Director: Martin Gabel
Reparto: Robert Cummings, Susan Hayward, Agnes Moorehead, Joan Lorring, John Archer, Eduardo Ciannelli, Frank Puglia
Fotografía: Hal Mohr
Música: Daniele Amfitheatrof
En los últimos tiempos tengo cierta curiosidad por saber cual puede haber sido la causa de que algunas extraordinarias obras de cine no pasasen de esa simple, mera y única opera prima en el caso de algunos realizadores (normalmente y curiosamente a la par también actores)
Películas como La noche del cazador, de Charles Laughton (obra maestra), One-Eyed Jacks, de Marlon Brando (gran película por cierto, aunque irregular) y esta extraordinaria The lost moment, del también actor Martin Gabel no pasaron de ser el primero y único encuentro de sus creadores con el mundo de la dirección cinematográfica.
El por qué estas películas no tuvieron aceptación entre el público, americano sobre todo, sería largo de debatir (aunque viendo como valoran en IMDB algunas obras maestras, o casi, como El horrible secreto del Dr Hichcock de Riccardo Freda, Once Upon a Honeymoon de McCarey, White zombie de Halperin o la propia Sobrenatural, del mismo… y como lo hacen con algunas películas de directores menos creativos como Sam Wood, Clarence Brown, Jack Comway o Richard Thorpe…(y que conste que son directores que ya lo he expresado alguna vez, tienen cosas interesantes y algunas importantes películas) es para echarse a temblar (The lost moment, sin embargo, tiene una calificación de un 7,2 en IMDB, lo acabo de ver)
Martin Gabel fue un actor secundario (aunque viendo The lost moment intuyo que también una persona inteligente, profundamente interesado por el mundo de la cultura y el arte). Entre sus interpretaciones secundarias destaca el papel de doctor en Fourteen hours, de Hathaway, o su papel de jefe de ese grupo de delincuencia en el “M” de Joseph Losey, o en la excelente Deadline U.S.A. de Richard Brooks…hasta encontrarlo en la delirante The front page de Billy Wilder (en el papel del psicoanalista Dr. Egellhofer), pasando por el papel del Sr. Strutt de Marnie…. ¿Lo recuerdan?
The lost moment es una adaptación de un relato (excelente relato) de Henry James, Los papeles de Aspern (se dice que la figura de Jeffrey Aspern está basada o inspirada en la del poeta romántico inglés Percy Shelley).
No hace falta decir que Henry James es uno de esos grandes escritores que han dejado su huella para siempre en la literatura a través de obras como Washington Square, Otra vuelta de tuerca, Los bostonianos, El altar de los muertos, Los embajadores… (algunos de ellos llevados al cine)
Dotado de un brillante estilo narrativo, de extraordinaria y cuidada forma al describir los estados del animo o psicológicos de sus personajes, mostrando una gran capacidad para recrear o manifestar en sus escritos un gran conocimiento de las pasiones humanas, ese engranaje que siempre teje en torno a sus personajes, o esa forma de retratar, recrear ambientes….
Todo eso está en el libro, pero para mi también está en la película, perfectamente asimilado, todo ello, por el director Martin Gabel. La importancia de fijar, casi detener el tiempo, de casi fotografiar pictoricamente esos viejos palacios venecianos, de crear esa sensación de atemporalidad (que tan bien supo también plasmar Dieterle en Portrait of Jennie) están presentes en The lost moment.
Pero, detengámonos en algún que otro pasaje del libro de James para vivir con el personaje, principal, el narrador, esas descripciones de viejos o vetustos palacios, plagado de detallismo, esa expresión del paso de la historia, del pasado, esa sensación de que en ellos el tiempo no existe, con ese trasfondo siempre omnipresente de las góndolas, símbolo de la ciudad de los canales, o ese sentimiento de un extraño al penetrar dentro de uno de ellos:
“La góndola se había detenido; allí estaba el viejo palacio. Era uno de esos edificios que en Venecia reciben ese pomposo nombre, aunque estén en completa ruina.
-¡Qué encantador! ¡Es gris y rosa! –exclamó mi acompañante.
