Centauros del desierto (John Ford, 1956)

Charlas y comentarios sobre cine. Películas, directores, actores... en definitiva cualquier charla "Ontopic".
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alegre
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Mensaje por alegre » Lun 05 Jun, 2006 11:55

:D Hay un párrafo en el principio del capitulo de Frances al que estamos haciendo alusion en nuestros posteos, que viene a decir:

Que Hollywood fué antibolchevique en la decada de los 20, pro-sovietica en la epoca de guerra, anticomunista a continuacion...

Estoy de acuerdo contigo en que este tipo de películas se pueden considerar que forman parte de la propaganda de guerra, ya que los gobiernos Usamericanos han bombardeado 50 paises desde Nagasaki...

Con lo que en una política de guerra permanente cualquier filme, seguro tiene una guerra cerca.

La que más cerca nos pilla, si descontamos la intervencion en Guatemala o en Persia, es sin duda la guerra de Corea.

Esta guerra a la que se enviaron tropas regulares, tuvo una caracteristica muy curiosa: el convencimiento de los soldados de remplazo de su papel inperialista e injusto en Corea, en contraposicion a sus recuerdos de la lucha conta Hitler.

De hecho se dieron tambien muchos casos de deserciones y de toma de conciencia entre los prisioneros que los norcoreanos hicieron en cantidad y que cuando regresaban denunciaban aquella guerra.

Este patrón encaja perfectamente con el guion de Centauros: hay que ver en que situación queda el compatriota-familiar que al estar en contacto con el enemigo indio-coreano toma partido por el aún siendo el enemigo.

(Fenomeno que cómo ya he dicho fué un problema de estado y que mereció películas exprofeso como EL mensajero del miedo, para justificar y deformar los porqués, ante la opinion pública).

Así pues en mi opinión Centauros no tiene valor cómo película racista sino como explicación del poder del contacto con las ideas-costumbres del enemigo, para cambiar de bando.

Por lo menos en este momento es lo que entiendo más profesional dentro de un cine de manipulación cómo el que ya estamos de acuerdo que se dá con mayor o menor fortuna.

Esta pues seria mi opinion: mas que el racismo la película toca el tema del sindrome de estocolmo.

Y lo que dio origen al posteo fue su homenaje en Cannes. Que supongo que habra que entender cómo un guiño al Gran Jefe Blanco Bush por parte de la vapuleada (en los USA) Francia.

Dentro, eso sí, de un contexto geopolítico parecido al de la época de estreno: Una guerra injusta con multitud de gente que se opone a ella. Corea VS Irack
Un saludo

PD Ha sido un hilo muy interesante y ademas gracias a Scar, facil de localizar con el buscador. :mrgreen:
Los directores que me enseñan a pensar me resultan admirables...
Los que trafican con mi pensamiento vendiendolo al mejor postor, sólo consiguen que desprecie toda su obra...
(Anónimo de principios del Siglo XXI)

mvega
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Mensaje por mvega » Sab 10 Jun, 2006 09:33

Curiosas acusaciones las de aquellos que llaman racista a John Ford, un hombre que fue distinguido como "hijo adoptivo" de la tribu de los navajos.

En fin, paciencia.

nomegustaelcine
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Mensaje por nomegustaelcine » Sab 10 Jun, 2006 22:12

Es un post muy alegre, sí.

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Alonso_Quijano
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Mensaje por Alonso_Quijano » Sab 26 Jul, 2008 23:55

[b]elpaís.es[/b] escribió:
REPORTAJE: EN PORTADA - Análisis
El tiempo cabalgado
Javier Marías 26/07/2008
La capacidad de los críticos para equivocarse es ilimitada, y los literarios llevan demostrándolo varios siglos, con meteduras de pata tan escandalosas -por poner un solo ejemplo entre millares posibles, que además hoy siguen aumentando- como la de poner verde, casi unánimemente, el Moby-Dick de Herman Melville en el momento de su aparición. Los cinematográficos han dispuesto nada más que de ciento y pocos años para probar su ignorancia y su mal gusto y sus escasas entendederas, pero en ese espacio de tiempo han logrado alcanzar la bajura de sus colegas literarios. (Claro que siempre hay excepciones, pero son eso, excepciones). Los críticos juegan con la ventaja de que al cabo de unos decenios, cuando una obra que ensalzaron está completamente muerta o una que denigraron permanece viva y se ha convertido en un clásico, casi nadie se acuerda de lo que ellos dictaminaron; y, como no les suele faltar cara dura, son perfectamente capaces de fingir que no dijeron lo que dijeron y de subirse con desfachatez al carro de lo que sanciona el tiempo.

