Saraband: Tocala otra vez..., Bergman...

Charlas y comentarios sobre cine. Películas, directores, actores... en definitiva cualquier charla "Ontopic".
Avatar de Usuario
alegre
Mensajes: 2228
Registrado: Mié 07 May, 2003 02:00
Ubicación: Valencia

Saraband: Tocala otra vez..., Bergman...

Mensaje por alegre » Lun 08 May, 2006 10:51

Quiero escribir sobre Saraband de Bergman, porque, sí cómo creo, es una película para entender cuando la mayoria del camino de la vida esta recorrido. La mejor manera de conjurar esta realidad es sacando de ella lo único que se puede sacar de la vida: experiencia para trasmitir a las nuevas generaciones de la especie.

¿Cual es el valor de la película?

¿acaso las historias que nos cuenta?

¿acaso nos importa si un padre se acuesta con su hija u otro desprecia tanto a su hijo como para quitarle lo único que justifica su existencia?

¿nos importa que un hombre deje en evidencia que los únicos seres de la película que tienen futuro son las mujeres, mientras que los hombres viven un presente eternamente atascado en su incapacidad... de lo que sea?



No.
Nada de eso importa en esta película.
Lo importante es que alguien se atreva a contarlo y trasmitirlo a los que seguiran viviendo cuando el no este.

Ese es el único sentido de la vida y Bergman lo ha alcanzado
.



Vivimos, nos relacionamos, nos entregamos o nos guardamos ¿y qué? ... algún día cuando los años hayan hecho mella y haya fraguado nuestro "ser" o sea, todo aquello que éramos en potencia, si podemos dar un consejo a alguien, habremos cerrado nuestro ciclo vital.




El título de este duro filme procede
del cuarto movimiento de la Suite número cinco para violonchelo de Bach, un tema musical que marca el tono dramático que envuelve a la cinta. Bergman vuelve a contar con dos de sus actores fetiches, su ex mujer Liv Ullmann, de 66 años, y su fiel amigo Erland Josephson, de 82. Ambos interpretaron hace tres décadas a una pareja que se separaba al final de Secretos de un matrimonio Pese a que tiene los mismos protagonistas y el mismo director, es una película independiente, afirma Josephson, que vuelve a exhibir sus dotes de actor sin disimular sus problemas con el Parkinson. Y es que, el tiempo también pasa factura a los genios. Como a Bergman, que mostró su inquietud durante un rodaje que llevó a cabo con 85 años: Es absolutamente demencial rodar una película a mi edad. Desde hace tres años Erland tiene Parkinson y ha sufrido dos embolias, Liv está enferma del corazón y Börje tiene
fastidiados los tendones del cuello, por lo que no puede realizar algunas tomas. Me han escrito periodistas para asistir al rodaje. Creen que voy a morir en cualquier momento detrás de la cámara y que sería fenomenal poder documentar mi agonía.

http://www.mundofree.com/cine_sueco/Sarabanda.html



Sarabanda

Danza lenta en ritmo ternario. Tuvo su origen en Oriente y entró a Europa por España durante el Siglo 16. Llegó a ser popular en Inglaterra en el Siglo 18.
Amenudo aparece como movimiento lento de las suites.


http://www.beethovenfm.cl/enciclopedia/glosario/S/8.act
OCTUBRE DE 2005
Cine
Sarabanda la obra final de Ingmar Bergman
por José Miguel Oviedo


