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Año 1932
Duración 83 minutos
País Estados Unidos
Dirección James Cruze (segmento "Death Cell"), H. Bruce Humberstone (segmento "The Forger"), Ernst Lubitsch (segmento "The Clerk"), Norman Z. McLeod (segmentos "China Shop" and "Road Hogs"), Stephen Roberts (segmentos "Violet" and "Grandma"), William A. Seiter (segmento "The Three Marines"), Norman Taurog (segmentos "Prologue" and "Epilogue"), Lothar Mendes (sin acreditar)
Guión Overflow
Música John Leipold
Fotografía Harry Fischbeck, Charles Edgar Schoenbaum, Gilbert Warrenton, Alvin Wyckoff (B&W)
Reparto Gary Cooper, Charles Laughton, George Raft, Jack Oakie, Richard Bennett, Charles Ruggles, Alison Skipworth, W.C. Fields, Mary Boland, Roscoe Karns, May Robson, Wynne Gibson, Gene Raymond, Frances Dee, Mary Boland, May Robson, Lucien Littlefield, Richard Bennett
Productora Paramount Pictures
Género y Crítica Comedia. Drama / Sinopsis: Un millonario que está a punto de morir decide repartir su fortuna entre personas desconocidas cuyos nombres saca de la guía telefónica. Los afortunados emplean el dinero de diferentes formas: el oficinista plantará cara a su jefe, la prostituta intentará cambiar su vida, etc.
Un filme compuesto por episodios en el que la Paramount empleó a sus mejores directores, James Cruze, H. Bruce Humberstone, Ernst Lubitsch, Norman Z. McLeod, Lothar Mendes, Stephen Roberts, William A. Seiter y Norman Taurog y a sus estrellas más relevantes como Charles Laugthon, Gary Cooper, George Raft, Jack Oakie o W. C. Fields. El mejor episodio es precisamente el dirigido por Lubitsch sobre la reacción de un oficinista al saberse repentinamente millonario, que interpreta Charles Laughton. (FILMAFFINITY)
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Filling copy paste de por ahí : Filasiete
El señor John Glidden, avaricioso y antipático millonario, está a punto de morir. Ante la cantidad de carroñeros que le rodean a la caza de parte de su fortuna, decide regalar un millón de dólares a personas elegidas al azar, a partir de una guía telefónica. Cada una de las historias de estas personas constituirá un capítulo de la película que la Paramount distribuyó entre sus más prestigiosos directores, tales como Bruce Humberstone, William A. Seitel, Norman Taurog, Lotear Mendel, James Cruze o Ernst Lubitsch, y que también contó con grandes estrellas como Gary Cooper, Jack Oakie o Charles Laughton.
Además de responder a la necesidad de evasión del público americano -en plena depresión- y ayudar a los espectadores a imaginar qué harían ellos con un millón de dólares, esta "película en capítulos" se inscribe dentro de una moda que se impuso en los años treinta para buscar nuevas formas cinematográficas. Si yo tuviera un millón es un compendio de los géneros más diversos, desde la cómica esposa del primer afortunado, que no se calla en ningún momento, hasta la triste situación de una anciana obligada a vivir en un asilo o la tensión que el espectador comparte con un falsificador que no encuentra quien le quiera cobrar el cheque.
Quizás el capítulo más destacable sea el realizado por Lubitsh, en el que un oficinista recibe un millón y se despide ante el jefe. En sólo tres minutos, y únicamente con la imagen -no hay diálogo- consigue expresar de una manera magistralmente cómica el sentimiento y la personalidad del protagonista. Una curiosidad: Lubitsh rodó dos finales diferentes, uno para la versión americana y otro para la inglesa, y es que tampoco en el humor hay dos países iguales.
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Y alguna jaculatoria más : CarlesRull
