Completa y compartiendo.
Vuelvo a poner un texto escaneado de "La Golosina Visual", de Ignacio Ramonet. Es un texto que habla sobre la película y que ciertamente no tiene desperdicio.
quote:<div align="justify">Una película ejemplar, con valor de matriz, habría de desencadenar el movimiento: La aventura del Poseidón, de Ronald Neame, estrenada en Nueva York en diciembre de 1972. De producción discreta y lanzada al mercado sin mucha publicidad para sondear la opinión, su éxito extraordinario desbordó todas las previsiones y sorprendió a los profesionales del cine; revela, en el seno del público, una mal saciada demanda de ficciones de crisis. Desde ese mismo instante, Hollywood, enganchándose a la locomotora Poseidón, procurará satisfacer dicha demanda y salvar simultáneamente la producción cinematográfica, según reconocía Emile Buyse, director de relaciones internacionales de la 20th Century Fox, al declarar: «La recuperación del cine norteamericano se inicia con La aventura del Poseidón, película que ha resultado muy provechosa para el público».
¿Qué provecho es ése? Si queremos definirlo, debemos recordar el guión de esa obra: un paquebote llamado Poseidón, procedente de Estados Unidos y cruzando el Mediterráneo con rumbo a Grecia, sufre el embate de una ola gigantesca que lo vuelca completamente; casi todos los pasajeros perecen en la catástrofe, al salir expelidos contra los techos, pero hay un grupito de supervivientes que se organiza en torno a un policía y un sacerdote y que, siguiendo las bolsas de aire, asciende penosamente hacia la parte del casco donde se halla la hélice con esperanzas de encontrar una salida; acabarán salvándose gracias a la intervención de un helicóptero de la Marina.
Esta anécdota, tan sencilla, expresa en realidad una verdadera trayectoria mítica cuyos fundamentos se ajustan perfectamente al momento histórico. La necesidad de recurrir a las estructuras narrativas de los mitos para una mejor lectura de la obra se ve justificada por el título de la película (que cita al dios Poseidón, señor de las profundidades del mar y de los seísmos submarinos en la mitología griega), insistiendo aún más en este aspecto la propia ficción, que designa como protagonista al reverendo Scott, un sacerdote (privilegiado interlocutor de un dios).
Este pastor pronuncia un sermón al comienzo de la película, en el puente, de cara al cielo, que le servirá para explicitar el proyecto ideológico de la ficción, con pasmosa claridad: «Pelead solos», dirá a los estupefactos pasajeros, «y la parte de Dios que está en vosotros peleará con vosotros. A Dios le gustan los vencedores, no le gustan los vencidos». Hablando claro, el pastor, que de hecho se está dirigiendo a Estados Unidos, les reprocha su falta de voluntad, su escasa iniciativa, su embrutecimiento general y, sobre todo, el olvido de sus raíces profundas; en el transcurso de su larga perorata sugiere a los norteamericanos que inviertan, que corrijan la situación. Se expresa la metáfora, llega el maremoto y el pastor ve cómo el siniestro, la catástrofe, asienta sus propósitos.
Los códigos de las acciones que se irán sucediendo aludirán todos ellos a este núcleo de significación central. Especialmente, la idea de re-nacimiento, de re-novación, indicada muy a las claras por la fecha en que se produce el cataclismo: a medianoche del último día del año, fiesta de san Silvestre (la fiesta también es el momento de mayor despreocupación, de máxima irresponsabilidad), fecha de ruptura, de interrupción y así pues, de posible regeneración. Esta idea se incrementa con el largo período de los personajes en el vientre del paquebote, a través de los conductos de ventilación, equivaliendo naturalmente a una gestación; imagen que se repite en la secuencia final cuando el grupo de salvamento extrae, «alumbra», da a luz a los supervivientes mediante una auténtica cesárea del casco.
También se percibe, con gran insistencia, la idea de una electividad: aparece referida cuando la ficción se ciñe a la decena de protagonistas supervivientes, los que después de la catástrofe deciden seguir al pastor: constituyen el «grupo elegido». Por el contrario, los que se niegan a irse con él perecerán víctimas como en la tradición bíblica de una inmensa tromba de agua, a modo de diluvio, que castiga a los «incrédulos», mientras que el grupito de elegidos logra ponerse a salvo escalando un árbol de Navidad, símbolo, como sabemos, de vida y de regeneración.
En el itinerario, que empieza y que va a ser una larga travesía de peligros, el reverendo Scott hace de profeta y de guía del grupo elegido; los conduce hacia una nueva tierra prometida a través de los dédalos internos de una nave entregada al fuego y al agua. Conviene observar que este viaje laberíntico, igual que los que antaño efectuaban los peregrinos pobres a través del ficticio laberinto grabado a la entrada de las iglesias, equivale simbólicamente a un auténtico peregrinaje purificador, a una penitencia de redención (por lo demás, ya antes de iniciarla, algunos miembros del grupo, tenidos por impuros -las mujeres sobre todo-, han debido plegarse a un ritual de desposesión, de indigencia, de humildad).