Cerca de los noventa años, Ingmar Bergman tiene la fortuna de estrenar una suerte de epitafio fílmico en vida, Sarabanda. Para Oviedo, se trata de una película (en la que invita a su musa Liv Ullman y al eterno Erland Josephson) llena de destellos geniales y con la misma profundidad de toda su trayectoria.
Es difícil hallar un director cinematográfico de la segunda mitad del siglo XX que merezca con más justicia que Ingmar Bergman el calificativo de maestro: el poder de sus imágenes, la trágica intensidad psicológica y metafísica de sus estudios de las relaciones personales, y sobre todo su implacable certeza de que todo lo que buscamos en este mundo (amor, belleza, intimidad, compasión, lealtad) es precisamente lo que no alcanzaremos por nuestra absurda e irremediable debilidad. Tenía, además, la virtud suprema de decirlo sin ser estéticamente presuntuoso o aparatoso, sino a través de historias con tanta veracidad interna que parecían arrancadas de su propia vida, pero también de las nuestras. Por eso, su influencia dentro y fuera del cine es enorme y muchos de sus filmes son documentos fundamentales de las experiencias y obsesiones del hombre contemporáneo: Las fresas silvestres, La mujer del payaso, El silencio, A través de un vidrio oscuro, Persona, Gritos y susurros, Fanny y Alexander, Escenas de un matrimonio, etc.
Tras decenas de películas como ésas —aparte de las obras que dirigió para el teatro y la televisión—, los sinsabores y debilidades propios de la edad (Bergman tiene hoy 87 años) daban la impresión de haber puesto fin a su brillante carrera artística. Los largos años de silencio que había mantenido desde su retiro en una isla del Báltico hacían temer que no volvería a dirigir cine. Pero acaba de estrenarse en Estados Unidos Sarabanda, la película que Bergman ha declarado será la última de su largo ciclo creador, su testamento final. Es imposible no sentir curiosidad por verla. El filme tiene el clima y las características de una conclusión. En primer lugar, es ella misma un epílogo a una de sus obras maestras, Escenas de un matrimonio, pues vemos lo que fue de aquellos cónyuges que se separaron después de la infidelidad del marido. No sólo eso: Bergman ha querido que los actores que asumieron esos papeles años atrás en memorables interpretaciones (Liv Ullman y Erland Josephson) encarnen los mismos papeles. El hecho de que, naturalmente, el paso de los años y el conocimiento ganado desde entonces por ellos, incluyendo al director, se transparenten en la obra añade un elemento de correspondencia o analogía entre la historia y la vida real: no parece haber aquí nada que no haya sido parte de la atormentada y culposa experiencia artística y personal de todos ellos; bastaría recordar la relación amorosa entre el director y Liv Ullman, su actriz favorita. Es como una gran reunión familiar donde lo imaginado y lo vivido es sometido a una revisión final para tratar de conjurar sus más persistentes demonios.
Más de 30 años han pasado desde que Marianne y Johan se divorciaron y se vieron por última vez; ella trabaja como abogada y él, luego de haberse retirado como profesor, es una especie de ermitaño que vive prácticamente solo en una austera cabaña repleta de libros, aislado de casi todo. Un buen día, a Marianne se le ocurre hacer el largo viaje hacia el lugar y visitarlo sin previo aviso. Cuando llega, Johan está dormitando en la terraza; en un gesto no exente de picardía y ternura, Marianne lo sorprende con un beso en la mejilla y lo despierta.
Lo que sigue es un torturante retorno al pasado, un melancólico examen de situaciones que ya no pueden modificarse y de los conflictos que encaran en el presente y que están oscuramente ligados a los de ayer. El estudio de todos esos dramas y traumas ha sido realizado con el consabido rigor formal de Bergman, que tiene un temple glacial en la superficie y un trasfondo intensamente emocional. Filmada en sus habituales largos primeros planos que permiten la observación atenta de cada rasgo físico, con sus imperfecciones y rictus que delatan el secreto proceso interior; esa casi inmovilidad (que trae ecos de Persona) se combina con los ambientes claustrofóbicos (sólo hay una escena en exteriores) para asegurar la máxima concentración en el registro —objetivo, pero lleno de compasión— del mundo íntimo de sus personajes. Aunque su foco es la relación entre Marianne y Johan, pronto se extiende a otra pareja: la de Henrik (Börje Ahlstedt), el hijo de Johan y Anna (su primera esposa) con su hija Karin (Julia Dufvenius), que no es menos compleja.
Henrik, que vive no muy lejos en otra cabaña en medio de un denso bosque, es un músico de edad mediana cuya reciente viudez lo ha sumido en un estado depresivo. Su carácter agrio, dominante y posesivo se refleja sobre todo en su relación con Karin, dedicada también a la música, y en el camino que él cree debe seguir en su carrera artística. No sólo el padre es ambiguo ante la posibilidad de que Karin vaya a estudiar a un conservatorio (ella es todo lo que él tiene), sino que su control sobre la joven incluye el perturbador hecho de compartir la cama, lo que implica una relación incestuosa. La consecuencia de todo esto es visible en Karin, que hace llorosas confesiones a Marianne, luce desesperada o confusa y al borde del suicidio.
La atmósfera es desolada, mórbida y de agotamiento existencial: sus vidas están entrelazadas de tal modo que se hacen daño viviendo juntos o separados, llevando cada uno su carga de culpas y secretos. El filme nos obliga compulsivamente a la contemplación de una situación irreversible, subrayada por los desgarradores gemidos del cello en la Sarabande de Bach, acentos que hemos aprendido a reconocer como una rúbrica de Bergman. Lo mismo puede decirse del formato de la película, dividida en 10 partes o actos más un prólogo y un epílogo, que la aproxima al psicodrama, al teatro de cámara —cuya acción esencial es dialogal o monológica— que es otra de las pasiones del director.
Sarabanda posiblemente no está entre las grandes películas de Bergman, pero muestra las huellas inconfundibles de la mano del maestro, despidiéndose de su arte y de su vida activa con un repaso postrero de los motivos y personajes que configuran su mundo. No será la mejor, pero sí representa algo que era absolutamente necesario en su producción: el fragmento que faltaba para completarla.

