
Bunny Lake Is Missing (1965)
El rapto de Bunny Lake
País: Reino Unido
Duración: 107 minutos
B/N
Director: Otto Preminger
Guión: John Mortimer, Penelope Mortimer, Marryam Modell, Ira Levin
Productor: Otto Preminger, Martin C. Schute
Director de fotografía: Denys N. Coop
Música: Paul Glass
Más información
Reparto: Laurence Olivier, Carol Lynley, Keir Dullea, Martita Hunt, Anna Massey, Clive Revill, Finlay Currie, Lucie Mannheim, The Zombies, Noel Coward, Adrienne Corri, Megs Jenkins, Delphi Lawrence, Jill Melford, Suzanne Neve, Damaris Hayman, Jane Evers, Lisa Peake, Kika Markham, Ann Lancaster, Suky Appleby, Richard Wattis, David Oxley, Victor Maddern, Percy Herbert, Fred Emney, John Sharp, Geoffrey Frederick, Norman Mitchell, Dan Jackson, Tim Brinton, Bill Maxim, Michael Wynne, Patrick Jordan, John Forbes-Robertson, Rod Argent, Paul Atkinson, Colin Blunstone, Hugh Grundy, Chris White, Otto Preminger, Oliver Reed
Sinopsis y comentarios:
Recién instalada en Londres, Ann Lake lleva a su hija a la escuela el primer día de clase; pero, cuando vuelve a recogerla, la niña ha desaparecido. Ann denuncia el caso a la policía, pero las investigaciones de los agentes no conducen a ninguna parte, es como si se la hubiera tragado la tierra. Poco a poco, en comisaría empiezan a preguntarse si no se tratará de una fantasía de Ann. (FILMAFFINITY)
Comentario crítico de Tomás Fernández Valentí.(Dirigido Por...)
El rapto de BunnyLake se abre con unos excelentes títulos de crédito de Saúl Bass, en los que una mano va desgarrando un velo negro tras el cual se ocultan los genéricos. También durante el desarrollo de este film de Otto Preminger asistiremos al levantamiento del velo que cubre el misterio de la desaparición de Bunny Lake, una niña que, efectivamente, sólo parece existir en la imaginación de su madre. Y aquí se encuentra, en mi opinión, el mayor interés de la película: no en el esclarecimiento, a nivel argumental, de si existe o no Bunny; de si, caso de ser real, saber si la niña ha sido secuestrada, violada, o simplemente se ha perdido. Lo mejor de El rapto de Bunny Lake es la magnífica forma con que Preminger juega con lo que parece ser y lo que es, consiguiendo crear así un clima enrarecido y desasosegante en el que el espectador llega a no estar seguro de nada de lo que está viendo, a pesar de que todo lo que se le enseña está mostrado, aparentemente, de forma transparente y lineal. Por eso El rapto de Bunny Lake es, ante todo, un film sobre las apariencias en el que lo más fascinante reside, insisto, no en saber qué o quién se oculta realmente tras dicha apariencia, sino en la representación de un mundo poblado de seres que ocultan, incluso celosamente, sus verdaderos sentimientos, la ignota realidad de su personalidad interior. Y Preminger logra trasmitir la ignota realidad de su personalidad anterior. Y Preminger logra transmitir esa sensación de apariencia haciendo que su película tenga, en principio, también la apariencia de un relato más detectivesco al uso al cual va añadiendo, paulatinamente, elementos propios del cine fantástico.
Contemplando la primera media media parte de El rapto de Bunny Lake resulta chocante y revelador comprobar que la tan cacareada objetividad del cine de el Otto Preminger es completamente falsa, pues bastan esos cuarenta y tantos primeros minutos de proyección para darse cuenta de ello. Por otro lado nunca he creído en la existencia de un “cine objetivo” -ni de, por ejemplo, una pintura o una novela objetiva- pues pienso que toda creación artística tiene un fuerte componente subjetivo inevitable y, en muchas ocasiones, necesario para conocer la personalidad de su autor. También sospecho que cuando se habla de la objetividad de un film -sea de Preminger, que es el ejemplo más recurrido, o de cualquier otro cineasta-, lo que se quiere decir es que se trata de un film “directo”, “conciso” o “ecuánime”, con lo que todo se reduciría a una simple confusión terminológica.
Por eso resulta quimérico concebir el arranque de El rapto de Bunny Lake diciendo que es obra de un cineasta “objetivo”, puesto que desde sus primeras imágenes Preminger lleva el film hacia el terreno de la incertidumbre y la inquietud. La película arranca con una escenificación habitual de lo que se entiende por cotidianeidad: Ann sale corriendo del parvulario donde ha dejado a Bunny porque tiene que atender a los empleados de mudanzas, Steven recorre Londres en coche realizando sus menesteres habituales, luego los dos hermanos hablan por teléfono. Todo parece muy normal, pero más adelante comprobaremos que lo anormal se ha posado sobre el relato en virtud de dos importantes detalles: 1) Preminger muestra a Bunny entrando en el parvulario de la mano de su madre, lo cual apoyará dramáticamente las posteriores sospechas del inspector Newhouse sobre la existencia de la niña, cuya presencia física está escamoteada al espectador constantemente: nadie ha visto a Bunny, su nombre no consta en los registros de la escuela, la madre y su su tío no tiene ninguna fotografía y la primera sólo es capaz de dar una descripción aproximada. 2) Al principio del film, vemos a Ann dejando unos enseres frente al espejo del cuarto de baño, sus cepillos y una maquinilla de afeitar; posteriormente, sabremos por boca de los personajes que Ann y Steven son hermanos, cuando la presentación de los mismos (incluidos esos enseres que connotan un uso común del cuarto de baño) parecían que eran marido y mujer; luego, un nuevo plano del espejo resaltará tanto que el cepillo y el peine blancos de Bunny han desaparecido (si es que realmente han estado alguna vez allí) como la estrecha relación existente entre esos hermanos, que viven juntos y sin otra familia (es más: Ann es una madre soltera que rechazó casarse con el padre de Bunny).

