Volver sobre los mismos espacios, personajes, trama....., y lanzar una nueva mirada. Creo que es necesario. Este post es muy interesante. Mi relación con los remakes es tan difícil como la mayoría que han escrito aquí. Pero soy consciente de que gran parte de mi intransigencia reside en todo un poso cultural adquirido con el paso de los años del que, en principio, me siento orgulloso, pero que también acaba siendo un lastre que me llena de prejuicios. Por ejemplo, me es difícil cerrar un buen libro y disfrutar de una buena adaptación cinematográfica. Una manía que me ha llevado a despreciar hasta a
Max Ophuls. Después de leer
Lola Montes yo ya era demasiado intolerante para aceptar aquella película, pese a reconocer que estimo por encima a Max que a
Cecil Saint-Laurent.
Este filme, por ejemplo, aunque nos lo parece de algún modo, no se trata de un remake. Retoma unas lineas argumentales que, vía cine o literatura, habíamos sufrido o gozado previamente. Eso es todo. De esta forma, existe una pregunta que parece neutra, pero que no lo es en absoluto, sino que por el contrario no deja de tener una raíz personal: ¿Cuál es el original y cuál la copia? Salí de ver este filme preocupado. No me había gustado, pese a considerar que no dejaba de ser un extraño filme americano, y una rara pieza dentro del género de la ciencia ficción. Pero, tenía que reconocer que había leido dos veces la novela de Stanislaw Lem e indagado con lupa en el filme de Tarkovski (eso supone treinta o más visionados). Desde luego, salí de la sala buscando a alguien que no estuviera tan contaminado culturalmente, y se pronunciase sobre esta nueva mirada.
Pensemos, en un caso muy dispar. Algo que ya existía y, sin embargo, muchos descubrimos por primera vez a través del cine:
Frankenstein. La novela habla de un nuevo ser, compuesto de jirones de muertos. Es la imagen que uno puede sustraer de la novela de Mary W. Shelley. Y, sin embargo, pese a que nos moleste que alguien distinto a nosotros mismos nos lea en voz alta, porque solemos crear previamente un personalísimo imaginario difícilmente sustituible, el rostro de ese nuevo ser es, sin lugar a dudas, el de
Boris Karloff.

¿Original o copia?
Aunque sepamos que no es cierto,
Boris Karloff &
James Whale no parecen haber creado un remake de nada y, sin embargo, muchos consideramos su obra fuente original de una primera lectura.
Por esto, el problema de los remakes, no existe en realidad. O no debería existir. Lo que sí es cierto es que hay en funcionamiento algunas producciones temerarias de dudoso gusto o de un oportunismo barato. También es cierto que algunos de nosotros, que odiamos muchos remakes, consideramos igualmente la necesidad de volver a explorar los mismos senderos. Siempre hay momentos ideales para una nueva lectura, y un remake no debería ser más que eso. Por eso, está bien que Cronenberg reincida sobre un cuento de George Langelaan y realice
The fly, o que
Werner Herzog retome de forma personal los personajes de
Nosferatu o, incluso, ese retorno que
Philip Kaufman realiza habilmente en
La invasión de los ultracuerpos. Todos ellos sintieron el impulso de revisitar imágenes que probablemente amaban y sentimos que esa necesidad era muy digna porque obedecía a un nuevo imaginario que ellos poseían. Por esto, siempre es de agradecer y respetar, que perviva esa libertad de volver a mirar.
