De origen anglo-holandés, hija de la Baronesa Ella van Heenstra y Joseph Victor Henry
Ruston, un financiero irlandés. Vivió sus primeros años en Holanda, pero
tras el divorcio de sus padres en 1938 se trasladó a Londres. Allí estudiará
Danza y Arte Dramático en la Marie Rambert School. Con el estallido de la
Segunda Guerra Mundial junto cuando empezaba a destacar en el ballet, tuvo
que regresar a Holanda pero con el fin del conflicto vuelve a tierras
británicas donde comienza a trabajar como modelo y poco después como actriz
teatral.
Su primer contacto con el cine (1948) le sirvió para adquirir experiencia y
para poder presentarse con éxito en Broadway. Antes de triunfar en el
mercado norteamericano con la Paramount, rodó un mínimo de seis películas en
Inglaterra y ya en 1952 William Wyler le ofreció protagonizar la deliciosa
comedia Vacaciones en Roma cinta que la convirtió en una verdadera
estrella. Gracias a esta película obtuvo su primer Oscar como mejor actriz
y, lo que es más importante, conquistó al público americano por su belleza y
elegancia. Su largo currículum cinematográfico destaca por la calidad de
películas como ;Desayuno con diamantes (1961, de Blake Edwards), Charada
(1963, de Stanley Donen), Sola en la oscuridad (1967, de Terence Young), y
ya en un registro más dramático &Historia de una monja& (1959, de Fred
Zinneman).

Audrey Hepburn en Desayuno con Diamantes
Cantando Moon River de Mancini (Oscar)
En 1954 se casó con el actor Mel Ferrer, con quien tuvo a su hijo Sean, y
del que se divorció en 1968. Un año después volvió a casarse, esta vez con
el doctor Andrea Dotti, un matrimonio que duraría hasta 1976 y del que
nacería su segundo hijo Luca Andrea. Sus últimos años los pasó acompañada de
Robert Wolders. Estuvo nominada al Oscar como mejor actriz en cuatro
ocasiones más, por Sabrina en 1954, Historia de una monja en 1959,
Desayuno con diamantes en 1961 y por Sola en la oscuridad en 1967.
Precisamente sería esta última película la que la marcará de un modo u otro
su retirada de la gran pantalla a la que regresaría en 1976 para rodar junto
a Sean Connery Robin y Marian.
Pero no sólo serían los galardones norteamericanos los que formalizarán la
reconocida calidad de la dulce Audrey, de hecho en 1958 logró el premio a la
mejor actriz en el Festival de San Sebastián y el Bafta Británico en la
misma categoría por Historia de una monja(Repetiría este premio en 1963
por Charada.
Realmente desde que fue nombrada en 1988 embajadora de UNICEF,
Audrey Hepburn se dedicó por completo a su labor humanitaria (solo
hemos de recordar que la actriz viajó a Somalia poco tiempo antes de que le diagnosticaran
el cáncer de colon que acabó con su vida).
En 1993, meses
después de su muerte, la Academia de las Artes y Ciencias cinematográficas
de Hollywood le concedió un Oscar humanitario Jean Hersholt por su labor
como embajadora permanente de UNICEF. Ella aportó al cine un encanto nuevo;
sus ojos inmensos y sus largas piernas daban cuerpo a la elegancia y
esbeltez que esta actriz supo personificar sin problema alguno. Además
aportó, bajo su aparente fragilidad, una voluntad de hierro y una
inteligencia que le permitieron mantener el brillo y encanto de la juventud.
Pero sobre todo hizo algo que parecía imposible, supo, como mínimo, mantener
el prestigio del apellido Hepburn que a tan altas cotas había llevado la
inolvidable Katharine.