
Bueno, pues yo sigo erre-que-erre. Aquí se estaba hablando de Hitchcock.
A mí, la verdad, me gusta Hitchcock. Es uno de mis directores “preferidos”, aunque tampoco diría que es un genio, ni que lo deja de ser.
Para mí, además ha tenido tres ventajas: Una, el acceso a sus películas me ha sido fácil, porque se han distribuido más que las de otros directores. Dos, que hay muchos y buenos estudios sobre este director, lo que me ha permitido, muchas veces, usarlo como campo de práctica para aprender algo de lenguaje cinematográfico (poco). Tres, que he de reconocer que a mí me va el “rollete” de la intriga y el suspense, que yo no digo que no sea evasivo, poco serio y todo lo que queráis… pero que relaja un montón y aligera mucho el coco. Y, oye, que epara eso somos animales onmívoros y lo bueno es comer de todo.
“Los Pájaros” no es la peli que más me gusta de él, pero yo creo que es bastante estimable y que tiene más fondo del que parece.
Os voy a transcribir, más o menos resumidamente, un análisis de una secuencia de “Los Pájaros”. Como no es literal (son notas que tomé mediante OCR de un libro que me prestaron, y entre unas cosas y otras tuve que meter mucha “morcilla”), no cito al autor, pero si alguno tiene mucho interés puedo facilitarle el nombre.
Recordemos que la peli empieza cuando Mitch va a una pajarería y, fingiendo confundir a Melanie con la vendedora, se interesa por una pareja de pájaros llamados “lovebirds” en inglés, parecidos a los canarios y que en el doblaje traducen como “periquitos”. Se muestra muy interesado en que la pareja no sea demasiado afectuosa, porque su hermana sólo tiene 11 años, y sería mejor que fueran “sólo amigos”.
Tras una serie de vicisitudes, Melanie termina comprando la pareja de pájaros y se presenta en Bodega Bay, para regalárselos a la hermana de Match.
La secuencia que se analiza “textualmente” es aquella que sigue al primer ataque masivo de los pájaros, que tiene lugar en la fiesta de cumpleaños de Cathy. Melanie y Mitch han hecho un aparte y parecen “enrollarse” bastante, lo que provoca las miradas de preocupación de la madre (Jessica Tandy) y de la maestra, que está enamorada de Mitch pero con él que no llego a nada por la oposición de la madre de él.
De improviso, los pájaros atacan a los niños que participan en la fiesta, y lo hacen con bastante saña. Los adultos les protegen y les recogen en el salón. Al final, ante la puerta abierta de la casa, están las figuras de Melanie y Mitch mirando hacia el cielo. La secuencia acaba con un travelling de aproximación focalizando la cara de dos niños, que asoman entre Mitch y Melani, mirando también hacia arriba con cara de susto e interrogación.
Tras el final del travelling, pasamos, por simple corte, a la secuencia siguiente. Se trata de una secuencia con dos escenas bien delimitadas.
La primera, comienza con un plano americano de la madre cerrando una cortina. Con lo cual, el plano de los niños mirando, y el plano de la cortina cerrándose, se suceden sin solución de continuidad. La madre echa la cortina sobre la mirada de los niños; tapa, por tanto, el interrogante que sus rostros expresan.
Además, la acción de “echar el telón” sobre la secuencia anterior, abre esta otra con un cierto aire de teatralidad. El efecto teatral persiste luego. Mitch y su madre se sitúan en una especie de “escenario”, desde el que miran al espacio fuera de campo inmediatamente delante de ellos. Un fuera de campo en el que se encuentra Melanie, desde cuyo punto de vista parece contarse esta primera escena familiar.
En el primer término de la escena hay una silla vacía, ocupando casi toda la parte inferior del encuadre. Silla vacía a la que parecen dirigirse en un primer momento, inequívocamente, las miradas y las palabras de Mitch. Lugar vacío, abandonado por el relato, pero claramente privilegiado por la puesta en escena. La importancia de la silla surge de su colocación dentro del encuadre. Habla, a un nivel eminentemente metafórico, de ese padre ausente en la familia Brenner.
Inmediatamente después, entra Cathy en escena con una cafetera. Su entrada en campo viene marcada por una serie de tres preguntas: ¿Por qué no se quedó la maestra a cenar? ¿Qué les pasa a los periquitos? y ¿Dónde pongo el café”.
No es difícil darse cuenta que con las dos primeras preguntas (sobre la antigua novia de su hermano y sobre los afectuosos “lovebirds”), la niña está preguntando sobre la pareja. La primera pregunta la responde Mitch con un pretexto. La segunda, la responde la madre, que cubre la jaula con un paño y contesta con ambigüedad: “Lo que a todos los pájaros”.
El gesto de el principio de la escena (correr la cortina “tapando” los ojos a los niños que miraban al cielo) y éste (cubrir la jaula con un paño para que la niña “no pueda ver”), es una rima de Hitchcock. Mediante esta rima, carga de cierto carácter sexual el ataque de los pájaros.
La tercera pregunta de Cathy sirve de transición a la segunda parte de la escena, con todos sentados en un tresillo alrededor de una mesa. Ahora, el lugar del padre ausente está ocupado por Mitch, que está de espaldas a la escena. La tres figuras forman un triángulo. El vértice inferior, en el primer término del campo, lo ocupa Mitch. Los otros dos vértices están más allá y son Melanie, situada a la izquierda de Mitch, y la madre, a la derecha. Mitch está en el lugar del padre, ocupando, gracias a la presencia de Melanie, un puesto que hasta entonces estaba vacío.
La escena discurre sobre los problemas que podría tener o no tener Melanie, en caso de abandonar la casa, y las educadas pero frías objeciones de la madre, intentado que se vaya cuanto antes.
De repente, la cámara focaliza en primer plano y con una angulación en picado a Melanie, para inmediatamente después mostrarnos, con un plano subjetivo (atribuible a la mirada de Melanie) a un gorrión al pie de la chimenea.
La discursividad del primer plano en picado es evidente: La ruptura de la angulación canónica provoca un desplazamiento desde el relato (conflicto madre/Melanie) al discurso; justo en el instante que antecede al inexplicable ataque de los pájaros.
Estamos aquí frente a una característica de la escritura hitchcokiana, por lo menos en sus últimas películas: De pronto, en el relato, hay una emergencia de lo siniestro, que adquiere categoría de sin-sentido. Es una significativa diferencia respecto al cine clásico, en el que al final todo servía para producir sentido. En el texto hitchcockiano, por el contrario, lo real irrumpe como cortocircuito del sentido…
Tras un plano medio en el que seguimos viendo mirar a Melanie, asistiremos a la terrible y devastadora irrupción de una tremenda bandada de pájaros que entra por la chimenea…
Bueno, el análisis sigue. Pero yo creo que, para dar la idea de que Los Pájaros no son tan simples, ya es suficiente.
(He intentado poner capturas para ilustrar la escena, pero como la tengo en DVD’s comprado no puedo utilizar el BSPlayer y no sé cómo hacerlo. Si lo logro, editaré el post otro día para ponerlas, pero se me ha ido una hora en el intento y he quedado bastante aburridita.)

Saludos a tod@s y, por favor, tranquilidad y buenos alimentos.