La selección de los elegidos no obedece en absoluto al azar, sino que se cumple rigurosamente en función de unas cualidades espirituales muy concretas: hay tres que son niños y, por tanto, se hallan en un estado de inocencia; otros dos ya han alcanzado el estatus propio de peregrinos, pues se dirigían a Israel, la Tierra Prometida bíblica; la sexta persona es una especie de María Magdalena, una prostituta arrepentida dispuesta a todos los sacrificios para redimirse; otro, llamado alegóricamente Martin, hace gala de una abnegación constante y no cesa de dar pedazos de su simbólica capa; finalmente, los dos últimos son los protectores de la horda: el pastor, jefe espiritual, y el policía, fuerza complementaria.
Con respecto a estos guías, conviene advertir que el conjunto de supervivientes de la nave, repartidos en tres grupos distintos, se sitúa bajo la protección de tres entidades diferentes, a saber: la autoridad legal, la ciencia progresista y la regresión fecunda. El grupo más nutrido escucha las órdenes del oficial de a bordo que aconseja que la gente permanezca en su sitio y espere inmóvil la ayuda exterior: todos perecerán ahogados. Un grupo importante sigue al médico que sugiere un camino hacia delante, progresando hacia proa: perecerán igualmente. Son sólo unos pocos los que siguen al pastor y al policía, convencidos de que la salvación está en ir hacia atrás, retrocediendo hasta el fondo del paquebote: serán los únicos que se salven, tras rechazar tanto al inmovilismo como al progresismo.
Hay otros temas además que se mezclan con las ideas directrices que acabamos de recordar: por ejemplo, los de la purificación, los del sacrificio (el grupo sólo avanza, y sólo se constituye precisamente como grupo social diferenciado, gracias a los sucesivos sacrificios de algunos de sus miembros); también el de la ascensión, subrayado por la misma verticalidad del intento que consiste en ir elevándose a través de rampas, escalas y conducciones, hacia el sitio donde se encuentra la hélice (figura matemática del infinito, que debemos leer aquí como símbolo evidente de la salvación, de la vida eterna), hasta obtener la liberación por obra de un helicóptero que, en un sentido real, se los lleva al cielo como si se tratara de una resurrección. La multiplicación de los contrapicados insiste, formalmente, en este tema de la ascensión.
Así pues, La aventura del Poseidón, entendida como relato, funciona según un modelo mítico cuya significación, u objetivo, sería la de evitar que el hombre y sus valores se degraden, sosteniendo en cambio la idea de que, si uno se lo propone de verdad, las cualidades espirituales pueden imponerse a las fuerzas materiales.
Por otro lado, creemos que el éxito de esta obra responde a su carácter propiamente mítico. Con respecto a un mito oído por enésima vez, el hombre primitivo siempre establece una relación de escucha despierta, atenta; por lo que se refiere a la película, el público manifestó, en general, una actitud similar: aunque la narración se nutra de ideas arquetípicas y aunque nadie ignorara el desenlace, el espectador se reinstalaba en una especie de inocencia inicial, de candor primero, de pureza fundadora, con objeto de que el relato pudiera desempeñar su función.
Sabemos, además, que el paso de la narración oral a la representación de un mito requiere la intervención de un mediador simbólico muy concreto: la máscara; creemos que en una ficción como La aventura del Poseidón, plenamente situada en el registro mítico -pero también en el conjunto de las películas-catástrofe-, el elemento ceremonial que asume la potencia mágica de la máscara es el trucaje, esa suma de manipulaciones técnicas que, muy significativamente, los profesionales hollywoodienses denominan efectos especiales.
Tales «efectos» permiten la organización de un espectáculo realmente catártico, de desinhibición, durante el cual el espectador se atreve a tomar conciencia de su situación en el universo; ve su vida y su muerte inscritas en un drama colectivo, en una catástrofe que les confiere un sentido.
De esta forma, durante los períodos de crisis, la función de la catástrofe resulta evidente: permite formular una propuesta al espectador (que la necesita absolutamente para su identidad, en un momento en que todas las certezas vacilan), la propuesta de un mito de su fin, al igual que en otros tiempos le habían propuesto mitos de origen (por ejemplo, los westerns, cuya casi desaparición no ha de extrañarnos en tiempos de crisis).
Todas las descripciones complacientes de calamidades (que pueden ser de tres órdenes: naturales, accidentales o criminales) exorcizan un pánico: el pánico, ancestral, hacia el fin del mundo. La catástrofe, al escapar a la razón humana (en la medida en que la ciencia no puede preverla), supone un auténtico reto para el grupo, exige una respuesta colectiva y simbólica, suscita la pasión por lo artificioso, por lo ficticio, que es al mismo tiempo la pasión sacrificadora.
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PD: puedes volver a poner el Flash, txopito? le daba un ambientillo al hilo q era demasiado....