Nadie sin pecado. Arthur Miller, Elia Kazan y la lista negra
"American Masters" None Without Sin.
Arthur Miller, Elia Kazan and the Blacklist.
(Usa, 2003) [Color, 120 m.]
Enlace IMDB:
IMDB
Arthur Miller, Elia Kazan and the Blacklist.
(Usa, 2003) [Color, 120 m.]
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Ficha técnica:
Director: Michael Epstein
Guión: Michael Epstein
Director: Michael Epstein
Guión: Michael Epstein
Datos técnicos del ripeo:
Size: 1,206,876,606
Video bitrate: 1627
Video code: XviD 1.1.2 Final
Video dar: 1257
Duration: 1:55:22
Video size X: 544
Video size Y: 400
Audio bitrate: 128
Audio codec: 0x0055 MPEG-2 Layer 3
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Capturas:
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Nadie sin pecado (Kazan y Miller) (by gatatitania) Satrip VE.avi
Quien esté libre de pecado...
En 1999 Elia Kazan recibió un Oscar honorífico por toda su carrera. El reconocimiento fue un acto polémico, que generó numerosas críticas y protestas. Este es el punto de partida de Nadie sin pecado, documental dirigido por Michael Epstein centrado en las tormentosas relaciones entre Arthur Miller y Elia Kazan: en su amistad y colaboración durante años, y en cómo la caza de brujas del senador McCarthy le separó y marcó por completo sus vidas.
Kazan y Miller eran grandes amigos y trabajaron juntos durante años. En 1947 Miller dedicó a Elia Kazan su función Todos eran mis hijos. Kazan la dirigió en Broadway con un reparto impresionante: Ed Begley, Arthur Kennedy, Beth Miller y Kart Malden. El montaje se mantuvo meses en cartel y aquel año ambos ganaron el Tony, al mejor autor y al mejor director. Al año siguiente repitieron el éxito: Kazan dirigió La muerte de un viajante, con Lee J. Cobb, Arthur Kennedy y Cameron Mitchell. Ambos volvieron a ganar los premios Tony y Miller, además, ganó el Pulitzer.
En 1952, convocado por el Comité de Actividades Antinorteamericanas, Elia Kazan denunció a ocho antiguos compañeros y amigos del ambiente teatral que habrían militado en el Partido Comunista: entre ellos Arthur Miller, Clifford Odets, Paula Strasberg, Lillian Hellman y John Garfield.
Miller rompió con Kazan tras la delación. Poco después viajó a Salem para documentarse sobre los juicios y ejecuciones de brujas que se celebraron allí en 1692. De allí surgió El crisol o Las brujas de Salem, obra de teatro estrenada en 1953, que establece un claro paralelismo entre las cazas de brujas en Salem y la persecución llevada a cabo por el senador McCarthy. La función cuenta en clave de parábola cómo nadie pudo salir del todo ileso de la caza de brujas, que contaminó toda la vida cultural norteamericana en los años cincuenta. Y de eso va también este magnífico documental.