http://www.letraslibres.com/index.php?sec=10&art=10783
“Sarabanda”
Danza inconclusa

Cada vez más raro, un regreso de Ingmar Bergman es como un regalo. No necesariamente placentero. Cineastas hay que saben hipnotizar, que saben seducir, que saben emocionar, incluso conmover. Hasta en lo que podría ser su testamento, Bergman es de los pocos –quizá el único– que sabe traspasar a sus espectadores, como lo hace con sus personajes. Rosalba Oxandabarat


El título de esta nota es apenas un deseo, porque aunque volvió a anunciarlo, no queremos saber nada de que sea la última película de Bergman. El tiempo, que atraviesa todas las que hizo como una dimensión casi física, ha perdonado a ese endiablado maestro sueco. Pasando limpiamente los ochenta años –más cerca ya de los 90 que de los 80– su rigor, su fiereza, su encarnizamiento, no le han sido arrancados. Diríase que, como aquellos fantasmas que circundaban al protagonista de Cuando huye el día, los temas, los sentimientos, las obsesiones, los enigmas que rondan a Bergman desde siempre lo siguen persiguiendo para privarlo de ese consuelo de los viejos que es el abandono de la más dolorosa de las virtudes: la lucidez.Los vimos en Escenas de la vida conyugal, hace treinta años. Pero Liv Ullman (Marianne) y Erland Josephson (Johan) no protagonizan una de esas manías contemporáneas llamadas usualmente secuelas. (Hay quien dice que sí.) Es otra película, y no hay que haber visto la primera para introducirse en ésta. Esta mujer sesentona busca en su refugio agreste al octogenario que fue su marido en otra película, en otra vida. La disolución de ese pasado, aludido en el primer encuentro –primera escena de las diez que componen la película, más un prólogo y un epílogo a cargo de Liv Ullman– se hace total con la ausencia de las dos hijas que tuvieron: una vive en Australia, la otra está internada en un psiquiátrico. El pasado común como legado y como presencia no está, es, entonces, una referencia, alguna pregunta, un par de recuerdos. Queda, sin embargo, algo; una cierta complicidad, la alusión a gustos banales, a suspicacias ya apagadas por el tiempo, la capacidad de comprensión de Marianne hacia las manías de ese viejo impenitente, la certeza del viejo impenitente de la existencia de esa comprensión. Un viejo amor tiene esa tardía cosecha que, podría deducirse al final, puede asimilarse a algo parecido a la salvación.
DE A DOS EN FONDO. Primera escena, la única en exteriores, con un bello paisaje a la vista que atrae los ojos de Johan, tomada en imperceptibles planos secuencia; la zarabanda se inicia casi jocosamente y con la pareja fundadora, antes de que los círculos que acerquen a los viejos-eternos espectros se armen en los nueve capítulos o piezas de cámara siguientes.
En ellos se incorpora otra pareja, la formada por Henrik, hijo de Johan de un matrimonio anterior –sólo un poco menor que su ex madrastra–, y su hija Karin. Jamás están los cuatro juntos, siempre de a dos. Karin y Marianne, Karin y Henrik, Johan y Henrik, Johan y Karin, Henrik y Marianne, y vuelta a la pareja inicial. Las mejores confidencias o las peores heridas o las más notorias confesiones se hacen de a dos, del toque directo y sin intermediarios. De esos duetos surge como plataforma común, como eje de los sentimientos que fluyen por distintos andariveles, el lazo esencial padre-hijo, padre-hija, entornado por dos presencias maternas, benefactoras. La de Marianne, presente, alerta, la que llega y es capaz de escuchar y de entender –y luego de prolongar el cúmulo vivido–, la de Anna, la esposa muerta de Henrik, congelada en un bello retrato en blanco y negro.
Lazo mostrado por Bergman en dos extremos igualmente monstruosos. El desprecio de Johan por su hijo Henrik, su imposibilidad de amarlo aun en la infancia, su irritación, que delata alguna forma de celos propia del macho mujeriego y posesivo que fue o sigue siendo porque ese ser deleznable pudo ser amado por una mujer hermosa, su capacidad de humillarlo, es uno de esos extremos. El otro es el amor enfermizo y adulterado de Henrik por su propia hija, su necesidad de controlarla, la obsesión por sustituir con ella a la esposa muerta –el incesto queda anotado como opción dolorosa–. El padre según Bergman –según esta película, aunque no solamente– es un destino fatal para los hijos, es el poder que destruye ya sea por