
JEAN LUC GODARD
Usted llegó al cine a través de la crítica. ¿Qué le debe a la crítica?
-Todos en Cahiers nos considerábamos futuros directores. Frecuentar los cineclubs y la cinemateca ya era pensar cine y pensar en el cine. Ya escribir era hacer cine, porque entre escribir y rodar hay una diferencia cuantitativa, no cualitativa. El único crítico que lo ha sido completamente es André Bazin. Los otros, Sadoul, Balasz, Pasinetti, son historiadores o sociólogos, no críticos.
En cuanto crítico, ya me consideraba cineasta. Hoy me sigo considerando crítico y, en cierto sentido, lo soy todavía más que antes. En vez de hacer una crítica, hago un filme, expuesto a introducir en él la dimensión crítica. Me considero un ensayista. Hago ensayos en forma de novelas o novelas en forma de ensayos: sencillamente, los ruedo en lugar de escribirlos. Si el cine tuviera que desaparecer, pasaría a la televisión; y si la televisión tuviera que desaparecer, volvería al papel y al lápiz. Para mí, la continuidad entre todas las formas de expresión es muy grande. Todo forma un bloque. El asunto está en saber coger el bloque por el lado que más le conviene a uno.
También se puede llegar a cineasta sin pasar por la crítica. Para nosotros las cosas han sucedido de una forma, pero eso no es una regla. Ademas, Rivette, Rohmer, hacían películas en 16 mm. Pero si bien la crítica pudiera ser el primer escalón para una vocación, no quiere decir que sea un medio. Por ahí dicen: "¡Se han aprovechado de que eran críticos!". No. Pensábamos ya en cine, y a partir de un cierto momento hemos sentido la necesidad de profundizar.
La crítica nos ha enseñado a amar al mismo tiempo a Rouch y a Eisenstein. Le debemos el no excluir un aspecto del cine en nombre de otro aspecto del cine. Le debemos también el hacer las películas más distanciados. Sabemos que si una cosa está ya hecha, es inútil volverla a hacer. Un escritor joven que escriba hoy sabe que Molière y Shakespeare existen. Nosotros somos los primeros cineastas que saben que existe Griffith. Incluso Carné, Delluc, Clair, cuando hicieron sus primeras películas, no tenían ninguna formación crítica o histórica. Hasta Renoir tenía muy poca. Aunque es cierto que él tenía talento.
Este poso de cultura no existe más que en una parte de la nouvelle vague.
-Sí, en Cahiers, pero para mí esta fracción es el todo. Está el grupo de Cahiers (también nuestro tío Astruc, Kast, Leenhardt, éste algo aparte), al que hay que unir lo que podríamos llamar el frupo de la Rive Gauche (orilla izquierda del Sena): Resnais, Varda, Marker. También está Demy. Éstos tenían su propio bagaje cultural, pero no existen treinta y seis más. Los de Cahiers han sido el núcleo.
Dicen que ya no podemos escribir sobre los compañeros de profesión. Evidentemente, resulta difícil tomar café con cualquiera si esa tarde hay que escribir que ha hecho una película idiota; pero también ha existido en Cahiers lo que nos diferencia de los demás: la crítica elogiosa. Se habla de la película si ha gustado, si no gusta, nos ahorramos el destrozarla. No hay más que mantener este principio. Ahí está todo. Asi que, aunque hagamos películas, podemos decir que la película de un tipo es genial, por ejemplo, Adieu Philippine. Pero yo prefiero decirlo en otro sitio que no sea Cahiers, ya que lo importante es llevar a los profesionales hacia una nueva noción del cine. Prefiero, si tengo dinero, comprar una página en cualquier diario y hablar de Adieu Philippine. En Cahiers hay personas más cualificadas que yo para hacerlo.
Cahiers du Cinema, número 13, Nouvelle Vague.