CACAFONÍA NACIONAL
La catatonia nacional.
Catatonia.
1. f. Psicol. Síndrome esquizofrénico, con rigidez muscular y estupor
mental, algunas veces acompañado de una gran excitación.
Texto: José M. López Fernández
Datos y compilación de citas: Raúl Pedraz
Al final de una de sus crónicas del Festival de Venecia para el periódico El País, Enric González colocaba a Sang sattawat de Apichatpong Weerasethakul como la virtual ganadora de un hipotético “León Catatónico” de la Mostra. La humorada tendría su gracia si no fuera más que eso, pero un poco antes habíamos podido leer: “Resulta imposible hacer algún comentario sobre el pulso cinematográfico de Weerasethakul: la cuestión queda pendiente hasta el día en que decida mover la cámara” y nos enteramos entonces de que para tener “pulso cinematográfico” es condición inexcusable “mover la cámara”, aunque no nos aclare si es imprescindible hacerlo en vertical u horizontal, en movimientos rotatorios o a una determinada velocidad en metros/seg. Resulta extraño que nos birle esos datos fundamentales cuando sí que ha sentido la necesidad de cronometrar la secuencia inicial y considera destacable que sean “cuatro minutos de mirada estática sobre un campo”. Vaya. Si durante esos cuatro minutos hubiera movido la cámara, pongamos que en un portentoso travelling lateral, ¿podría otorgársele ya a Apichatpong un certificado de “pulso cinematográfico”? ¿Seguiría González considerando esa secuencia digna de mención?
Bien, cualquier persona con dos dedos de frente , puede darse cuenta que Enric González está empleando la ironía, que resulte o no gracioso está siempre en manos del lector, a José no le ha hecho gracia y analiza literalmente sus palabras en lugar de su sentido, y a mí sí, cuestión de gustos, y a toro pasado, y ahora que todo el mundo ha tenido la oportunidad de ver la película de Apichatpong podemos darnos cuenta de que Enric González no andaba muy desencaminado y apoyo su moción de darla el premio de “León catatónico” de la muestra, la apoyo incluso con beligerancia.
Durante la última edición de la Mostra de Venecia hemos visto cómo se vapuleaba a las mismas películas y con los mismos “argumentos” en varios de nuestros medios de comunicación ¡Qué encomiable unanimidad! Y precisamente en una edición histórica que brillaba a priori por los grandes nombres que Marco Müller y su equipo habían logrado reunir. Los ejemplos fueron muchos y variados pero para este tablón hemos decidido seleccionar extractos exclusivamente de los tres periódicos españoles más importantes: El País, El Mundo y ABC. Según la última oleada del EGM (Estudio General de Medios), entre los tres suman 4.231.000 lectores/día, lo que nos da una idea estadística de la repercusión que alcanza lo que en ellos se publica. Evidentemente, su repercusión real va más allá de esos números, confluyendo en un estado de opinión falsamente dominante y unánime.
Del análisis del párrafo podemos concluir que no solo era una opinión subjetiva de Enric González, como todas las opiniones, sino que además era compartida por el resto de medios españoles y con idénticos argumentos, por cierto que todavía no he leído los argumentos a favor de la película de José, por lo visto para José esta unanimidad es sospechosa lo que me lleva a concluir que la opinión unánime en contra de la película de Apichatpong se debe a una conspiración juedomasónica en contra de Apichatpong, director tan popular en España que por lo visto genera odios envidias y campañas orquestadas en su contra, seguramente se deba a su condición de homosexual, ya tenemos un nuevo Almodóvar a perseguir,
y precisamente en una edición histórica que brillaba a priori por los grandes nombres que Marco Müller y su equipo habían logrado reunir, resulta que la edición brillaba a (¿?)priori(¿?) y en base a los (¿?)nombres(¿?), criterio muy cinematográfico desde luego, y muy objetivo, mira que la crítica española empeñada luego en desmentir esa apriorística brillantez, ya son ganas de tocar los cojones, si la edición es apriorísticamente brillante pues se respalda a ojos cerrados y ya está, que puta manía de la crítica española de llevar la contraria y tener su propio criterio en lugar de ser seguidista con Marco Müller, ya que te invita a que vayas a su festival que menos que tener la deferencia de apoyar todas las películas a pies juntillas, hay que ser agradecido hombre, que menos.
No es nada nuevo descubrir actitudes y aseveraciones semejantes en los medios de comunicación españoles. Estamos acostumbrados a callar —que no otorgar— porque, como dice un amigo, es muy fácil —a la par que cansino— desmontar a según que cronista/periodista/corresponsal.
Muy fácil desde luego desmontar a esos medios de comunicación pero de momento todavía no hemos leído ningún argumento del amigo José, supongo que lo dejará para más tarde.