falta de amor o por su exceso. El padre enfrentado al hijo varón lo desdeña si no se le parece, compite con él y no logra jamás evitar el deseo de quebrarlo; el padre enfrentado a la hija mujer no puede evitar el deseo de posesión. Y además, persiste. (El padrastro de Fanny y Alexander diciéndole al niño “No creas que vas a librarte de mí tan fácilmente”.) Si Dios es una imagen o una metáfora del padre –y cuánto ha perseguido Bergman a Dios, o al revés– estamos fritos, porque es débil, caprichoso, cobarde, cruel. La salvación, según Bergman, según Sarabanda, tiene luz femenina.Así, ilumina a Liv Ullman y a la joven Karin con una luz que no acuerda jamás a sus protagonistas varones. Si cada plano de Sarabanda delata una precisión y planificación estrictas en cuanto a movimiento de cámara, encuadre e iluminación, Bergman guarda para los dos hombres la mayor crueldad en cuanto a su exposición, lo que incluye también la actuación. La dureza calcificada de Johan, la fofa debilidad de Henrik son diseccionadas como sin anestesia en cada uno de los cuadros en que les toca aparecer. Por contraste, todas las veces resalta la dulzura de Liv Ullman, la fresca juventud de Julia Dufvenius (Karin), y logra que la mujer muerta vaya imponiéndose como una presencia serena en la calma belleza de su retrato. El extremo más notorio: cuando Johan va al cuarto de Marianne a pedirle dormir con ella, la mujer se despoja de sus ropas en un contraplano oscuro que no sólo vela absolutamente su desnudez sino que la envuelve en una suerte de delicado manto. Johan, en cambio, emerge de la sombra sin ropas a una luz fría y precisa que dibuja su esqueleto retorcido, su vientre caído, su sexo inerte.Esto sucede cuando ya el trayecto en espiral, desenvuelto a lo largo de los duetos anteriores, ha aplicado el revelador hasta llegar no sólo a lo esencial sino también a lo irreversible. En una escena clave y fronteriza, Karin interpreta la zarabanda de la Suite número 5 de Bach en el chelo; el sonido dramático de esa danza, que da título a la película, habilitará el paso a las siguientes, las de “cirugía mayor”.
La que atañe a los hombres, a los que se reserva una doble y equivalente violencia. Todo el poder destructivo de esos dos (padre, e hijo-padre) aterriza en sus propios cuerpos, el de Henrik en su sangrienta automutilación, el de Johan en su desnudez anciana y expuesta. Esto eres, una carcaza patética, parece arrostrarle la película a ese viejo terrible, ese padre, el padre según Bergman, en la etapa terminal de su paternidad y su virilidad.
Las mujeres sí pueden zafar, liberarse, e irse de allí es la forma que asume la liberación, aunque aun desde la ausencia total de la muerte Anna puede velar por su hija, y Marianne emprender el camino de reencuentro con la suya. El mundo femenino se cierra así –se abre– en el cuidado y en el abrazo. Ese abrazo alcanzó, de todas maneras, para abarcar el desamparo final del viejo macho derrotado. La escena más cruel de Sarabanda es también la que concentra la mayor carga de ternura. O de compasión. Liv Ullman cierra el círculo que abrió en su llegada con la calma, asexuada, maternal admisión del castigado en su protectora proximidad. Los hombres podrán destruirse y no perdonarse entre sí, pero las mujeres pueden hacerlo por ellos. Quizá esa sea la única, según Bergman, forma de la salvación.
http://www.brecha.com.uy/ShowNews.asp?T ... dEdition=3
LAS HOJAS MUERTAS

Regresa Bergman a la historia de Johan y Marianne, aquel matrimonio que desveló sus más íntimos secretos ante una cámara hace tres décadas. Prescindiendo de cualquiera de los oscuros simbolismos que impregnaban sus films precedentes, en un tono directo y explícito, el más original de los cineastas modernos mostraba en seis episodios la violencia y la degradación que sufría la relación de una pareja acomodada. Sólo aparentemente, el paso del tiempo se revelaba al fin como instancia superadora de todas las contradicciones. Johan y Marianne, convivieron, se vieron en más de una ocasión, pero no se encontraron nunca. Enfrentamiento y reflexión se alternaban en una estructura carente de progresión dramática, arquetipos de un pesimismo existencial siempre presente en la obra del gran director, enraizado en una tradición que, tal y como afirmaba la crítica contemporánea, identificaba el conocimiento a una forma de condena.