Hoy todo el mundo considera -menos algún director español engreído- que Centauros del desierto (The Searchers, 1956) es no sólo una de las mayores obras maestras de John Ford, sino una de las mejores películas de la historia del cine. Pero no fue así, durante larguísimos años. Primero se la juzgó floja y fallida, luego quedó relegada a un prolongadísimo olvido, después se la desestimó por "racista" (sí, todavía hay gente que confunde las obras con lo que en ellas hacen o dicen sus personajes). Sólo en época bastante reciente, gracias a la terquedad de unos pocos críticos y de más espectadores que no se equivocaron, se ha colocado esa maravilla en el lugar que le corresponde.

Aún no ha sucedido lo mismo, sin embargo, con otra película de John Ford, tan sólo cinco años posterior y muy emparentada con Centauros del desierto, Dos cabalgan juntos (Two Rode Together, 1961), que se sigue teniendo por floja y fallida, y desde luego es vista como "menor" al lado de su predecesora. Bueno, es cierto que dura unos catorce minutos menos, que su estructura es algo más sencilla y su guión no tan arriesgado, que la acción abarca unas semanas en lugar de más de un lustro, y que quizá resulte menos "épica". Supongo que lo que en realidad ocurre es que es la versión más amarga, cínica, pesimista y triste de lo que Centauros del desierto relataba, y que deja el ánimo más abatido. En ésta, Ethan Edwards (John Wayne) sale en busca de sus sobrinas nada más ser ellas secuestradas por los comanches. Pronto descubre que la mayor, ya de edad núbil, ha sido violada y asesinada, y eso lo lleva a proseguir la búsqueda de la pequeña, Debbie (Natalie Wood), con aún más ahínco y un odio creciente hacia los indios. Acompañado por Martin Pawley (Jeffrey Hunter), mucho más joven y bondadoso que él y hermano "postizo" de las muchachas, se pasa la película esperando encontrar a la niña, primero cuando sabe que aún es niña, luego cuando va comprendiendo que será ya adolescente y que habrá pasado a ser esposa de algún comanche. Hay una escena en la que Wayne va a ver a unas jóvenes blancas que el Ejército ha rescatado, y que probablemente llevaban en manos comanches tanto o más tiempo que su sobrina perdida. Son mujeres no se sabe si infantilizadas o enloquecidas, en todo caso completamente aindiadas pese a sus cabellos rubios y sus ojos azules. La mirada que les lanza Wayne antes de abandonar el barracón en el que las ha visitado es quizá la que más hiela la sangre de la historia del cine, y la de un actor de registros múltiples, extraordinario, al que parece mentira que aún tantos imbéciles caricaturicen y regateen méritos: en ella hay odio, desconsuelo, desesperación, sed de venganza, tristeza y lástima, todo mezclado en unos instantes. Wayne sabe ya por entonces que si un día da por fin con su sobrina se encontrará con alguien no muy distinto de esas mujeres anómalas, escindidas, desequilibradas y sin lugar en el mundo, irrecuperables y malogradas. Cada jornada que pasa corre por tanto en su contra, pero él rastrea y persigue de día en día, desde el momento en que Debbie fue robada y los padres de ésta asesinados. Y el tiempo, mientras está corriendo y lo cabalgamos, no se da nunca por terminado. Hoy y ayer no, pero mañana quién sabe.

En Dos cabalgan juntos todo ese tiempo que Wayne vive en Centauros del desierto, sobre el que se ha montado a horcajadas y contra el cual va luchando con cada vez más acritud y más siniestros propósitos, ha terminado ya para quien lleva a cabo la búsqueda, cuando la película comienza. De los robos de los niños y mujeres blancos que quieren recuperar las familias de colonos que se han organizado y agrupado en un punto, y a las que algún congresista de Washington ha hecho frívolas y vanas promesas para salir en los periódicos, hace ya nueve, doce, quince años, según los casos. El encargado de rescatarlos -mejor dicho, de mercadear con los indios y comprárselos- no tiene vínculo consanguíneo con ningún desaparecido. A diferencia de Wayne, el personaje de Guthrie McCabe (James Stewart) carece de odio y de prisa, de afán de venganza, de interés personal alguno. Es un mercenario que sólo está dispuesto -y de mala gana- a intentar su misión por dinero, y que no tiene reparo en aceptar el que le ofrecen las pobres familias de colonos obnubilados, los ahorros de sus vidas, que inicialmente lo recibieron como a un Mesías que les traería de vuelta a sus niñitos perdidos y a sus mujeres raptadas. Pero el tiempo ha pasado, y Stewart sabe que ya no hay vuelta de hoja, que el proceso de desarraigo y la transformación han concluido.