Podemos seguir mirando a otro lado o limitarnos a comentarlo en privado, no sin resignación, pero visto el grado de ensañamiento que la ortodoxia cinéfila ha desplegado en esta ocasión, cayendo incluso en la descalificación personal y en el desprecio nada disimulado, creo necesario levantar las manos y apoyarlas en el teclado. Son muchos años leyendo el desconcierto y el desagrado de unos cronistas quejosos que uno se imagina recorriendo los pasillos festivaleros con sus honorables manuales de cine al hombro, bramando su descontento a quien quiera oírles (con mucha probabilidad, también españoles pues es conocido el endogámico aislamiento que practican).
Tiene razón, uno se cansa de tanta queja , menos mal que José no cae en eso, faltaría más, él está por encima de esas cosas.
Todavía tenemos muy cerca el último Festival de Cannes del que la crítica de otros países (ver portada del Cinema Scope nº 27, por ejemplo) se trajo Juventude Em Marcha de Pedro Costa como la película fundamental de una pobre edición. Nuestro compañero Jaime Pena realizó una vibrante crónica para la revista argentina El Amante que apuntaba en esa misma dirección. Comenzaba así: “Una película puede salvar un festival. Un festival puede justificarse gracias a una sola película”. En cambio, en los medios españoles fue despreciada o directamente ignorada (¿la habrán visto entera, al menos?).
Aquí está la clave, si la revista “Cinema Scope” o “El amante” dicen que una película es fundamental pues lo es y punto que por algo no son revistas españolas y no forman parte de la conspiración, y si a mayores el compañero Jaime Pena , de reconocido prestigio en su pueblo a la hora de comer, lo dice también pues punto en boca (os recuerdo que es el mismo que escribió el libelo sobre Ángel Fernández Santos), ¿quien coños son los medios españoles para decir que la película no es fundamental?, decid que no os ha gustado pero no neguéis su fundamentalidad herejes, por cierto que que coñazo de película, yo al menos no la pude ver entera, confío en que Enric González tampoco.
Si nos remontamos unos años atrás podemos recordar también la 52ª edición de la Berlinale, celebrada en 2002, donde ocurrió con El viaje de Chihiro de Hayao Miyazaki algo muy parecido a lo sucedido este año en Venecia con Naturaleza muerta (Sanxia haoren) de Jia Zhang-ke. Miyazaki se hizo entonces con el Oso de Oro “contra todo pronóstico” —compartido con Bloody Sunday de Paul Greengrass— y asistimos al triste espectáculo de unos corresponsales que, simplemente, no se habían dignado a verla, con la honrosa y sorprendente excepción de Carlos Pumares, que además alabó la película. Este año, Naturaleza muerta fue la película-sorpresa que la organización tuvo la desfachatez de programar a las 00:00 horas, “con nocturnidad y alevosía” según Enric González, y que ninguno de nuestros cronistas tuvo la deferencia de ir a ver a pesar de que competía en la Sección Oficial (que terminaría ganando). Los que hemos cubierto algún que otro festival —muchas veces pagándonoslo de nuestro bolsillo, con acreditaciones “B” y durmiendo quién sabe cuánto y quién sabe dónde— sabemos lo duro que es su día a día y también que la última película del día, y a esas horas, supone un gran esfuerzo extra. Pero también sabemos que Jia Zhang-ke lo merece.
Mira que somos cortos, resulta que nunca una película de animación ha ganado un festival de cine, y la crítica española tiene los santos cojones de decir contra pronóstico, que se lo hubieran preguntado antes a José o a Jaime Pena que lo sabían a priori por el nombre, y mira que no ir a la sesión de las 00:00 para ver la película de Jia Zhang Ké sabiendo a priori por el nombre que iba a ser buena y que iba a ganar, no sé para que irá José a festivales si ya saben quien va a ganar y que películas van a ser buenas por el nombre, puede que los críticos españoles a sabiendas de los trabajos anteriores optaran por no verla porque a lo mejor a ellos no les merecía la pena, ya sé que le parecerá imposible a José pero se puede dar el caso de que haya gente a la que no le guste Jia Zhang Ké gane o no gane el festival, pero se me olvidaba que los gustos según José son algo objetivo y se corresponden con los suyos por supuesto, a mí tampoco me gustan las últimas de Jia pero se debe a que soy un quejica con criterio propio, lo siento José, seguro que el problema es mío que no llego a esas alturas, a mí me quitas a Bresson y el resto ni lo entiendo.