Las crisis de las relaciones humanas, y en particular, los conflictos de pareja, ya predominantes en los clásicos del teatro escandinavo (Ibsen, Strindberg) han pesado sobremanera desde los años setenta, desde Secretos de un matrimonio (primero serie de televisión, después película) Su influencia en aquel entonces fue del todo considerable, superando los vastos límites de la cinefilia y actuando como motor de discusiones terapéuticas por el poderoso efecto espejo que causó sobre sus espectadores. Entonces como hoy, Bergman sigue siendo un referente, un maestro más que un modelo a seguir: cineasta del instante, cada una de sus películas se constituye como una reflexión de sus héroes caídos, en el momento y en el estado presente.


Hoy, en Sarabanda (denominada por Bergman como "concerto grosso para cuatro instrumentos") Marianne, treinta años después, pretende un acto de contrición ante la cámara, recordando su última visita a un Johan rico y misántropo, en un monólogo dirigido fuera de campo. Una mesa atestada de fotografías documenta el pasado de ambos. En manos de otro director, Sarabanda podría haber devenido en un poema lírico, por las implicaciones lógicas de un reencuentro senil, la melancolía de un tiempo pasado con todo idealizado, la reconciliación a través del perdón; pero en el atormentado universo de Bergman era previsible que nada de esto aconteciera en absoluto. Estructurada en diez breves actos, Marianne es el catalizador de los enfrentamientos personales entre Johan y Henrik, hijo de un matrimonio anterior, y de éste con la joven Karin, su hija.


El sufrimiento moral, espiritual, sigue rondando a los personajes, cubiertos por su negra sombra. La maestría absoluta de la puesta en escena, la precisión de la interpretación de los actores es una cámara de resonancia de la amargura que destila el verbo cruel, que impregna conversaciones fragmentarias, desdicha y afectos enfermizos.


Antiguos amantes que olvidaron ya en Secretos de un matrimonio el sentido primero de la palabra que en alguna ocasión hubo de definirlos: amante, aquél a través de quien el amor se manifiesta. Extrañamente ajenos, ni Johan ni Marianne saben amar, como confesaban al final de su historia precedente. Inolvidable es hoy la secuencia del anciano aterrado en "la hora del lobo" por el augurio de una muerte cercana, que se refugia junto al cuerpo desnudo de su otrora esposa. Ni siquiera en ese instante es posible el afecto; del mismo modo en que no lo fue en la secuencia idéntica que cerraba el drama predecesor. En aquella ocasión, era Marianne quien se veía sobresaltada en mitad del sueño, cuando en lugar de piernas, sus muñones le impedían alcanzar a Johan,


La densidad psicológica de los encuentros entre ambos es, al igual que antaño, la expresión de un monólogo interior, egoísta, narcisista, carente de actitud de escucha; Distinguir a la bestia del hombre es tarea harto difícil en el enfrentamiento que se produce entre padre e hijo.


Sólo la fotografía de Ana, la esposa fallecida de Henrik, que surge con frecuencia en varias escenas del film, ocupa el lugar de la convivencia posible: Ana hacía posible los afectos, pero hoy sólo queda su imagen, que tiene el peso de un icono, hipostasiado no por su significado sino por su valor cultural. Imagen adorada por todos, objeto de culto, el dolor por su pérdida hace de esa imagen una presencia animada, dotada de toda la humanidad que al resto les ha sido arrebatada.


La áspera opacidad del sufrimiento se manifiesta de modo brutal en la imagen terrible de Martha, -una de las dos hijas de ambos-, sentada inmóvil sobre el lecho que ocupa en una institución psiquiátrica. Porque Johan y Marianne nunca fueron capaces de reaccionar en proporción a los hechos. Las lágrimas de la confesión aterradora del cierre de Sarabanda nos devuelven a la pesadilla de Marianne, donde se lamentaba de no haber querido nunca a nadie (y de no saberse querida)

Con todo, en el cine de Bergman se consolida el enunciado que afirma que la verdad de la obra es superior a la de la experiencia. Una danza renacentista, lenta y lasciva, da nombre a una obra mayor que condensa todos los fantasmas del cine de Bergman, tenebrosa materia que el maestro ha sabido esculpir en el tiempo. Sarabanda es el trágico muestrario de una cosecha envenenada, en palabras de la poetisa Anna Ajmátova, "Como en el pasado florece el futuro, en el futuro se pudre el pasado, -siniestra fiesta de hojas muertas-."