UN TENEBROSO VIAJE A LOS RECUERDOS DE LA INFANCIA
A medida que el film avanza esos componentes ocultos de los personajes de Ann y Steven irán adquiriendo mayor espesor y complejidad. En vez de centrarse en las pesquisas que la policía realiza para averiguar el paradero de Bunny -¿no habría sido ésa la alternativa emprendida por un director empeñado en ser “objetivo”?-, Preminger prefiere profundizar en la psicología de sus protagonistas y tantear el camino más difícil: arañar lo intangible, bucear en lo desconocido (lo que no sabemos, o sabemos sólo parcialmente, de los personajes), explorar lo irracional. Es entonces cuando El rapto de Bunny Lake va dejando de lado su estructura de film policíaco y se adentra por los terrenos de lo fantástico sin por ello romper bruscamente ese tono de aparente normalidad creado al principio. En primer lugar tienen un enorme peso en la película los recuerdos de infancia de Ann y Steven, que puestos en la boca de sus protagonistas, sin recurrir a esos enojosos “flash-back”, contribuyen eficazmente a hacer más sofocante y amenazador ese trasfondo que en todo momento se intuye y que no se va a revelar hasta los minutos finales: una mezcla de locura y deseo incestuoso, de juegos infantiles cargados de connotaciones sexuales, de querer preservar la inocencia de la infancia aún a costa de perder la razón; o de cómo un día los niños se hacen adultos y pretenden seguir siendo niños en un mundo de adultos; adultos como el astuto inspector Newhouse o el libidinoso Mr. Wilson.
En este sentido, esos recuerdos infantiles, unidos a otras numerosas referencias sobre el lado fantasioso (¿perverso?) de la infancia, van impregnando el desarrollo del film. Ann habla de su imaginaria amiga de juegos -también llamada Bunny-con la misma convicción con que defiende la existencia real de su hija. La vieja gobernanta del parvulario, una mujer “que parece una bruja” como dice Steven, graba con extraña delectación las pesadillas de los niños y las escucha una y otra vez, analizando la relación entre los sueños de los infantes con sus miedos personales. Precisamente también en el film los recuerdos de la infancia están asociados a los temores de los personajes, ya adultos: fue la necesidad de una amiguita lo que llevó a Ann a bautizar a Bunny como su antigua amiga invisible; es el deseo de que nadie se interfiera ente él y su hermana lo que ha llevado a Steven a la locura, a fin de mantener vivo el viejo amor infantil. Esta combinación de locura incipiente y juegos de niños con toque incestuoso incluido niños con da pie a bellos mo¬mentos cuya realización e iconografía son encuadrables dentro de los modos representativos del cine fantástico: Ann recorre el sótano de la tienda de ju¬guetes con un quinqué, iluminando en la oscuridad los inquietantes rostros de docenas de muñecas; luego, Ann huye de la clínica atravesando las tinieblas (hay un momento en que corre por un pasillo, al fondo del plano, y es literal¬mente engullida por las sombras), ocultándose entre máquinas y turbinas rugientes, goteantes, que parecen re¬presentar su propia turbación; final¬mente, en la extraordinaria escena en que Ann juega con Steven a fin de con¬tener su ira enajenada hacia la peque¬ña Bunny, todo aquello que se ha ido insinuando a lo largo del film queda fi-nalmente al descubierto: estamos en el reino de lo irreal, de lo imprevisible, en el que hermanos parecen marido y mujer, en el que adultos se transforman en niños... y en el que una niña inexistente cobra, al fin, apariencia física real (como apostilla el inspector Newhouse cuando, al despedir a Ann y a Bunny, les dice que pueden ir a descansar «ahora que ya existe»).
Otro importante componente del film es el sexual. No hay que olvidar que Ann es una madre soltera, o sea un símbolo de la mujer impúdica, y que el deseo de Steven hacia su compañera de juegos es claramente incestuoso. Pero ese componente tiene su más feliz ilustración en la caracterización del personaje del casero, Wilson, quien tiene el piso decorado con máscaras africanas -una de las cuales, la de la fertilidad, deposita sobre la cama de Ann-, se insinúa sexualmente a la joven alardeando de las cicatrices dejadas con motivo de sus batallas eróticas y afirma poseer un látigo que perteneció al marqués de Sade. El rapto de Bunny Lake no está a la altura de las mejores películas de Preminger (Angel Face, Anatomía de un asesinato) por culpa, entre otras cosas, de una estúpida concesión a favor de la música de The Zombies y que demuestra nuevamente que el autor de Laura siempre estuvo obsesionado por no perder el carro de la modernidad. Pero posee algunos de los mejores momentos de toda su filmografía, consiguiendo extraer las más turbias sugerencias de un material que podía haber transcurrido por senderos mucho más trillados.
Tomás Fernández Valentí (Dirigido Por...Julio-Agosto 1990)
Capturas:







Datos técnicos:
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Primeramente, agradecer al compañero Mifune la amabilidad que tuvo al sincronizarme el audio castellano que circulaba en la red, a la copia BDRip en VO que bajé en su momento. No ha fue fácil sincronizar algunos tramos, pero en conjunto ha quedado bastante bien, según me comenta. Mi más sincero agradecimiento por tan laborioso curro.
Los subtis que circulaban en la red acoplados a los BDRip's (de la scene, como diría uno

Uds la disfruten...or not.


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http://www.subdivx.com/X6XNDc1OTAwX-bun ... -1965.html