Hace ya algunas fechas, mi querido compañero Bruce Banner me preguntó por uno de sus títulos, el que falta por ver, ya que los otros tres son fáciles de conseguir (y los otros dos, por otra parte, imposibles, ya hablaré de ellos). Por eso hoy me decido a poner ese cuarto título del director de El retrato de Dorian Gray.
Autor de tan sólo seis películas, sobre el tampoco se ha escrito apenas nada, sobre todo en lengua castellana (y parece que prácticamente casi nada en lengua inglesa).
De su obra, solo se han visto 4 títulos en España, quedando totalmente en el olvido, absolutamente desconocidos, y nunca estrenados, Saadia y The living idol.
Pero en el año 1984, paliando un poco ese olvido, la revista Dirigido Por, a través de uno de sus grandes críticos, Antonio Castro, intentó definir la figura de este enigmático personaje, abordando su personalidad y su obra (en este caso Antonio Castro solo pudo escribir sobre The Picture of Dorian Gray, The private affaire of Bel Ami y Pandora and the Flying Dutchman).
Sería quizás innecesario decir que el estudio, no por incompleto, es espléndido (también son maravillosas muchas obras incompletas en la historia del Arte como El sepulcro de Julio II, La piedad Rondanini, las dos de Miguel Angel, Tiempo de destrucción, de Luis Martín Santos…), ejemplar en su concepción y localización de datos, impresionante a la hora de hacer una lectura de la obra (parcial) de Lewin.
En dicho estudio faltaba The moon and the sixpence, ese maravilloso estudio, grandiosa opera prima de Lewin, sobre la figura del pintor Gaughin (lectura que parte de la novela del gran escritor británico William Somerset Maughan, cuya novela mas famosa, probablemente, The razor´s edge (El filo de la navaja) fue llevada de forma soberbia al cine por Edmund Goulding. Otras obras de Maughan trasplantadas a la pantalla, fueron Of Human Bondage, El velo pintado, Lluvia, Luz en el alma o El agente secreto, que no confundir con la obra de Joseph Conrad…) y su excéntrica o extraña personalidad.
Como bien abordó Antonio Castro en el número 120 de la revista Dirigido, Lewin fue considerado por una determinada corriente crítica, encabezada por Andrew Sarris (uno de los personajes que tan pronto ensalzó a directores de poca enjundia como destrozó a otros grandes creadores, como dice Castro refiriéndose a Sarris: “triste epígono de los Cahiers”
Antonio Castro también da algunas pistas de la personalidad de Lewin al afirmar y contradecir algunos terminos empleados por Sarris:
“Efectivamente, Lewin era un apasionado de la pintura, especialmente surrealista e impresionista y tenía una excelente colección privada de Max Ernst, Delvaux, Dalí, Leonore Carrington, Magritte, Man Rayo o Dorothea Tanning. Conocía o ofrecuentaba… a Duhamel, Breton, Eluard y los hermanos Prevert…”
Por lo dicho, parece ser que se trataba de un personaje con una extraordinaria cultura artística y literaria, un verdadero intelectual (porque también era escritor y curiosamente, asimismo, productor de cine…). Pero sobre esto habla de nuevo Castro:
“Si por extraño personaje entendemos un alto ejecutivo de la Metro que empezó como guionista, que más tarde fue la mano derecha de Irving Thalberg, el universitario, de extraordinaria cultura, admirador de la novela del XIX, es muy posible que estemos de acuerdo en que Albert Lewin era un extraño personaje”
“Jean Renoir, que fue amigo de Lewin…escribía: “Alber Lewin era productor de la Metro y estaba espiritualmente tan alejado de esta firma…como lo estaba de la corte de China. Deslumbraba a sus ciudadanos con sus títulos universitarios… Produjo films de belleza innegable… Adoraba el cine y tenía un estilo muy peculiar, que otorgaba al diálogo una importancia primordial”
Sin embargo, el cine de Lewin no era solo diálogo o preponderancia de lo literario sobre lo cinematográfico (como si ocurre en cierta forma en algunas de las obras de Joseph L Manckiewicz). Su cine se basa muchas veces en la metáfora, siendo uno de los máximos exponentes de la sugerencia a través de objetos, planos… creando verdaderas bellezas en cuanto a composición y movimientos de cámara, proyectando esa cultura a través de citas, objetos que denotan algún tipo de suceso venidero, la inexorabilidad del destino reflejado en un cuadro, un barco misterioso, una mirada de muerte, … o la muerte como redención… objetos inanimados que entrando en contacto con algún personaje marcan el futuro devenir. Todo en su cine parece estudiado, los retratos de personajes son ejemplares, en su mayoría de una complejidad total, de una humanidad como pocas veces se ha localizado en toda la historia del cine americano, dotando a sus películas de una espiritualidad, una sensibilidad y un lirismo fuera de lo común, pero también muchas veces marcado, todo ello, por citas literarias (no es casual que tanto Pandora como El retrato empiezan con sendos poemas extraidos de los Rubaiyait, de Omar Khayyan), o que frecuentemente algunos personajes proyecten frases que actúan a modo de losas sepulcrales sobre el pensamiento del personaje principal de turno, o como verdadera catarsis en su evolución final.
Como creo nunca lleguemos a ver sus dos últimas películas (porque me aventuro a pensar que deben de ser de difícil distribución y las plataformas digitales o distribuidoras de DVD tampoco estarían por la labor de lanzar al mercado dos títulos tan “extraños”, sobre todo, por lo que parece, el último, si bien, creo que en el fondo habría una gran cantidad de cinéfilos que estarían interesados en conocer al menos esas dos películas totalmente desconocidas, y seguro que en las revistas especializadas de cine las iban a abordar a conciencia), solo conozco una brevísima reseña sobre Saadia, la que escribió el gran cinéfilo español Terenci Moix, en uno de sus estudios sobre actores, en este caso Cornel Wilde, el protagonista de aquella: “para la misma producción fue una especie de líder marroquí en una aventura orientalista cuyos otros intérpretes –Rita Gam y Mel Ferrer- eran poco importantes para garantizar el éxito multitudinario del producto” y que de la escasa participación a nivel de opinión o votos (solo 16 votos) en el portal IMDB sacamos una votación promedio de un 4,7 (si bien The living Idol obtiene un 7,3). De todas formas, tengo mi opinión particular sobre este tipo de votaciones y la credibilidad de las mismas, ya que hay obras del simplemente correcto Sam Word votadas (por poner un ejemplo) con 7,4, o 7,5 y a Pandora se la valora solo con un 6,8. Verlo para creerlo.
Ficha Técnica:
Soberbia (1942)
Director: Albert Lewin
Intérpretes: George Sanders, Herbert Marshall, Doris Dudley, Eric Blore, Albert Basserman, Florence Bates, Seven Geray, Elena Verdugo
Fotografía: John F Seitz
Música: Dimitri Tiomkin
Como productor asociado aparece la figura de otro de los hombres más liberales de la industria de Hollywood, el productor y director Stanley Kramer.
Pongo también el audio en castellano ante la posibilidad milagrosa de que aparezca una VO y en vistas a que mi copia no es que sea de gran calidad que digamos