Esmeralda Barriendos
http://www.zinema.com/criticas/esmerald/saraband.htm
ENTREVISTA AL ACTOR ERLAND JOSEPHSON SOBRE SARABAND

Bergman y Josephson sellan con 'Sarabanda' su final creativo
El cineasta sueco retoma la historia de 'Secretos de un matrimonio'
ELISA SILIÓ - Madrid
EL PAÍS - 04-03-2005



El actor Erland Josephson, en Madrid. (BERNARDO PÉREZ)

Es todo un ritual. Cada sábado, el actor Erland Josephson (Estocolmo,
1923) habla por teléfono de lo divino y de lo humano con su gran amigo Ingmar Bergman, que a sus 86 años vive retirado en la isla de Gotland (Suecia). El sábado pasado Josephson tenía pensado comentarle la calurosa acogida que tuvo hace unos días en Madrid su película Sarabanda, estrenada en la televisión sueca en 2003. El pase -a la espera de su exhibición comercial en España- tuvo lugar en la residencia del embajador de Suecia y asistió como principal invitado Josephson, que protagoniza junto a la noruega Liv Ullman esta continuación de Secretos de un matrimonio (1973). "Es el grande finale de Bergman y probablemente el mío. Estoy ya muy
mayor", explica en un perfecto inglés el actor, que atraviesa por un
delicado estado de salud, pero muy lúcido de mente. Tras estrenar Fanny y Alexander, Bergman aseguró que no volvería a dirigir, pero no ha sido así. Josephson protege a su amigo: "Ha cumplido. No ha hecho cine, sino televisión que luego se ha llevado a la gran pantalla".
"Sarabanda es una película muy personal que se abre a los problemas de comunicación de las personas. Con ella se pone fin a muchas de las ideas de Bergman, de su filosofía", argumenta Josephson. "Gracias a él he
encontrado cosas en mí que no conocía y me he sentido su elegido", dice con rigor. No en vano se ha puesto a las ordenes de Bergman en, entre otros, Rostro, Gritos y susurros y Fanny y Alexander. Además escribieron juntos ¡Esas mujeres! (1964), una comedia con la que estaban convencidos que iban a hacer una fortuna. No fue así.
Secretos de un matrimonio se despide con la separación de Johan y Marianne y Sarabanda arranca con su reencuentro 30 años después, cuando ella, madura y cariñosa, se presenta en el refugio en el bosque donde vive él. Johan, pueril y narcisista, mantiene una tortuosa relación con su hijo Henrik (Börje Ahlstedt), un músico retirado, al que humilla mientras se desvive por la hija de éste (Julia Dufvenius). "Sarabanda es un largometraje completamente separado de Secretos de un matrimonio. No hace falta ver la primera para entender la segunda. Aunque evidentemente son los mismos protagonistas y el mismo director, y eso tiene que notarse", prosigue su reflexión. Sarabanda -título que hace alusión a una suite para violoncelo de Bach- se divide en 10 actos y en cada uno tan sólo aparecen dos personajes en un espacio opresivo. Rodaje muy rápido
"Bergman concibió la película para la televisión en digital y ha sido toda una sorpresa que se pasase al cine", asegura. "¿Por qué no pensó en ello desde el primer momento? Es un guión típico de televisión. ¿Quién iba a decir que tendría tanta audiencia una historia tan pequeña? La verdad es que a mí me gusta más en una gran pantalla. Tampoco yo confiaba porque no es una comedia o una película de acción", continúa el artista, que en estos momentos escribe una obra de teatro que, como en otras ocasiones, no
interpretará. "Bergman y los actores nos conocemos muy bien por lo que todo en el rodaje es muy rápido. No tenemos que hacer un análisis de la escena antes. Sólo aprendernos el guión", recuerda Josephson. "No he visto grandes diferencias con otras películas pese a su edad. Rodamos durante cuatro semanas". Lo cuenta con cariño, aunque los chismes del set van en la otra dirección. Bergman lanzó un mensaje en una botella a Ullman, su ex compañera sentimental de la que se separó hace 35 años, porque no quería hacer un desnudo integral. Afortunadamente erró y entre carcajadas la persiguió por el set. Al final la solución fue salomónica. Liv, de 65 años, aparecería desnuda pero en penumbra y Erland como vino al mundo a plena luz.
El pasado octubre se supo que Bergman tenía una hija secreta de 45 años con la que ha escrito un libro, Tres diarios, en el que cuentan su
relación. Pese a esa breve aparición pública la vida del realizador es
propia de un ermitaño: "De salud está bien y tiene un gran sentido del humor. Dice que en la isla echa de menos a los actores. Lee, escucha música y está escribiendo. Cada sábado le pregunto: '¿De qué estás escribiendo?' Y él no suelta prenda: 'No, no, no". Quizás un sábado de estos se anime a hablar.


http://www.elpais.es/articulo/elpcinpor ... cin_11/Tes
CINEISMORECOMIENDA
SARABANDA
(Saraband)
Suecia, 2003



Dirigida por Ingmar Bergman, con Liv Ullmann, Erland Josephson,
Börje Ahlstedt, Julia Dufvenius.




