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James Mottram
El Universal online
Ciudad de México
Lunes 26 de septiembre de 2005
Puede ser que Tim Roth sea un hombre de familia de 44 años de edad y con una nominación al Óscar en su currículum. Sin embargo, todavía hay en él muchos rasgos de su personalidad punk.
Durante su juventud era posible encontrarlo en Camden, en el sitio de mala reputación, The Music Machine, gritando “mata a los hippies”. En la actualidad, con unos jeans puestos, botas pesadas Doc Martens y un abrigo color verde oscuro, el ser punk se trata de una actitud y no de una apariencia.
Asistió a la escuela de arte, Camberwell, antes de hacer teatro en pubs ingleses y de realizar una audición para la película de Alan Clarke, de 1982, “Made in Britain”. Al obtener el papel del siniestro skinhead llamado Trevor, Roth personificó a los jóvenes desilusionados -que reciben seguro de desempleo- de la era de Margaret Thatcher, para quienes la frase “sin futuro” representaba algo más que la letra de una canción.
En el drama “Meantime”, de 1984, de Mike Leigh, sobre el desempleo, protagonizó un papel similar al lado de Gary Oldman y Phil Daniels. Si lo que lanzó su carrera, en 1992, fue personificar al policía encubierto, bañado en sangre, de la película Perros de reserva de Quentin Tarantino, lo que lo definió como actor fue caracterizar personajes semejantes para Clarke, Leigh y Stephen Frears (como malhechor en La venganza). “Fue una excelente manera de sobresalir”, admite.
Como Oldman, Roth no tiene sucesor en la generación subsiguiente de estrellas británicas. Él es, como el mismo lo describe, parte de “la última hornada”. Con esta frase se refiere al tipo de actuaciones con conciencia política que fueron apoyadas por la BBC y el Channel 4 en los ochenta. Pero también podría referirse, con facilidad, al tipo de actor que ya no existe en la cultura costosa de celebridades que nos ha absorbido. Para interpretar el papel de Colin en “Meantime”, no se bañó durante 14 semanas y viajó en el metro de Londres, como Trevor, para preparase para “Made in Britain”.
En su tiempo, Roth “se confundía” -como el mismo lo afirma- al protagonizar Van Gogh en “Van Gogh” de Robert Altman y al cantar para Woody Allen en Todos dicen que te amo. Ha actuado en metrajes muy diversos: desde el ingenio atrevido de Rosencrantz y Guildenstern han muerto de Tom Stoppard, hasta las tonterías teatrales de Rob Roy, film por el que fue nominado al Óscar, en 1996, como Mejor Actor de Reparto. Pero, principalmente, ha participado en un sinnúmero de “películas de chavos rudos”: como asaltante en Pulp Fiction de Tarantino, gangster ruso en “Little Odessa” y pandillero judío en Hampones.
Su debut como director, en 1999, con el drama sórdido sobre abuso infantil, Zona de guerra, representó un gran cambio en su carrera al dejar atrás su personaje experimentado en la vida callejera, de la pantalla grande. No había actuado en dos años. “Tampoco lo extraño”, afirma. “Me olvidaría de la actuación, si pudiera darme el lujo”.
A pesar de que Zona de guerra fue premiada como la Mejor Ópera Prima Británica en el Festival de Cine de Edimburgo, Roth aún tiene que perseguir su interés con ahínco. Ha tenido que enfrentarse con las realidades de ser un actor y un director inflexibles, en un era donde el récord taquillero lo es todo. Cuenta con una adaptación del Rey Lear realizada por Harold Pinter, que le gustaría filmar. “Es muy difícil de hacer”, se lamenta con un suspiro.
Arte y altibajos
La mayoría de las cosas que ha realizado desde Zona de guerra han sido o salvajemente esotéricas (Invencible de Werner Herzog); o no han sido exhibidas, por fortuna (“Lucky Numbers” de Nora Ephron); o muy poco vistas (Matar a un rey, en la que protagoniza a Oliver Cromwell).
Su principal película realizada en estudios, la “reimaginación” de Tim Burton de El Planeta de los Simios, fue, difícilmente, una propaganda de su talento, por el hecho de estar disfrazado con el maquillaje de mono. “Sé que la película no fue muy bien recibida”, afirma, “¡pero me la pasé muy bien durante el rodaje!” Pasar todo el día vestido de simio fue “una manera excelente de conmocionar al sistema”, afirma. “El trato que te dan es el mismo que reciben los extras. Realmente te esfumas, que es lo que se supone que debe hacer todo actor. ¡Te vuelves totalmente invisible!”
Roth admite que su trayectoria en la pantalla se ha convertido en un obstáculo para trabajar con directores como Ken Loach. “Es uno de mis héroes, en parte soy actor por él”, afirma. “Pero la fama se atraviesa en mi camino. Tengo que fracasar y desaparecer de la faz de la tierra durante 10 años para poder trabajar con Ken Loach”.
Con nerviosismo toca madera en la mesa que está frente a él. “A eso se le llama buscar problemas, ¿o no?” De este modo, ¿se las ha arreglado Roth para encontrar un interés renovado en la actuación? “Más o menos. Sigo intentándolo. He estado leyendo algunas historias muy interesantes y bizarras”.
Roth ha trabajado con directores como Wim Wenders, John Sayles y Walter Salles, como actor de reparto. “Es un lujo protagonizar un camafeo”, argumenta. “Para cuando llegas al set, el equipo ya ha decidido todo”. La película Agua turbia, de Salles, se basa en el éxito taquillero japonés, de 2002, de Hideo Nakata: una historia escalofriante sobre una madre y su hija joven que se cambian a un departamento dilapidado. Describe al elenco como “un buen grupo de actores”.
