Los textos que siguen son extraídos de un artículo publcado en http://www.fueradecampo.cl/Articulos/cincopasos.htm
Confesiones de un caballo suicida (2002)Cinco pasos hacia el propio cine
por Udo Jacobsen
“Un alto en el espectador, un alto en la imagen: el cine ha entrado en su edad adulta. La esfera de lo visible dejó de estar totalmente visible: hay ausencias y huecos, cavidades necesarias y llenos superfluos, imágenes que faltarán siempre y miradas para siempre insuficientes. Espectáculo y espectador asumen sus responsabilidades”.
Serge Daney
No es difícil observar una profunda coherencia en el cine de José Luis Torrres Leiva (JLTL). Cinco cortometrajes de ficción, dos largometrajes documentales y un largometraje de ficción pronto a estrenar, dan muy buena cuenta de ello. Sin embargo, como sabemos, no basta la coherencia para ser aceptado por las mentes conformes de los espectadores, mucho menos cuando estamos hablando de un cine que toma riesgos… y muchos.
Aparte de Obreras saliendo de la fábrica (2005), los cortometrajes de JLTL son muy poco conocidos. Y quizás debieran conocerse más para completar el cuadro de un artista de este siglo que, sin lugar a dudas, representa parte de lo más arriesgado e interesante de un cine que quiere llamarse chileno. Sólo Confesiones de un caballo suicida (2002) se vio en la 10ª versión del Festival Internacional de Cortometrajes de Santiago, donde recibió una mención especial del jurado. Los restantes, No tengo nada que decir (2003), El mal (2004) y Los ojos abiertos (2004), completan el panorama de una breve pero intensa filmografía. De todos modos, cualquier conclusión que queramos extraer de los inicios de este realizador habrá de ser considerada una aproximación provisoria.


Confesiones de un caballo suicida es una suerte de collage que concientemente toma la forma de la fotonovela tal cual lo hiciera Chris Marker con La jetée (1962). Articulado sobre la base de textos y la vida de Diane Arbus, Jean Eustache, Robert Walser, Alejandra Pizarnik, Franz Kafka y Carmen Jung, va desplegando fotografías, mayormente en blanco y negro, de una mujer asediada por sus pensamientos en un cuarto casi vacío, pero pletórico de texturas. “Todo está pensado. Su historia no existe” dice una voz sobre el rostro de la mujer que nos observa directamente. Una voz, “La Voz”, es al mismo tiempo todas las voces. Un enunciador es a la vez el múltiple sujeto que nos lleva por este recorrido interno. A la fragmentación del discurso, la propia fragmentación de la materia sonora. Una sola voz, pero con diversas tonalidades, como asumiendo la multiplicidad del pensamiento en un giro que para nada está lejos de la esquizofrenia. Un tono grave, sordina interior que aparecerá nuevamente en Obreras…, abre y cierra el delirio del personaje. Un delirio que en definitiva se cuestiona su propia condición de personaje jalonado por las múltiples voces que JLTL hace tomar cuerpo en la única actriz.
En una mirada-escucha atenta, esa voz y esas imágenes se corresponden con las del encierro, tema predilecto del autor, en situación de inevitabilidad, aunque sus causas nos sean invisibles. Pero ese encierro exterior, vacío que produce ecos, no es más que el correlato de una cavidad interior. Primera clave: el encierro es un gran vacío donde las voces rebotan en sus paredes.
No tengo nada qué decir (2003)


Sobre este mismo encierro No tengo nada que decir, amplía las posibilidades expresivas del primer plano. Insiste en el blanco y negro, esta vez sin los matices en color que aparecen en la precedente. Es un film sobre el rostro y las manos. Nada más aparece en los planos, amén de lo que las manos manipulan (un cigarrillo, una taza de café y un teléfono, una vez más). La voz trata de convencerse de su propia felicidad. Lo hace frente a un espejo, como reflejo que no engaña. Pero esta vez la voz es exteriorizada por el propio personaje en su soledad, como si tratase de convencerse de su propia existencia a través de esa materialización. Pero lo que más patentemente materializa la existencia del personaje es su rostro, insistente en su cobertura del plano, conciente de su propia ficción.
¿Es el cine un reflejo? ¿Es la imagen invertida la verdad de los personajes? Nuevamente los enunciados fragmentarios, repetitivos esta vez, son un eco de la condición de la existencia. Voces, una sola voz. Lo único se multiplica. Un rostro, copando el campo visual. Segunda clave: el rostro es la presencia privilegiada de la existencia del personaje.
El mal (2004)


Esa multiplicación adquiere una dimensión distinta, más misteriosa y más inquietante en El mal. Primero, las nubes. Luego una pareja durmiendo observada desde un agudo picado. Las nubes pasan sobre ellos como un mal presagio. Él se da vuelta, abre sus ojos y la observa. Luego de meditar un rato las nubes vuelven a cubrir el plano. Nada más sencillo y nada más complejo a la vez que esos gestos sutiles del cotidiano.
El único ingreso a la subjetividad es la mirada del autor. Los personajes nada dicen, nada expresan más allá de lo que cualquiera podría expresar. Un fragmento de vida, uno mínimo. ¿Por qué tanta inquietud al observar lo que sucede todos los días? JLTL sabe que juega con nuestras expectativas. Lo sabe y nos permite (obliga) a construir la ausencia. Tercera clave: la ausencia es un vacío que se llena inevitablemente.
Obreras saliendo de la fábrica (2005)

Obreras saliendo de la fábrica se inicia con el plano de una chimenea que expele su vapor sobre el cielo (otra vez el cielo). Una obrera de edad siente una presión. Ese vacío interno que nos llena. Luego largos planos de las caminatas de las obreras. La salida, el viaje a la playa, el recuerdo (o la nostalgia). Aquello que pudo ser y no fue. Vislumbrado en una mirada, en un gesto leve, en el ruido de las olas que van y vienen.
Esta vez la ausencia es más inevitable, pero vuelve como una presencia escurridiza. Sobre la sutileza de un acto cotidiano el autor ha construido su discurso. Ya no hacen falta voces, el mundo se ha vuelto mudo, pero exasperantemente elocuente. Cuarta clave: el silencio es ruidoso.
(Uso aquí el link proporcionado por rrreeevvv en el hilo que habrió hace un tiempo: viewtopic.php?f=1015&t=57337&p=719419&h ... va#p719419
Los ojos abiertos (2004)


Los ojos abiertos parece un desvío, pero es en el fondo la palabra disgregada que bordea la verdad. Con la apertura de un paisaje donde las puntas, el flujo furioso del río y las nubes que pasan, lo que nos queda por delante es una confesión. Si no fuese por el plano de dos manos arropando la llama de una vela, diríamos que sólo se trata del testimonio de una infanticida. ¿Qué hay en esa imagen que nos evoca el amor y la protección? Una vez más el rostro, pero esta vez hablándole a cámara, al espectador. La incomodidad como estrategia para el enfrentamiento de los propios fantasmas, los arquetípicos y los históricos. El ser individual es al mismo tiempo el colectivo. Entre la rabia contenida, la culpa distante, el arrepentimiento, una vez más la locura como refugio contra el mundo.
Nada del discurso de esa mujer con un cigarrillo en la mano, que habla entrecortadamente y describe con meticulosidad el asesinato de sus hijos, cual Medea, hace que podamos soslayar la parábola política del cortometraje. Quinta clave: la paradoja es un arma para la redención.