Qué privilegio para el artista, envejecer con dignidad, con plena
lucidez y sus facultades creativas en actividad. Bergman tiene 86
años, una filmografía de unos 60 títulos para cine y televisión e
infinidad de puestas teatrales, y a pesar de haber anunciado varias veces su retiro, con cierta periodicidad sigue entregando nuevas
creaciones. En esta última, vuelve sobre la pareja que había filmado exactamente treinta años antes en Escenas de la vida conyugal,
aunque no la entiende como una secuela sino que se revela como una obra independiente. La pareja que no se ha visto durante muchos años se reencuentra y restablece una relación que, naturalmente, ya no será la misma. Tampoco Bergman lo es: lo que antes se había constituido en una despiadada radiografía de las relaciones conyugales se transforma hoy en una comprensiva mirada sobre los temas más esenciales del hombre y las causas de la angustia humana de todas las épocas: el amor, la pareja, la muerte y, sobre todo, las relaciones entre padres e hijos. Y por supuesto, en Bergman no podía faltar el momento para la iluminación de la fe.
Sarabanda remite desde el título a la forma musical. Las suites barrocas para orquesta o instrumento solista están formadas por varios números o momentos musicales, que derivan de antiguas danzas. Una de ellas es la zarabanda, que originalmente era una danza para dos bailarines. Bergman reúne en su film a cuatro personajes: Johan y Marianne, separados hace muchos años; el hijo de él, Henrik, y la joven hija de Henrik, Karin. Estructura este encuentro en varios momentos, como una suite: un prólogo y un epílogo a cargo de Marianne, y diez sucesivos números ejecutados cada uno por dos personajes. Ambos entablan un diálogo, a veces un duelo, de manera encadenada: el feliz reencuentro Marianne-Johan; una primera
aproximación entre Marianne y Karin, reveladora de la naturaleza de la relación de Karin y su padre –quien busca reemplazar a su esposa con su hija–; la brutal, feroz discusión entre Henrik y su propio padre; la imposible mediación de Marianne ante Henrik.

En el sexto encuentro, comienza la segunda serie. Y en uno de los momentos claves, Karin ejecuta en chelo la zarabanda de la dramática quinta suite de Bach. En toda la historia pesa el recuerdo de una gran ausente: Anna, la madre de Karin, quien ha muerto dos años antes y sigue presente en el corazón de todos los personajes. Ella es la que posibilita la aceptación de unos y otros, y quien con sus gestos de amor ha generado la posibilidad de comunicación. En cada encuentro Bergman desnuda a sus personajes, y este desnudo no es sólo metafórico; sin embargo, el director quita las máscaras con cierta benevolencia, con una madura comprensión y compasión por las miserias humanas: amor-odio, resentimiento-reconciliación, poder-dependencia, están tratadas por el mejor Bergman.

Es este un film que parece provenir del pasado, una obra clásica en medio de tanto cine moderno de espectáculo, más cercana a Dreyer que a Antes del atardecer, con la que aparentemente podría tener algunos puntos de contacto. Pero aunque ambos films estén apoyados en los diálogos,
la obra de Bergman es una lección de cine, que Linklater no llega a articular. Cada movimiento, cada número musical tiene un particular tratamiento visual, una fotografía propia, una distintiva composición de cuadro: el primer encuentro (el único en semi-exteriores, no olvidemos que ésta es una pieza de cámara) toma a Marianne y Johan juntos en planos secuencia; el diálogo entre Mariannne y Karin varía entre el plano-contraplano, con una dramática iluminación lateral para el momento del dolor que recuerda a Rembrandt, y un relajado plano compartido entre risas para las confidencias mutuas; por fin, el último y conmocionante encuentro entre los ancianos presenta duros contraluces. Bergman es un exquisito compositor de planos, y sabe como pocos trabajar con "la magia de la luz" como él la ha llamado. La película está grabada en video digital, originalmente para la televisión, y la copia que hemos visto no es por lejos la ideal: algo quemada, oscura y enrojecida. Ojalá podamos ver otra mejor. ¿Un testamento? Esperemos que no lo sea, pero el film resume los temas y motivos de tantos otros anteriores del autor sueco, que algunos lo han tomado por tal.