El niño de cinco años que se llevaron los comanches -congelado en la memoria de sus familiares, que son como Wayne, pero infinitamente menos lúcidos-, él sabe que ahora será un joven guerrero con trenzas engrasadas y malolientes, con el pecho cubierto por las cicatrices iniciáticas a que se someten los indios al alcanzar la edad viril, que habrá matado y arrancado cabelleras de blancos y que violaría a su rubia hermana de sangre si la capturara. Que la rosada niñita de siete tendrá ahora unos dieciséis y que cargará con un par de críos mestizos, de algún guerrero. Que la madre perdida por unos patanes llevará tanto tiempo como esposa de un indio que -como así sucede en el emotivo encuentro de Stewart con quien fue la señora Clegg un día- no querrá ni oír hablar de volver a ver a su antiguo marido y a sus vástagos ya crecidos ("Oh, no, no les hable de mí, ellos no deben nunca encontrarme", le dice a Stewart). En Centauros del desierto John Wayne, pese a toda su dureza y su encono y su saña, aún conserva la esperanza. En Dos cabalgan juntos Stewart sabe que no la hay para los colonos. Para él son gente que se quiere engañar y que se ha dejado engañar gustosamente por algún congresista de Washington que jamás ha visto a un indio en persona. Por tanto carece de escrúpulos a la hora de coger su dinero, los considera unos ilusos que no aprenderán hasta que vean con sus ojos en qué se han convertido sus añorados hijos y mujeres raptados. El teniente Jim Gary (Richard Widmark) que lo acompaña y obliga, y que hasta cierto punto participa de la buena fe y la esperanza de los colonos, se da cuenta, cuando ve a los cautivos, de que Stewart tenía razón al oponerse desde el principio a toda la operación imposible y propagandística. Comprende que no pueden forzar a la señora Clegg a que regrese, es una anciana a la que no se debe ni puede hacer pasar por lo que ella viviría como una enorme vergüenza. Ni a la joven Frieda Knudsen, que en efecto tiene ya un par de vástagos con un comanche, son su presente y su futuro, y el pasado con sus padres blancos es literalmente eso, pasado, más que nunca. Centauros del desierto y Dos cabalgan juntos se completan la una a la otra y se encuentran a una altura pareja, entre las cimas del western y de la historia del cine. Sólo que en una el tiempo aún transcurre y en la otra ya se ha acabado. No es difícil imaginar cuál es la más amarga.
—La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida...

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alegre
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Mensaje por alegre » Lun 28 Jul, 2008 16:02

Pues hombre, yo creo que cuando una película tendenciosa y tendente es denunciada lo que ocurre es que con el paso de los años aquellos que no pudieron defenderla pasan al rescate al más puro estilo uribe al pairo de vientos mediaticos y monopolisticos favorables.

Es un septimo de caballeria que resucita periodicamente para corromper a las nuevas generaciones sobre todo en tiempos de racismo macarronico y sarkozysmo rampante.

Me alegro como diria aquel: si ladran es que cabalgamos y si vuelve el septimo de caballeria de abugraib, seguro que los que seguian a Charlot en tiempos modernos lo volveran a seguir en tiempos cercanos.

Ahora solo les falta ayudar a Rivette frente a Pontecorvo... lo dejaran para otro capitulo...

Ah!! y un saludo Don Alonso, asomados como estamos a este corral de comedias del que no nos gusta separarnos demasiado :wink:


PD ante la duda razonable dejemos que el autor de la gacetilla se denuncie a sí mismo:
sí, todavía hay gente que confunde las obras con lo que en ellas hacen o dicen sus personajes
Claro para este tipo la labor del director, guionista , productor etc etc etc etc etc debe de ser digamos que "casual" :mrgreen:

Y mira que su redactor jefe se lo dijo ( o no?) pero el erre que erre : que si nadie se daría cuenta...que yo a las películas las elijo por los actores... este chaval estaria mejor en la seccion de política internacional, ahí por lo menos los creditos estan ocultos :roll:
Los directores que me enseñan a pensar me resultan admirables...
Los que trafican con mi pensamiento vendiendolo al mejor postor, sólo consiguen que desprecie toda su obra...
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