
Pero entre este reconocimiento que se hada dado al nuevo cine de Irán hay un nombre que permanece oculto y que es sin embargo uno de los estandartes más valiosos de este joven movimiento cinematográfico. Se trata de Mohsen Makhmalbaf. Un hombre de esos que uno se podría encontrar en la calle tomando un helado o comprando flores si uno viviera en un barrio popular de Teherán. Este polifacético espécimen de nuestra especie ha sido: militante político-religioso radical, escritor, director de teatro y también director de cine. En este último campo ha producido cerca de 15 largometrajes en los que ha quedado plasmada la multiplicidad de su ser. Su cine es artesanal, una obra hecha a mano. Sus películas son de bajísimo presupuesto, con pocas personas en la producción, con los mínimos recursos técnicos que el cine permite; es decir, es un independiente. Pero esta palabra, desgastada por algunos jóvenes norteamericanos que juegan fuera de pulpo Hollywood, tiene una significación definitiva para Makhmalbaf.
Ser independiente en Irán es tener a todo el mundo en contra: al gobierno y su minuciosa censura religiosa, a la oportunista oposición política, al pentágono y la cia que constantemente buscan enemigos para justificar su inútil existencia. Llevadas las cosas a este punto, una película Iraní no puede hablar directamente de cualquier tema so pena de ser vetada por el gobierno, rechazada por la gente o prohibida en los EEUU. Es por esto que la obra de Makhmalbaf, Kiarostami y sus coterráneos resulta en extremo valiente y creativa. Porque han usado al cine como una manera de comunicarnos asuntos vitales sobre nuestra estancia como humanos independientemente de nuestra filiación religiosa o posición geográfica. En Makhmalbaf el cine es un acto de desesperación comunicativa, la única manera de salir del autismo. Usa al cine como el puente posible para comunicarse con el otro, su única para manera para llegara hasta él, hasta nosotros.
Por eso no necesita sino una cámara y un grupo de amigos para contar su historias: como militante político en Boycott, para hablar de las huellas profundas de la guerra en Marriage of the blessed, para reflejar el dolor de la impotencia y el valor de la dignidad en The cyclist, para mostrar las contradicciones de la fama en The actor y para contar una historia de amor por medio de tapetes persas en Gabbeh. Brevísimo y quizá inútil resumen de su filmografía que lo único que quiere es mostrar la diversidad de una obra, fundida con su propia vida y con la de su país, en lo que podríamos denominar el realismo de lo subjetivo. El mundo de lo real pasado por el filtro del imaginario de una persona sencilla que ve la vida de un forma simple y radicalmente digna. El cine como una reivindicación de lo humano a partir de la vida cotidiana, de lo excepcional de los seres cotidianos; el cine como un acto de sinceridad con la realidad, como la devastación de la mentira por medio de imágenes de ficción que delatan lo real.

Significa más el cine iraní por lo que oculta que por lo que muestra. En medio de la marea de imágenes del cine y la televisión comerciales, al máximo elaboradas, procesadas para que ignoremos lo real, para crearnos una realidad ajena a nuestra propia vida; el cine iraní, Makhmalbaf, Kiarostami, Samira y los otros que no conocemos, quitan, recortan, eliminan, en una búsqueda intensa por despojar al cine de lo accesorio, en busca de que pueda contar lo real, lo real de cada uno y de los otros, masturbar en el cine esa parte de la intimidad de cada ser humano que nos enlaza a lo otro, usar al cine como una señal primaria, como una clave morse, como el primer dibujo de un niño, usarlo para hacer silencio, para dejar de ver. De otras cosas habla Close-up, The actor, Marriage of the blessed, cosas que no se muestran, cosas que algunos espectadores ignoran, las cosas que las justifican como cine. Diálogo secreto que escapa de la censura oficial y que penetra nuestra sensibilidad violándola, escurriéndola, alterando nuestra realidad para demostrarnos que es falsa, ilusoria, prescindible y que podemos llegar, si queremos, si sabemos dejar de ver, a esa realidad verdadera, a nuestra propia realidad. Sin embargo aparecen Kiarostami al final de Taste of cherry y Makhmalbaf en Close-up, demostrándonos que todo era ficción, actuación, cámaras, cine. Como si eso nos devolviera la tranquilidad, como si eso nos retornara a la realidad. Como si una película de cine sólo fuera una película de cine.
"De este modo, puede que no leamos nada preciso, nada identificable, nada definido, como si cada uno de los meandros se nos revelara de repente tras una mirada, un encogimiento de hombros, sin réplica posible, sin palabras para fabricarlas, pero experimentando a la vez la sensación de lo verdadero." Jean Claude Carriere. La película que no se ve
