Francia
Dirección: Patrice Leconte
Guión y diálogos: Serge Fridman
Montaje: Joëlle Hache
Diseño de producción: Ivan Maussion
Vestuario: Annie Perrier
Fotografía: Jean-Marie Dreujou
Elenco: Daniel Auteuil, Vanessa Paradis, Bertie Cortez, Jacques Vertan, Catherine Lascault, Natasha Solignac
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La chica del puente es una comedia romántica filmada en blanco y negro.
La belleza de esta obra proviene de la economía narrativa que ejerce el director - resuelve su historia en noventa minutos - y de la comunión que logran los protagonistas (Daniel Auteuil y Vanessa Paradis) ante la cámara.
Gabor y Adele recuerdan a personajes de la nouvel vague francesa. Le escapan a la objetivación, es decir, a ser apresados por un modelo que los caracterice. La humanidad es lo que cuenta en ellos. No tienen lugar fijo, hoy están en París, mañana en San Remo y pasado mañana en Estambul; duermen en un barco, un hotel o un dormitorio público. Gabor lleva con él un montón de baúles con elementos de trabajo (es lanzador de cuchillos) pero vive con lo puesto, como Adele.
Es absolutamente verosímil que su hábitat sea el mundo lúdico del circo y del music hall.
Las primeras secuencias del filme muestran esta deliberada construcción errática de los personajes. En un grupo de autoayuda Adele es interpelada por una profesional, con el ánimo de clasificar el mal que la perturba, pero con cada respuesta da la sensación de que Adele ha reformulado la pregunta y evita ser encasillada.
Adele y Gabor se conocen en un puente de París; ella intenta suicidarse pero él la rescata para ofrecerle algo casi tan efectivo como el puente para la muerte (pero más emocionante): ser el blanco de sus cuchillos en las presentaciones circenses.
La alegoría puede expresarse así: la muerte nos ronda a cada paso, por lo tanto el suicidio es para las personas como la redundancia para la escritura: inútil.
El blanco y negro de este filme es funcional al relato. A diferencia de la argentina 76 89 03 (Bernard y Nardini), o la española Morir (o no) (V. Pons), donde predominan los grises, el contraste marcado entre el blanco y el negro de La chica del puente remite a la manera en que la vida se presenta para Gabor y Adele: como un continuo fluir de experiencia, pura acción, nada planificable, decisiones permanentes, la vida del día como la vida del último día: blanco y negro, blanco o negro. Actuar, en cierto sentido, efectivamente implica ser extremista, hay que reconocerlo.
El apego a la suerte que tienen los personajes también resulta un ingrediente alegórico por demás logrado. Cuando Adele apuesta en la ruleta, lo hace siempre por el mismo número. No se trata de un cálculo matemático ni de una fórmula infalible para ganar, simplemente es el número que acuerda con Gabor. El amor los potencia hasta el punto de manejar los hilos de la suerte. Tanto es así, que en el espectáculo que montan él tira los cuchillos sin mirar. Adele sufre cortes ínfimos a veces, pero se curan con un pequeño apósito. Convengamos en que cualquier pareja suele tener desencuentros.
La chica del puente es una historia de amor y de pasión narrada con profundos sentimientos hacia el cine.
Gustavo Camps
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Espero que les guste, para mi 10/10