Kazan siempre ha sido el malo de esta historia. Bien parado, desde luego, no sale. Pero… Todos hemos soñado alguna vez con ser héroes. Soñar es gratis y si uno consigue despertarse no entraña ningún riesgo. En los sueños es fácil tirarse a un río para salvar a un niño, conquistar sin ayuda una posición enemiga inaccesible, morir en un interrogatorio sin delatar a nuestros cómplices o renunciar a todo lo que poseemos en defensa de una idea… Todo es sencillo con los ojos cerrados, aunque una vez despierto las cosas son más complicadas. Yo no sé si tengo madera de héroe. No sé si tendría suficientes reflejos como para tirarme el primero a un río a salvar a alguien. O valor. Y si lo hiciera no sé si sabría cómo salvarle. Creo que si me torturaran contaría todo lo que sé. Sobre lo que sea. Y hasta lo que no sé. Tampoco me gustan todos los héroes por el mero hecho de serlo. Conozco héroes cívicos que han sido unos maltratadores miserables. Y el cine está plagado de héroes de guerra que son unos completos psicópatas, incapaces de adaptarse a la vida civil. No sé si sabría renunciar a todo en defensa de una causa. O de las vidas de otros. Le tengo demasiado apego a mi vida y a mis cosas. Tampoco creo que lo sepa hasta que llegue la ocasión, y deseo con todas mis fuerzas que nunca llegue. Y como no tengo claro qué haría yo en esas circunstancias, tampoco me atrevo a señalar con el dedo a quien, llegado el momento, no quiso, no supo o no pudo dar la talla… Quien esté libre de pecado…
Kazan y Miller eran grandes amigos y trabajaron juntos durante años. En 1947 Miller dedicó a Elia Kazan su función Todos eran mis hijos. Kazan la dirigió en Broadway con un reparto impresionante: Ed Begley, Arthur Kennedy, Beth Miller y Kart Malden. El montaje se mantuvo meses en cartel y aquel año ambos ganaron el Tony, al mejor autor y al mejor director. Al año siguiente repitieron el éxito: Kazan dirigió La muerte de un viajante, con Lee J. Cobb, Arthur Kennedy y Cameron Mitchell. Ambos volvieron a ganar los premios Tony y Miller, además, ganó el Pulitzer.
En 1952, convocado por el Comité de Actividades Antinorteamericanas, Elia Kazan denunció a ocho antiguos compañeros y amigos del ambiente teatral que habrían militado en el Partido Comunista: entre ellos Arthur Miller, Clifford Odets, Paula Strasberg, Lillian Hellman y John Garfield.
Miller rompió con Kazan tras la delación. Poco después viajó a Salem para documentarse sobre los juicios y ejecuciones de brujas que se celebraron allí en 1692. De allí surgió El crisol o Las brujas de Salem, obra de teatro estrenada en 1953, que establece un claro paralelismo entre las cazas de brujas en Salem y la persecución llevada a cabo por el senador McCarthy. La función cuenta en clave de parábola cómo nadie pudo salir del todo ileso de la caza de brujas, que contaminó toda la vida cultural norteamericana en los años cincuenta. Y de eso va también este magnífico documental.
Kazan siempre ha sido el malo de esta historia. Bien parado, desde luego, no sale. Pero… Todos hemos soñado alguna vez con ser héroes. Soñar es gratis y si uno consigue despertarse no entraña ningún riesgo. En los sueños es fácil tirarse a un río para salvar a un niño, conquistar sin ayuda una posición enemiga inaccesible, morir en un interrogatorio sin delatar a nuestros cómplices o renunciar a todo lo que poseemos en defensa de una idea… Todo es sencillo con los ojos cerrados, aunque una vez despierto las cosas son más complicadas. Yo no sé si tengo madera de héroe. No sé si tendría suficientes reflejos como para tirarme el primero a un río a salvar a alguien. O valor. Y si lo hiciera no sé si sabría cómo salvarle. Creo que si me torturaran contaría todo lo que sé. Sobre lo que sea. Y hasta lo que no sé. Tampoco me gustan todos los héroes por el mero hecho de serlo. Conozco héroes cívicos que han sido unos maltratadores miserables. Y el cine está plagado de héroes de guerra que son unos completos psicópatas, incapaces de adaptarse a la vida civil. No sé si sabría renunciar a todo en defensa de una causa. O de las vidas de otros. Le tengo demasiado apego a mi vida y a mis cosas. Tampoco creo que lo sepa hasta que llegue la ocasión, y deseo con todas mis fuerzas que nunca llegue. Y como no tengo claro qué haría yo en esas circunstancias, tampoco me atrevo a señalar con el dedo a quien, llegado el momento, no quiso, no supo o no pudo dar la talla… Quien esté libre de pecado…