Encontramos referencias –algunas literales, otras sugeridas– a muchos de sus títulos famosos: Cuando huye el día (inevitablemente), Sonata de otoño, Luz de invierno, La hora del lobo, Después del ensayo, Gritos y susurros, Escenas de la vida conyugal están evocados por momentos o resumidos, ya fuere por el tratamiento o por el tema: el paso del tiempo, el padre tirano, la enfermedad y la muerte. Bergman ha capitalizado la sabiduría que da la vejez, se ha despojado de todo elemento superfluo o aleatorio para quedarse con la esencia del hueso saturnino.


El cineasta tampoco ha perdido la mano con los actores. Liv Ullmann y Erland Josephson siguen transmitiendo estupendamente todo el dramatismo de su relación, y la nueva revelación es la joven Julia Dufvenius como Karin.
En un mundo de culpas y expiaciones, las mujeres son una vez más las redentoras de los hombres, presos de su odio y resentimiento.
Josefina Sartora

Enviá tu crítica al Foro

http://www.cineismo.com/criticas/sarabanda.htm

Un saludo

PD Enlaces en DXC sobre la película

viewtopic.php?t=43578&highlight=saraband

viewtopic.php?t=33787&highlight=saraband
Los directores que me enseñan a pensar me resultan admirables...
Los que trafican con mi pensamiento vendiendolo al mejor postor, sólo consiguen que desprecie toda su obra...
(Anónimo de principios del Siglo XXI)

Avatar de Usuario
TOTEM
Mensajes: 183
Registrado: Sab 10 Jun, 2006 18:29

Mensaje por TOTEM » Mar 26 Dic, 2006 19:55

Esto es espectacular Alegre!! Recién me percato que existía este hilo y lo he disfrutado de verdad. Gracias por tu trabajo.

alcayata
Mensajes: 305
Registrado: Jue 18 Nov, 2004 01:00

Mensaje por alcayata » Jue 28 Dic, 2006 18:05

Yo queria decir algo, pero temo que Alegre lo haya dicho todo. O casi, porque con Bergman, el cine, nuestro cine se hizo culto y se hizo clasico, y como su autor ,perdura. Parecen verdades de Perogrullo. Pero es así.

Avatar de Usuario
[B][E][A]
Mensajes: 30
Registrado: Sab 19 May, 2007 23:43
Ubicación: Desubicada

Mensaje por [B][E][A] » Jue 24 May, 2007 01:34

Pues yo lo siento, pero esta peli me decepcionó un poco. Había visto hacía unos meses la maravillosa "Secretos de un matrimonio" (película que, por cierto, es perfecta en todos los aspectos. O en casi todos...) y me esperaba algo "mejor". No estoy diciendo que "Saraband" sea mala; de hecho, Bergman siempre será Bergman y es una de las películas más buenas que he visto (del poco cine que he visto...). Pero vaya, que prefiero la antecesora ya citada. No sólo por el ritmo, sino por los diálogos, que me parecen más acertados. El montaje también me parece mejor en Secretos... aunque todo esto lo digo de memoria y quizá me equivoque; habrá que hacer un nuevo "videado". :P
Bueno, no tengo más tiempo para escribir, y ya sé que hacer una crítica así es un poco ridículo, pero quería hacer constar un poco mi opinión para ver qué comenta la gente por aquí. :P A ver si otro día me lo puedo currar más y puedo desglosar las dos pelis... ¡Hasta otra! :)

Avatar de Usuario
FLaC
Se alquila
Mensajes: 3079
Registrado: Vie 20 Jun, 2003 02:00
Ubicación: Left in the middle of fucking nowhere

Mensaje por FLaC » Mié 27 Jun, 2007 02:24

Saraband... película perfecta para disfrutar durante los meses de estío.
La canícula que afecta a las neuronas, reblandeciéndolas y dejándolas sin utilidad ninguna, hace que solo se puedan disfrutar durante este tiempo películas como la que nos regala el maestro sueco.
Es una película dura, de biorritmos lentos. La parsimonia, los silencios hacen que el espectador se encuentre cómodo, porque tiene el tiempo suficiente como para ir asimilando todo lo que la película ofrece (y ojo, es mucho). COmo siempre, Bergman, se centra en las relaciones familiares, tampoco va a venir a descubrir América a estas alturas. Pero, como he disfrutado esta tarde viendo cine "a dos por hora". Gracias, Ingmar.