Jennifer Connelly protagoniza el papel de la madre; su viejo amigo, Dougray Scott, es el ex esposo de ella; Pete Postlethwaite caracteriza al portero del edificio del departamento y John C. Reilly a un agente asqueroso de bienes raíces. “Me encanta”, afirma Roth. “Es como un gran oso de peluche”. Roth personifica al abogado divorciado de Connelly, Platzer, un hombre amable cuyo automóvil funciona como su oficina temporal, con todo y fax en el asiento del pasajero. Platzer es un cruzado moral en una ciudad de leguleyos.
Conciencia política
Este año, Roth también hará el papel de un detective que intenta rastrear al actor cowboy extraviado de Sam Shepard en la película de Wenders, “Don't Come Knocking”. Su otra caracterización nueva será interpretar al demagogo de Internet, Mitch Paine, en el thriller político de John Sayles, “Silver City”. La película sigue la campaña turbia realizada por un senador inarticulado (Chris Cooper), que desea ser el gobernador de Colorado. Roth protagonizará al ex editor de un periódico alternativo propenso a crear teorías de conspiración.
Roth cree que es vital que se haga un espacio en el cine para la política. “Es un error pensar que no tenemos voz, porque sí la tenemos. Algunas de las mejores cosas que salieron de Inglaterra fueron realizadas durante la era de Thatcher, cuando la dama de hierro reprimía las artes y destruía los sindicatos”.
El ex clima político de Inglaterra animó a Roth a vivir en Estados Unidos. Su intención era quedarse por un par de meses, pero el país se ha convertido en su hogar desde entonces. Inconforme como es, no está contento del todo. “Actualmente, desprecio Estados Unidos”, dice Roth. “No a la gente sino al gobierno”. Describe a Bush como “un loco religioso radical de derecha”. ¿Extraña Inglaterra? “Extraño mucho algunos aspectos. Pero paso bastante tiempo allá y veo al país desde un punto de vista positivo. Disfruto las cosas buenas y después me marcho”.
Vive en California con su esposa, Nikki Butler, una diseñadora de modas que conoció en el Festival de Cine de Sundance. Se casaron en Belice en 1993, mientras Roth realizaba la película para televisión de El corazón de las Tinieblas de Conrad, dirigida por Nic Roeg. Ambos tienen dos hijos, Timothy Hunter y Michael Cormac. Roth también tiene un hijo de 22 años, Jack, de su primer matrimonio, que duró muy poco.
Admite que le es difícil dejar a sus retoños cuando tiene que filmar. “En un nivel muy básico, tengo que tener con ellos esta conversación: ‘me voy mañana y los veré dentro de tres meses’. Para un niño pequeño, eso representa una conversación complicada, pero mis hijos pueden entender. La ventaja de todo esto es que no es como si trabajara en una tienda, donde entro a las nueve en punto por la mañana y regreso a casa a las cinco. También cuento con mucho tiempo libre, que paso con mi familia. Para mí eso es un lujo”.
Roth muestra sus sentimientos hasta aquí. Pero, al hablar sobre el “legado” que dejará, evidentemente, se preocupa por lo que pensarán sus hijos, o piensan, de su trabajo. “Hay muchas películas que he realizado que no deseo que mis hijos vean, que no me gustan”, afirma. “A menudo haces malas elecciones. Es una apuesta. Y se queda ahí para siempre. Y mientras que una película dure, estará ahí; mientras que un DVD dure, ahí estará. Yo no. Yo estoy aquí de paso y por un momento específico. Así que es como un juego de apuestas”.
El futuro inmediato parece menos riesgoso. Se reunió apenas con el escritor de “Made in Britain”, David Leland, para una adaptación del Decameron de Giovanni Boccaccio y terminó la historia sobre apuestas, “Jump Shot”, con Danny DeVito y Kim Basinger. Posteriormente, hay una versión debatida de La casa de muñecas de Henrik Ibsen, dirigida por la ex musa de Bergman, Liv Ullmann, y rumores que afirman que se reunirá con Quentin Tarantino. “Creo que hay algo que Quentin quiere que haga”, afirma, con cautela. “Pero no sé cuándo va a hacerlo”. ¡Sé lo que es, pero no voy a decirlo!” No es un gran secreto.
Otro de los actores del elenco de Perros de Reserva, Michael Madsen, ha sido citado diciendo que los tres hombres se juntarán en la película, “Inglorious Bastards”, de larga gestación, sobre la Segunda Guerra Mundial al estilo Doce del patíbulo.
La última vez que él y Tarantino trabajaron juntos fue cuando Roth protagonizó a un botón desafortunado en la película dolorosa, Cuatro habitaciones, hace una década. Aún son buenos amigos y, cuando Roth tiene la oportunidad, también se reúne con sus amigos “caninos”. “Es algo agradable”, admite, “aun cuando hemos envejecido”. Pero evita salir vestido de traje negro, con camisa blanca y corbata delgada. Parece que otros lo hacen por él.
“Estaba una vez en un bar de Nueva York en la víspera de Todos los Santos, y un montón de gente llegó disfrazada como los personajes de Perros de reserva. Un par de tipos me caracterizaban, ¡eran bastante guapos!” Una acción que parece complacer al punk pálido, que lanza una risa de ironía. Roth podría huir asustado de los reflectores, pero no puede resistirse a aumentar su ego por casualidad.
- The Independent
- Traducción de Odette León
http://www.eluniversal.com.mx/notas/307113.html
Un saludo