Porque, además, tampoco es cierto que Naturaleza muerta se proyectara “en un único pase nocturno“ ni “un día a las tantas de la noche” —las blandas excusas presentadas por Carlos Boyero y Oti Rodríguez Marchante respectivamente—, pues la película tuvo tres pases en dos días distintos, como puede comprobarse aquí. La causa de su ausencia en la sala es de naturaleza distinta, lo sabemos bien, aunque también tiene que ver con la muerte, con la muerte de su cine. “Nadie se había percatado de su futura trascendencia”, argumenta Boyero. Es cierto, ¿quién lo hubiera pensado? Jia Zhang-ke apenas sí ha realizado cuatro grandes largometrajes (que yo haya visto) que han sido programados y premiados en estos grandes festivales por los que nuestros atribulados cronistas realizan turismo cinematográfico. Pero, por otro lado, no es de extrañar que se les escapen estas obritas sin interés porque en realidad sólo van a verlas “los parientes de Jia, dos que no tenían hotel y una representación muy selecta de entre lo más colgado de la crítica...”, según las amables palabras de Oti. Sólo podemos agradecer que, una vez más, el palmarés de un festival —que por otro lado nos importa poco a nada— haya dejado “colgados” a aquéllos que —cobrando— no hacen su trabajo.
Otra perlita de José, los señores Carlos Boyero y Oti Rodríguez Merchante tienen
su cine, José no, José tiene
EL CINE, por lo visto solo existe una ideología en cine y no hace falta recalcar que la que tiene el amigo José es la correcta, por supuesto sin argumentar el porque, todavía no hemos leído ni una sola razón del porque de la fundamentalidad de Jia y de Apichatpong, la razón de más peso es de momento es que han sido premiados en festivales, desde luego un argumento de peso, debería repasar los palmarés de Cannes, Venecia y Berlín de los últimos 25 años para comprobar la estupidez del argumento, y de nuevo de forma apriorística y por el nombre José ya sabía que la película iba a ser premiada e iba a ser buena porque al director lo habían premiado en otros festivales, estamos sin duda ante un vidente del cinematógrafo, y por lo visto resulta que Marchante y Boyero tienen una cláusula en sus contratos que les obliga a ver todas las películas a concurso porque sino no cobran, puede que cobren por crónica o por horas no sé es un decir, o incluso puede que tengan la libertad de hacer lo que les sale de los cojones, como el pobre José va pagándose él mismo todo no nos podrá aclarar este punto, no sólo estamos ante un vidente sino ante un auténtico mártir del cinematógrafo que arriesga sus pupilas por el único placer de ver cine, como el resto de los espectadores, a lo mejor José no se considera un simple espectador más, cosa que no es de extrañar teniendo en cuenta sus extraordinarias cualidades para analizar y juzgar películas a priori.
Llegados a este punto, quiero aclarar que este texto no juzga en ningún momento el “gusto” de Boyero, Rodríguez Marchante y González
Por supuesto que no José, lo de
la muerte de su cine era solo una inocente y respetuosa opinión, por supuesto las comillas en gusto tampoco es un juicio, lo que es gusto o no lo establece el lumbreras de José.
, pero sí pretende criticar el ejercicio de la crítica —o el periodismo cinematográfico, en este caso— ejercido exclusivamente desde el gusto personal. Algunos creemos que la crítica de cine es algo más que eso.
Tú lo has dicho querido José,
algunos, no todos, existen otras personas que creemos que la cr´tica de cine y de arte en general es estrictamente subjetiva y basada en los gustos personales, pero por supuesto esa opción no la contemplas y no la respetas, tenemos que acatar su sacrosanta opinión, de momento fundada en la nada, porque no tenemos un solo argumento cinematográfico que echarnos a los ojos.
También habrá quién me haga notar, acertadamente, que existe la posibilidad de que las películas mencionadas hasta ahora no estén a la altura, o al menos no todas ellas. Al fin y al cabo, nosotros no hemos tenido la gran suerte de poder verlas todavía y ellos sí (bueno, menos una), pero compañeros que han estado en Venecia —sudando cada minuto del festival— y en cuyo criterio confiamos nos dicen que las películas más interesantes de esta edición han sido precisamente —y como siempre— las que este conciliábulo del gusto ha despreciado.
Aquí tenemos por fin los argumentos cinematográficos, resultan que son unos compañeros, de los que ni menciona el nombre, no hace falta, son compañeros del gurú José y con eso nos basta, que han sudado el festival, eso se arregla con desodorante, y cuyo criterio es incuestionable a pesar de su anonimato, por lo visto que una película sea buena o mala depende de una cuestión de confianza, no sólo de José, sino de nosotros, que tenemos que fiarnos de su criterio sin saber nada de su formación de su experiencia, y por el contrario desconfiar del resto de personas profesionales que llevan años sudando festivales, si eres de un medio de masas formas parte del
conciliábulo del gusto (por supuesto tampoco está metiéndose con sus gustos, José respeta el gusto de todo el mundo faltaría más, él no es un elitista, es un demócrata del cine), si eres compañero de José formas parte del club del gourmet del gusto.
