El cine como memoria de un tiempo que se nos va

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pepe0008
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El cine como memoria de un tiempo que se nos va

Mensaje por pepe0008 » Dom 27 Abr, 2008 16:05

Me voy a marcar un post corto y sentimental, donde postulo (casi como su única gracia redentora) un valor del cine que va más allá de los valores considerados tradicionales de este arte.

Cada vez más, lo que más me gusta del cine es su faceta de documento. Y no me refiero al cine documental, sino al valor como documento histórico de todo cine y especialmente el de ficción (que precisamente por documentar de modo inconsciente, lo hace sin engaño). Por supuesto, este valor "como documento" es mucho mayor en aquel cine de ficción cuyas historias ocurren contemporáneas al momento del rodaje, y es prácticamente inexistente en las recreaciones de época o en las películas de ciencia-ficción (que sólo documentan, respectivamente, cómo en un momento dado, o desde una óptica dada, se imagina que fue el pasado --véanse por ejemplo las diferencias entre "King of Kings" de Nicholas Ray y "Il vangelo secondo Matteo" de Pasolini, ambas rodadas en la década de los 60--; o cómo en un momento dado se imagina que será el futuro --"Metropolis" vs "Blade Runner"--).

Si bien el valor documental de las recreaciones históricas y de la ciencia ficción no carece de interés, no son documentos históricos "de primera mano", pues documentan "ideas acerca de algo" que en un momento dado se tuvieron, pero nunca documentan (les es imposible) de modo fidedigno ni ese "algo" ni "el momento dado", sencillamente porque no fueron testigos de ello.

Así pues, de lo que quiero hablar, es de que cada vez más lo que más valoro del cine de ficción, es su valor como documento de la época en que se rodó. Con esto me estoy refiriendo, sí, a cuando en una película de Marisol aparece un sereno, o cuando en una película de los años cuarenta aparece un aguador, o cuando en una película de los años ochenta aparece una taquillera del Metro o un revisor de Renfe. O los taxis negros de Madrid. O al seguimiento que se puede hacer de la urbanización del Madrid periférico rastreando las películas de los años 60 y 70. Son películas malas, con guiones plagados de ideas trasnochadas, a veces disparatadas... Pero como documentos son perlas que comprimen la vida, la arquitectura, los diseños, el tráfico, las costumbres de aquellos años. Y eso, cada vez más, es lo que más me interesa del cine.

Soy consciente de que no estoy hablando de nada nuevo. Estoy hablando de costumbrismo. Mas no de un costumbrismo a quemarropa consciente de sí mismo, que se exprime hasta quedar seco y vacío de verdad; sino del costumbrismo que inconscientemente impregna la película, del que se desliza de modo subrepticio dentro de la película y allí toma asiento de modo desapercibido para sus realizadores, y, allí, permanece camuflado hasta que el paso del tiempo, el variar de las costumbres y los paisajes, lo revela como auténtica perla natural, capaz de elevar el más vergonzante bodrio cinematográfico a la categoría de pieza documental valiosísima de un tiempo pasado.

Lo apreciable de este valor histórico-documental es que, al pasar a formar parte de la película de modo "accidental" y no premeditado, escapa a la manipulación (todo arte es manipulación) de los autores, y por tanto late en estado natural, y rezuma verdad.

Y eso es lo que, últimamente, más aprecio en todo el cine de ficción que veo; y cada vez menos me interesan las piruetas fotográficas de la luz, el desarrollo de personajes anodinos convertidos en dioses, y ya me cansan los simbolismos metafórico-cerebrales de autores que parecen sólo fuegos artificiales, humo vano y aparato circense. Lo que equivale, en cierto modo, a decir que últimamente lo que más aprecio de las películas es lo que está en ellas ajeno a la voluntad expresa de su creador.