hoy he vuelto a ver esta película, irreverente e inteligente, aunque difícil de abordar en algunos aspectos,

en principio da la impresión de que el nombre que da título a la película es sólo una excusa, la referencia al 11/9 que justifica el título; en realidad, el tema de la película es la experiencia de Rémy, viejo profesor universitario que, ante la inminencia de su muerte, toma conciencia de lo que ha sido su vida, en compañía de su hijo, su nuera, su ex-mujer, amigos y amantes -sólo hasta ahí llega el parecido con fresas salvajes-, en un ambiente entre nostálgico y festivo, con muchos golpes de buen humor, diálogos inteligentes y sutil ironía,

sin embargo, a lo largo de la película van tomando cuerpo las diferentes formas de invasión que amenazan la cultura occidental, y que su autor identifica acertadamente no con el terrorismo o las formas aceptadas de delincuencia, sino con aquéllas que desde su propio engranaje van contaminando el funcionamiento del sistema: la burocracia, los métodos mafiosos presentes cada vez más en las diferentes instituciones que vertebran la estructura social, desde la policía a los sindicatos, la indiferencia ante el estado de las cosas y sobre todo el poder del dinero, cuya presencia domina por completo las interacciones sociales, algo que queda adecuadamente plasmado en las relaciones cotidianas de los personajes,
lo que cuenta Denys Arcand es el fracaso de una generación anclada en los ismos, en los sueños utópicos que no han sabido llevar a la práctica, la nostalgia de un mundo que no llegó a existir, y la conciencia de su complicidad ante la invasión de la barbarie; en el fondo, ¿no somos también culpables por no haber sabido construir nuestra utopía y acomodarnos en nuestras pequeñas vidas burguesas?; el viejo profesor lo presiente; a pesar de su apasionado vitalismo se da cuenta de que su vida ha sido, en gran parte, inútil,

sin embargo, la mirada de Arcand no es meramente nostálgica o fatalista, afortunadamente nos concede un espacio para la esperanza, una esperanza que, a diferencia de la generación anterior, no se concreta en las grandes palabras o las utopías imposibles, sino en las pequeñas actitudes de cada día: el amor a la cultura que pervive en la figura de Nathalie -extraordinaria esta actriz, Marie-Josée Croze-, el esfuerzo aparentemente irrelevante pero lleno de sentido por encontrar un lugar en el mundo de la hija de Rémy o la actitud finalmente tolerante y llena de afecto de su hijo, algo que, a pesar de todo, ha sabido trasmitir Rémy, lo que le permite afrontar la muerte con dignidad y sin el peso de la derrota,

efectivamente, parece decirnos Arcand, la amenaza de la barbarie está presente, no conviene olvidarlo, pero también es posible la resistencia cotidiana a través de gestos insignificantes, en la práctica de la tolerancia, el acto mínimo de dar vida a un libro a través de su lectura, o el esfuerzo por la autenticidad, quizá también en el hecho de hacer una película inteligente o, me gustaría pensar, darle vida en doble acto de verla y reflexionar sobre ella,
la música exquisita, un repertorio que va de Bach a Françoise Hardy, que cierra la película con un hermoso canto de amistad -L'Amitié-, pasando por la magnífica música de Arvo Pärt -guía espiritual de Arcadia, para más señas-,
en fin, una grata sorpresa para comenzar el año,
salud
