Otro exponente del nuevo cine argentino
"Vladimir en Buenos Aires" (Argentina/2001). Dirección: Diego Gachassin. Con Pasha Kyslychko, Camila Mac Lennan, Mikhail Rojkov, Daniel Dibiase y otros. Guión: Diego Gachassin y Eva Poncet. Fotografía: Pablo Zubizarreta y Esteban Clause. Presentada por El Acorzado Producciones. Duración: 97 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: bueno
Dentro de la nueva vertiente de un cine argentino discutido, amado o repudiado y a veces sobrevalorado por algunos críticos y cinéfilos, no es fácil discernir entre historias que puedan interesar al público masivo y aquellas otras que se alejan, la mayor parte de las veces, de la línea clásica de lo que siempre fue la pantalla argentina. La discusión está abierta y continuará así, en materia tan opinable y subjetiva como el séptimo arte mismo, y dentro de ese conglomerado de jóvenes realizadores deberá sumarse ahora el nombre de Diego Gachassin, que desde sus comienzos como realizador de trabajos institucionales y publicitarios llegó, con mucho esfuerzo y poco dinero -otra de las constantes de este pomposamente denominado "nuevo cine argentino"-, a filmar "Vladimir en Buenos Aires", su primer largometraje.
La opera prima de Gachassin, nacida de una investigación para un documental acerca de las nuevas olas inmigratorias hacia nuestra ciudad, se fija en un inmigrante ruso que llega a la capital argentina tras la caída de la URSS convencido de poder comenzar con un nuevo empuje en su vida. Atrás quedaron los años de penurias bélicas, la pobreza y dos hijos que Vladimir desea traer a esta tierra para él nueva y deslumbrante. Pero la realidad es más concreta que sus sueños. Su valor y su dureza para poner en marcha un proyecto edilicio se enfrentarán a la burocracia, la hipocresía y la indiferencia de quienes lo rodean.
Albergado en una mísera pensión, Vladimir debe sobrevivir en una ciudad ajena y no tardará en sentir que este Buenos Aires tan añorado fue sólo una fantasía en su mente abierta a un promisorio futuro. Su proyecto -construir casas en cooperativa para albergar a los extranjeros carecientes de fortuna- va transformándose en utópico en un país en el que imperan la corrupción y la indiferencia. Como una luz intermitente, Vladimir se enamora de María, una prostituta compañera de pensión a la que él desea sacar de la calle. Con un trabajo de sereno, el inmigrante ruso, que tiene como único amigo a su compatriota Ilitch, con quien comparte noches de vodka y de saxofón, se verá involucrado en un crimen y, por esos extraños vericuetos de una justicia ajena a la realidad, conocerá la cárcel en pago de una acción de la que no fue culpable.
Melodrama
El film cae por momentos en el melodrama y se resiente por algunas reiteraciones de su guión, pero queda incólume en su propósito de reflejar una vida -espejo de muchas otras vidas- tan trágica como incomprendida. El realizador Diego Gachassin supo aportar, a pesar de las deficiencias apuntadas, una gran cuota de calidez y de veracidad a sus desamparadas criaturas. Vladimir, interpretado con gran convicción por Pasha Kyslychko, se convierte así en un ser marginado que se refugia en "Crimen y castigo", de Dostoievski, el único libro que posee, y de él toma una frase: "Cada uno de nosotros es culpable ante todos, por todos y por todo", cita que resume su historia de inmigrante sin destino. No menos interesante es la composición de Camila Mac Lennan, una tabla de salvación para Vladimir, en tanto que la labor de Mikhail Rojkov seduce por su íntima problemática. La fotografía en blanco y negro y la música, con temas de Duke Ellington, Consuelo Velásquez y Nautilius Pompilius, entre otros autores, apoyan con solvencia este film que, como todo ese nuevo cine argentino que nutre con fervor nuestras pantallas, puede rechazarse con energía o prenderse con apasionamiento al gusto de los espectadores.
Adolfo C. Martínez
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