Por lo sencilla, su descripción me pareció la más comprensible. No era excepcionalmente antiguo; acaso no datará más de dos o tres siglos. Y su apariencia no era tanto de desolación como de completo abandono; algo así como si hubiera equivocado su destino. Pero su amplia fachada, con un balcón de piedra corrido de uno a otro extremo del piano nobile, o piso principal, era de un magnífico estilo arquitectónico, con el añadido de varias pilastras y arcos; el estuco, con que de vez en cuando fuera remozado muchísimo tiempo atrás, mostraba un tinte rosáceo, desvaído, en aquella tarde de un dia de Abril. Desde su emplazamiento dominaba el canal, límpido, melancólico y un tanto solitario a cada una de cuyas orillas se hallaba una angosta riva o paso para peatones”
“Subí las escaleras y me hallé en la sala. Mi cicerone se esfumó rápidamente por el último extremo del vasto salón, introduciéndome en inescrutables regiones, mientras yo contemplaba el lugar, con el corazón latiéndome como no creo que lo hubiera hecho en el consultorio del dentista. Aquello ofrecía una deslumbrante grandeza, pero debía casi todo su carácter a sus líneas severas y a la fina arquitectura de sus puertas, tan altas como las de la fachada principal, que, conduciendo a las distintas habitaciones repetíanse a intervalos a uno y otro lado. Estaban coronadas por antiguos escudos de desvaídos colores y en los espacios entre ellas, colgaban, aquí y allá, algunos cuadros de tonos pardos…”
“Otra vez volvieron a mi mente, casi con las emociones que ello me provocaba, los distintos estados que marcaban en mi conciencia la idea de que, al cerrarse la puerta de la habitación detrás de mí, yo me encontraba, en realidad, frente a frente a la Juliana que había inspirada algunas de las más exquisitas y famosas composiciones líricas de Aspern”
Recientemente el Instituto Alicantino Juan Gil-Albert ha publicado un interesante libro: Proyecciones desde el olvido (con un total de 125 películas analizadas, con un sinfín de ideas, interpretaciones, lecturas cinematográficas de películas normalmente poco vistas o conocidas), su autor, Juan Carlos Vizcaíno (con el que he tenido la suerte de departir, sobre cine, largo y tendido a través de su blog en Internet: http://thecinema.blogia.com y a través o vía e-mail… lo cual me ha servido para conocer un poco a alguien que sabe de cine muy mucho), hace un estudio de esta película.
Dentro de su estupendo análisis, Juan Carlos dice:
“Merecedora de su consideración como una de las cimas del cine fantástico norteamericano en los años cuarenta, el film de Gabel jamás se ha visto ni siquiera reconocido o mencionado…”
“Pero he aquí que con THE LOST MOMENT encontramos una de las mayores singularidades jamás ofrecidas por el cine clásico, y pesa a ser una modesta producción de la Universal –ese gran hombre de cine que fue Walter Wanger ejerció como productor-, al tiempo que su personalidad propia está plenamente ligada a un determinado cine fantástico vigente en aquellos años –PORTRAIT OF JENNIE, THE GHOST AND MRS MUIR-. Películas que expresaban en un contexto de posguerra una visión de la muerte y lo desconocido caracterizada por su amabilidad y lindamiento con el romanticismo…”
“La belleza de sus fotogramas se hace extensiva a muchas de sus secuencias. Una atenta revisitación de las mismas se haría extensísima y casi obligaría a un estudio riguroso, pero me permitiré evocar alguna de ellas. Así pués, citaré el crescendo que culmina en el primer encuentro de Venable con la encarnación joven de Juliana en el cuerpo de Tina –la secuencia está admirablemente ejecutada y revestida de un hermoso y evocador fondo musical-. Habría que destacar igualmente todas las secuencias que unen a Lewis con la anciana –una implecable performance de una maquilladísima Agnes Moorehead, caracterizada por la amable tonalidad de su envejecida voz-, pero no puedo dejar de mencionar el intento frustrado del editor de alcanzar las cartas que se esconden dentro de una artística caja. Tal deseo es frustrado, en pleno frenesí fantastique, con la irrupción de un pequeño pájaro que muere al penetrar en la estancia –un detalla magnífico que llega a maravillar por lo inesperado…”
“Belleza tardía y marchita es la que proporcionan esos cortinajes que aíslan las estancias de la luz del sol, belleza del pasado la del anillo que luce la anciana Juliana en su mano casi esquelética, belleza en el peso de un ayer ya caduco en unas dependencias llenas de candelabros, libros, objetos decorativos y esculturas que, por momentos, parecen cobrar vida propia –ese busto helénico que se muestra en ocasiones-. Una mansión que está llena de recovecos, largos pasillos e intrínsecas escaleras…”
En el número 279 de la revista Dirigido Por, una vez más Jose María Latorre, hacía un pequeño y fenomenal estudio de esta película, en su sección de críticas de películas exhibidas en televisión (donde también aparecía un excelente artículo de la extraordinaria Cita en Honduras de Jacques Tourneur). Entre otras cosas, Latorre cita lo siguiente:
