Mensaje
por misinasa » Lun 06 Feb, 2006 03:17
Laurística también publiqué algo a raíz de la visión de Notre musique, te lo dejo.
CÁMARA INQUIETA
¿Qué es el cine? “El cine es el arte de la mentira”, dirá un personaje de un filme de Godard (1). La cámara convoca en torno a ella un conjunto de cosas, cuerpos, que intentan, torpe o sabiamente, llamar la atención. Una película es un texto y su cuerpo de celuloide es su tejido. No parece, en principio, que se puede llegar más lejos, penetrar el alma de las cosas y las personas. El conflicto del cine es el conflicto entre nuestra piel y nuestra alma, ambas marcan el mismo límite. Se podría escribir un largo ensayo sobre esto, Jean-Luc Godard prefiere filmarlo. Esta es su preocupación principal.
Ya no hay personajes creíbles ni historias que contar. La crisis del cine como arte narrativo es la crisis del mundo. Un mundo empeñado en convencernos de que el cuerpo es más de lo que es y el alma apenas existe. Un mundo colonizado, amenazado, invadido, vigilado. Lo decía, Swedenborg: “El infierno no sólo existe, sino que está aquí” y así se retrata en Notre musique (Nuestra música, 2004). El infierno está lleno de ruido, de metralla, de cuerpos caídos, sufrimiento y sangre. No hay nada que demostrar, ninguna imagen que añadir o filmar, hay una inflación de testimonios visuales que lo muestran y Godard sólo tiene que montar. El purgatorio, que es el mundo que habitamos, exige, sin embargo, una recreación, una puesta escena. Aquí no sólo escenifica, sino que Godard asume delante de la cámara su propio papel. El interrogante ya ha dejado ser, ¿qué es el cine?, cuestión cada día más compleja, para pasar a algo más esencial: ¿qué significa una imagen? Los personajes se pasean con sus libros, recitan ceremoniosamente a diversos poetas y filósofos, casi incapaces de pensar por si mismos, se cruzan en aeropuertos y desaparecen. Son sólo sombras que dan conferencias, conceden entrevistas, comparten sus lecturas o dejan un rastro de ideas. El concepto de personaje hace ya bastante que entró en crisis en el cine de Godard. Al principio de King Lear (El rey Lear, 1987), vemos al escritor Norman Mailer firmando su contrato para la película. En una anónima habitación de hotel el personaje nos cuenta que va a reunirse con su hija (llega) y darle un beso en la frente (la besa). El realizador comenta que rodó esa toma dos veces mientras vemos la segunda toma y que Norman Mailer perdió el interés por el proyecto y lo abandonó. Godard filma y habla de esta renuncia, al fin y al cabo su película, que no es una adaptación de Shakespeare, va a rodarse sin guión. El único filme concebible actualmente sobre el drama shakesperiano consiste en buscar sus raíces, preguntarse si hoy día habría alguien capaz de asumir el papel principal. El tema es la búsqueda o la imposibilidad actual de una película sobre este drama. Los actores vagan perdidos preguntándose quién es su personaje. Lo escuchamos al principio: “Canon lleva anunciando durante año y medio aproximadamente la película de Jean-Luc Godard, “El rey Lear”. Nadie cree que la película llegue a rodarse algún día.”
Rodar, siempre rodar. “Quería hacer una narración. Y todavía quiero hacerla”, escuchamos sobre una imagen en negro en “Nouvelle Vague” (Nueva ola, 1990). No se trata únicamente de una frase de guión, ni de una declaración de intenciones. El personaje querría, efectivamente, contarnos su historia, pero es imposible. Repitámoslo: todas las historias ya han sido contadas de la mejor forma posible. La salvación del cine es destruir las viejas formas y construir otras nuevas. Lo anuncia una sombra en “Nuestra música”, frente a una ciudad devastada como Sarajevo: “la única esperanza es construir…Más que nunca nos enfrentamos a la nada.” Hace ya mucho tiempo que el cine de Godard tomó la forma de film-ensayo, que es una forma poco explotada de construcción cinematográfica. Se intenta recuperar la fe en la imagen enfrentándola a un torrente de ideas. Imagen y texto.
Conceptual que no técnicamente, el cine, liberado de su función narrativa, carece de territorio, respira libertad y se cree capaz de llegar donde quiera. Si se atreve a retratar el infierno, es capaz también de elevarse e imaginar un paraíso. Pero seamos realistas, el paraíso, hoy en día, no se reduce a un paisaje idílico. En Nuestra música”, el paraíso se trata de un territorio cercado, casi amenazado, vigilado por militares. En él reina el silencio. Apenas se susurra, escuchamos un mar laminoso. Un grupo de jóvenes juegan despreocupadamente. Una mujer, al que hemos seguido en el purgatorio, se dirige hacia un hombre. Es el tema eterno del cine de Godard, el difícil encuentro entre los dos sexos. Lo oíamos en Une femme mariée: Suite de fragments d'un film tourné en 1964 (1964), cuando él le dice a ella: “En el amor no se puede llegar muy lejos. Uno besa a alguien, lo acaricia pero al final siempre está fuera, como una casa en la que no se puede entrar”; o también en Je vous salue, Marie (Yo te saludo María, 1985), él le dice a ella: “¿Sabes?, los hombres creen que entran en una mujer.”En “Notre musique”, no hay palabras, ni falta que hace. El gesto, optimista, lo dice todo: en el paraíso godardiano, ellos, hombre y mujer, comparten la misma manzana.
(1) Oído en "Lámour", el episodio del film colectivo "Amore e rabbia".
¿Para qué hacerlo sencillo cuando es tan fácil complicarlo?
(Jean-Luc Godard)