine más que como un medio de conocimiento, de conocer algo que no sé de antemano, es una experiencia total, una aventura en su sentido más radical. Hay autopistas, en las que todo está señalizado, y hay senderos, en los que lo verdaderamente importante no es tanto el viaje como la deriva. Son dos estrategias distintas que generan dos tipos de conocimiento diferente. Para mí el cine ha sido una forma de entrar en contacto con los demás, de tender puentes: el problema es que esa ribera a la que queremos llegar está ahora mismo ocupada por el enemigo».
– Guerín: «El cine ha avanzado a partir de sus carencias, por eso el cine norteamericano más interesante se encuentra en la Serie B. Rara vez las grandes producciones americanas han aportado algo interesante. En las Serie B se encontraban las figuras en conflicto con la industria: muchas veces tenían que trabajar con decorados incompletos, y eso les obligaba a aportar soluciones extraordinariamente creativas. La sugerencia, el poder de evocación se encuentran ahí. El conflicto incita el lado más creativo de los cineastas».
Masajes para el ojo
– Erice: «Ni siquiera un director como Spielberg mantiene una coherencia visual, el audiovisual es un magma estilístico, una contaminación que ha empobrecido el lenguaje. Lo que se ofrece es un masaje para el ojo. Las películas ahora van a morir a la televisión, que es un sumidero. El cine no existiría sin el apoyo financiero de las televisiones. El problema es que quienes las rigen son ejecutivos pendientes de la audiencia. Lo que convirtió al cine en el gran arte popular fue que los productores de Hollywood querían hacer dinero, pero también les gustaba el cine. En la actualidad eso ha cambiado: los que toman las decisiones son ejecutivos sin ningún interés, y los temas del cine vienen dados por la televisión».
– Guerín: «La puesta en escena en estos momentos es banal, muy aburrida. La tecnología debe estar al servicio del ser humano. La democratización a veces conduce a la vulgarización. La gente no conoce la memoria cinematográfica. Ahora cualquier chaval se siente capacitado para hacer un largo. Yo me encuentro con alumnos que me presentan videos "rompedores" en los que no entiendo nada. En literatura la gente sabe quién es Homero, pero en cine no hay esos referentes. No se enseña el cine de antes».
Un país sin tradición
– Erice: «El problema es que España no tiene tradición cinematográfica. El cine republicano desapareció con la Guerra Civil, y Buñuel tuvo que exiliarse. El cine español no ha pasado por la experiencia de la modernidad: no hemos tenido una Nouvelle Vague o un Neorrealismo».
– Guerín: «Ahora mismo es imposible hablar de nacionalidades en el cine».
– Erice: «En estos momentos no se puede aglutinar a nadie, ni siquiera para defender la llamada “excepción cultural”. Todo el mundo está pendiente de asegurarse su propia supervivencia. Vivimos unos tiempos muy duros, pero el cine sigue teniendo la tarea de resistir. El desarrollo tecnológico está permitiendo abrir fisuras en el cuerpo cinematográfico, inaugurando formas de creación que hasta ahora eran impensables. Pero siendo cierto que el acceso a las nuevas tecnologías abre posibilidades, hay que alertar sobre los peligros. Cada innovación conlleva un aspecto negativo si no se sabe usar».
– Guerín: «Dentro de esas formas de escritura diferente se inscribirían los trabajos de gente como Abbas Kiarostami, Pedro Costa…»
Industria vs. Arte
– Erice: «El problema es que la industria hace todo lo posible por codificar los campos y colocar todo intento de búsqueda, de aventura, en un gueto. A través de los géneros te dicen lo que se puede hacer, lo que es cine y lo que no. Cuando yo presenté El sol del membrillo a varios productores me dijeron que eso no era una película. El gran problema que tienen esos creadores que van contracorriente del cine industrial es la tremenda batalla que ahora mismo se está librando por el control de los medios de difusión. EE.UU. ejerce un dominio hegemónico, que tiene su correspondencia política. En la actualidad, la formación de masas planetarias se lleva a cabo a través de la televisión».
– Guerín: «La condición actual del cineasta es la soledad…»
– Erice: «Somos epígonos de algo en vías de desaparición, figuras residuales. Yo comparto el aire crepuscular de Godard cuando habla de la desaparición del cine. La gente joven tiene que buscar su camino».
pertenece al SEMINARIO “EL DOCUMENTAL: LA REALIDAD Y
SUS SIMULACROS”
La Coruña. 17 de octubre de 2003
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