
Conocí a Shriver, por una casualidad. Estaba caminando por los pasillos de un cine, con una bebida refrescante en la mano, mirando los carteles de las próximas películas a estrenarse [«próximas» en un sentido relativo, ya que, muchas de ellas, se estrenan realmente años después]. Transcurría el año 2010; aún no había ni comenzado a relacionarme fluidamente con los conceptos de «Sigil», «estilo», «CSS», y «código»; no, para nada, HTML era un término al cual atribuía solamente a las páginas web, sin saber siquiera su significado, aunque hoy en día tampoco lo sé con certeza, pero tengo una idea más clara.
Caminaba sin prisa, puesto que la película que iba a ver, comenzaba en 30 minutos, y eso es una eternidad para el contemplador. :-” Me detenía a admirar los detalles de los ojos, las sonrisas, y las posturas corporales de los actores dentro de cada cartel. Avanzaba poco a poco, y hacía pausas momentáneas para consultar el reloj; cuando decidí desandar el camino recorrido, noté que había un cartel que no había apreciado con suficiente atención. Había una pareja, una mujer de cabello corto, que le llegaba en su máxima longitud, hasta un poco debajo de las cejas; y un hombre, a su lado, en un sofá. Ambos miraban hacia el frente con expresión «pensativa». Y la profundidad de su mirar, mucho más profundo en la mujer, me conmovió terriblemente,

Luego de la impresión inicial, reconocía la mujer como la actriz que aparece en la primera adaptación al cine de «Narnia». Confesé no conocer más de su trabajo, al menos durante ese momento; luego recordé que trabajaba también en «Constantine».

Busqué entonces el libro sobre mar y tierra, y fui efectivamente a Estados Unidos, y lo compré en su idioma original. Luego lo conseguí en formato «.epub» buscando incesantemente durante dos días. Comencé la maquetación en enero, el 25 de enero; para ser más exacto. Feliz andaba, había conseguido la portada, había puesto la sinopsis, la información básica, los metadatos, la dedicatoria, el epígrafe… Y luego llegaron los capítulos


Aún me quedo con una crítica del libro, que hizo el «Boston Globe»:
«Imposible soltarlo… brutalmente honesto. ¿Quién, al final, necesita hablar sobre Kevin? Quizá todos nosotros.»