Además, la experiencia nos ha demostrado que películas que hemos visto vilipendiadas y despreciadas por estos —y otros— corresponsales han pasado a formar parte de nuestro canon personal cuando hemos tenido la oportunidad de verlas. Mucho tiempo después, claro, y gracias a filmotecas, festivales españoles con criterio —Gijón, Las Palmas…— o a través de Internet pues, evidentemente, este cine no se estrena comercialmente en España. Tendríamos que preguntarnos por qué, y más concretamente por la relación existente entre los criterios generalistas de distribución y el estado de excepción cultural generado desde nuestros medios.
Si forman parte del canon personal de José son buenas, alabado sea el señor, el canon de José es el
CANÓN.
Pero ¿de qué tipo de cine estamos hablando exactamente? Creo que por los nombres citados hasta ahora es evidente, pero quedará aún más claro si elaboramos un rápido top veneciano: Apichatpong Weerasethakul, Jia Zhang-ke, Tsai Ming-liang, David Lynch, Alain Resnais, Jean-Marie Straub & Danièle Huillet o Johnnie To. Son muchos más, y según el festival unos irán entrando y otros saliendo, pero en todos ellos vemos el impulso que les aleja de la mirada nostálgica hacia unas formas, temas y actitudes determinadas. Al final de El estado de las cosas de Wim Wenders el director de cine interpretado por Patrick Bauchau se encuentra con su productor y este le adoctrina: “Sin historia, estás muerto. Es como si construyeras una casa sin paredes. Una película debe tener paredes”. Se entiende perfectamente la exigencia del productor porque las películas sin paredes ¿cómo se recorren? No tienen puertas, no tienen estancias, ni siquiera pasillos o corredores; el aire fluye, libre, y la corriente se lleva viejos vicios (puede que para traer otros, pero en todo caso nuevos y libres).
Volvemos a los nombres, el único criterio cinematográfico del que ha hablado en todo el texto, ni una sola palabra sobre cine o sobre una película en concreto, ni un solo argumento, ni uno, nombres de directores y nombres de compañeros que ni tan siquiera explicita no hay más.
En su libro sobre Olivier Assayas, Líneas de fuga, Àngel Quintana decía (p.26): “Hacia 1997 comenzó a surgir en la cultura francesa un debate en torno a cómo la cultura surgida de la cinefilia había descartado la experimentalidad y había impedido llevar a cabo un interesante cruce entre el cine y las artes plásticas”. Y es interesante comprobar cómo esa “cultura surgida de la cinefilia” pervive hasta nuestros días y cómo sigue apoltronada en sus asientos de privilegio repudiando todo aquello que huela a experimentalidad, confundiendo lentitud con tedio, narración con historia o no narración con antinarración. No todo acto artístico puede ser convertido en espectáculo, ni toda historia en narración pero, aún hoy, seguimos observando sus rabietas, como niños a los que se ha privado de su cuento antes de dormir —su dosis diaria de narración— y son incapaces de disfrutar, en cambio, de las sombras que las luces de la calle forman en el techo, esas formas precinematográficas que tan bien filmaron José Luis Guerín y Lee Chang-dong.
Creo que tampoco es pedir tanto. No se trata de adoptar como dogma el arte “austero, formalista y difícil” de Adorno, por ejemplo, ni el “texto de écriture” de Baudry caracterizado por una relación negativa con la narración, pero sí de aceptar una más de las mutaciones en que el cine se encuentra sumido y que para algunos están opacando la pantalla cuando lo que realmente están logrando es hacerla más permeable a nuevas formas y lenguajes. Hace tiempo Marguerite Duras se hacía la pregunta más pertinente del mundo (y la más humilde): “¿Por qué no hacer una película de lo que se desconoce, de lo que aún se desconoce?”. ¿Por qué no?, nos preguntamos con ella. José M. López Fernández
13 de septiembre de 2006
Y al final y sin venir a cuento nos suelta un discursito facilón con el que justifica el porque sus gustos son la ley, porque José es el único que sabe distinguir cuando algo es experimental y no una tomadura de pelo, cuando algo es narrativo y no lo es, cuando algo es lento y no tedioso, cuando algo es artístico y no un espectáculo, porque José no es un cinéfilo apoltronado, José es un visionario.
¿Por qué no hacer un artículo de lo que se conoce, de lo que aún se conoce?
Pues porque para eso se necesita sabiduría, humildad y respeto a las opiniones y los gustos de los demás y no es el caso del mediocre José.