Nunca me he planteado seriamente el intento de dar una definición del arte cinematográfico, pero, sea lo que sea eso que llamamos cine, estoy absolutamente seguro que debemos buscarlo ante todo en las imágenes mudas, en aquellas imágenes liberadas, no sólo del manto del guión y del concepto, sino también del uso de estimulantes groseros. La imagen desnuda, cuando es ensamblada por el maestro cinematográfico con precisión musical, se torna un lenguaje que va directo al corazón. No requiere de intermediarios, simplemente nos absorbe, y mediante un especie de proceso alquímico, durante unos segundos, quizá incluso minutos si el encanto es poderoso, habitamos con mudo respeto esa cadena de acontecimientos que la pantalla, cual cuenta cuentos silencioso, nos ofrece con una generosidad sin par. Porque la imagen desnuda, más que cualquiera otra imagen –quizá a diferencia de la mayoría de imágenes-, se encuentra emparentada con la poesía: es un momento que no se agota, es un momento al que nos place volver en el futuro para, con curiosidad y afán renovados, disfrutar y aprender de sus fluyentes sutilezas.
Desafortunadamente, la historia del cine posee menos imágenes desnudas de las que uno desearía; aún así, estos momentos de cine en estado puro no son pocos, y uno de ellos, el segmento de Lubitsch de Si yo tuviera un millón, asunto de nuestro artículo, puede que sea uno de los más tiernos y luminosos.
Si yo tuviera un millón es un film de capítulos realizado por varios directores. Un multimillonarios excéntrico, harto de los carroñeros que se arremolinan a su alrededor esperando su muerte, decide repartir su fortuna al azar utilizando el listín telefónico. A cada uno de los afortunados le corresponde uno de los capítulos, perfilándose así la multiplicidad de situaciones, algunas amables, otras alegres y no pocas también trágicas, que desencadena el inesperado obsequio de un millón de dólares.
Todos los segmentos tienen su interés (especialmente el capítulo final del geriátrico), pero el de Lubitsch llama especialmente la atención al tratarse de una de las imágenes desnudas más penetrante que el cine ha llegado a ofrecernos. Ya en las primeras escenas, nos encontramos con un panorámica de una oficina inmensa donde, con precisión milimétrica, se alinean un número incontable de escribientes abstraídos en sus tareas tristes y mecánicas. Segundo a segundo, el ojo del espectador va siendo guiado hacia uno de los grises chupatintas, quien, con la misma parsimonia con la que realiza su trabajo (algo que nos induce a pensar en una larga y monótona vida sentado detrás de un escritorio) abre un sobre que un mozo ha dejado sobre su mesa. El sobre en cuestión contiene un talón de un millón de dólares, contiene la inesperada e inverosímil oportunidad de rehacer toda una vida de esperanzas e ilusiones frustradas. Pero nuestro viejo protagonista no se inmuta: relee la carta, se levanta, avanza por los pasillos de una mastodóntica compañía, sube y sube interminables escaleras, cruza el umbral de puertas y más puertas, cada vez más cerca de la cúspide, y al fin, cuando se planta frente al director del monstruo empresarial que le ha atado de por vida a una mesilla de despacho, sólo quiebra su calma y mansa indiferencia con una mueca simpática e infantil que deja al gran jefe sin habla.
Así de simple: mera imagen en movimiento, mera imagen desnuda y vibrante. Y todo ello con ese toque personal de Lubitsch, que hostil a pedanterías, complejidades y pesantezes, fluye en la superficie de las cosas sin ser banal; que reacio a grandes patetismos y profundidades, presenta la existencia humana desde la ligereza sin caer en la falsedad. Nada es demasiado serio, nada demasiado importante, si se percibe la silenciosa, muda, desnuda y fluida alegría de vivir.



(Al menos una captura de cada episodio creo)















DVDBitrate (8 es mucho, pero es igual, hay poca nitidez y eran 80 minutos el VOB, sale mal el gráfico)

Código: Seleccionar todo
Duración 01:20:00 (120,000 fr) - 25FPS . Tamaño 1120mb
Video Xvid 1.1 - Qf 0.25 - Bitrate 1792 - Resolución 608 x 464 (1.31:1)
Grayscale. Filtro MRestore del frame 73778 en adelante
Quantizer Medio 3.33 - Bframes 2 - Matriz MPEG.
Audio Ingles MP3 1.0 78kb/s - Español MP3 1.0 75kb/s
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