“Inspirándose en el bellísimo relato de Henry James “Los papeles de Aspern”, Martin Gabel…ofrece con The Lost Moment una deliciosa feerie sobre la fascinación por el arte, el paso del tiempo y los deslizamientos oníricos de pasado a presente que no habrían desdeñado firmar el Dieterle de Portrait of Jenny ni el Lewin de The Picture of Dorian Gray. Los grandes aciertos de la película están en la atmósfera y en la habilidad del realizador para diluir barreras temporales y crear un ambiente de ensoñación en el que todo es –y así lo parece- posible, en una Venecia oscura e irreal de cartón-piedra heredera de las pesadillas del cine de la República de Weimar. la cámara se pasea con elegancia por los pasillos, las escaleras y los salones del viejo palacio, en el que por el día se corren las cortinas para impedir que los rayos del sol penetren en las habitaciones –unas cargadas de recuerdos, otras vacías o con los muebles cubiertos por sábanas polvorientas como viejos sudarios-, en una de las cuales languidece Juliana, que parece embalsamada en un sillón tan decrépito como ella…”
“Los envolventes, acariciadores –y, en ocasiones, casi musicales- movimientos de la cámara cumplen el objetivo de crear una atmósfera irreal que va atrayendo progresivamente a Lewis, quien, llegado cierto momento, ya se siento incapaz de separar el sueño y la realidad, el pasado del presente…”
“El primer movimiento de cámara, desde las aguas de un canal veneciano hasta Lewis, que espera en tierra, sugiere la atmósfera de sueño e irrealidad que distingue a la película: las aguas parecen atraer al editor hacia la naturaleza secreta de una ciudad que vive, como él, con el peso del pasado…”
La película es un prodigio de belleza y sensibilidad. Ya en los primeros planos, con ese travelling de acercamiento a la rosa marchita en el libro, se marca esa idea del tiempo o la vida casi embalsamada, detenida (metáfora que también supo plasmar Albert Lewin en la extraordinaria The Picture of Dorian Gray en la secuencia en la que Lord Henry –George Sanders- atrapa y fija la mariposa a modo de trofeo.. la vida se para, pero la mariposa sigue ahí, como si algo se hubiera detenido, esa idea de parar el tiempo que luego es el leimotiv de toda la película representado en el retrato y la figura de Dorian), ese juego entre el pasado y el presente, que nos hace penetrar en otro mundo mediante un flashback (toda la película en si lo es) Un canal veneciano (es allí donde claramente se desarrollará la acción) y la figura de Lewis Venable (Robert Cummings) proyectan dos de los temas de la misma, el escenario y el protagonista que a través de varios planos conjugados con la voz en off nos manifiesta ese anhelo oculto que va a regir la búsqueda del personaje, y a través de ello el pasado sobre el pasado (todo en la película está marcado por ese pasado, ya desde el flashback inicial, o esa sensación de atmósfera que se respira a lo largo de la película, atmósfera muchas veces rancia, muerta, o los comentarios en off de Venable, casi mostrando su adoración y asombro hacia todo lo que está viviendo y que se relaciona con las figuras de Juliana y el poeta Jeffrey Aston…). Esa primera aparición del personaje de Tina (Susan Hayward), altiva, soberbia… cuya figura casi se recorta sobre el fondo. O la forma de expresarse que tiene Cummings al describir ese “nuevo mundo”, donde habita el pasado, en el que ha penetrado: “pero entonces me acordé de las cartas, la puerta del presente se cerró a mis espaldas” o “esta era la divina Juliana de los poemas de Aston, una anciana cadavérica”.
Extraordinaria secuencia la del primer encuentro entre Lewis y la anciana Juliana –la cámara se mueve rápida, fugazmente, buscando… hasta detenerse en la mano cadavérica, casi momificada, de la anciana Bordereau que siempre aparece de espaldas (apenas se ve su mano salvo un par de insertos) como negando prácticamente lo real, la posibilidad de que una persona de esa edad permanezca aún viva, como bien expresa también el personaje de Cummings recurriendo de nuevo a la voz en off, siendo la voz de esta que aparecen claramente presente en la charla, es apenas la única manifestación de vida de Juliana…
Los movimientos de cámara son delicados, envolventes, acompañando a los personajes y creando una extraña sensación de irrealidad, parece que estos “flotan en el ambiente”. Movimientos de cámara, toda la planificación de las secuencias, la escenografía, la sensación de atmósfera (la excelente fotografía de Lee Garmes es un elemento más que potencia todo esto)… recalca o reincide en la misma idea; en el fondo todo va sobre lo mismo.
Personalmente creo que hay más sensación, mas pinceladas de “fantastique” en esta película que en tantas y tantas muestras que el cine actual acompaña con una extraordinaria caterva de efectos especiales y movimientos de cámara sin sentido….






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