"Ningún hombre es un santo"





FICHA TÉCNICA Y ARTÍSTICA
Director: Douglas Sirk
Guión: Ellis St. Joseph
Biografía: François Eugène Vidocq
Música: Hanns Eisler
Fotografía: Guy Roe
Productora: United Artists
Montaje: Albrecht Joseph
Diseño de Producción: Gordon Wiles
Dirección de Arte: Frank Paul Sylos
Diseño de Vestuario: Norma Koch
Maquillaje: Ern Westmore
Género: Comedia / Romance
Color: B&N
Estreno: 16-7-1946
Otros Títulos: Escándalo en París
REPARTO
George Sanders ... Eugéne François Vidocq
Signe Hasso ... Therese De Pierremont
Carole Landis ... Loretta
Akim Tamiroff ... Emile Vernet
Gene Lockhart ... Richet
Alma Kruger ... Marquise De Pierremont
Alan Napier ... Houdon De Pierremont
Jo Ann Marlowe ... Mimi De Pierremont
Vladimir Sokoloff ... Hugo
Pedro de Cordoba ... Cura
Gisela Werbisek ... Ernestine
Marvin Davis ... Louis
Skelton Knaggs ... Pierre
Fritz Leiber ... Pintor
Fred Nurney ... Gabriel
DVD
Edición: Manga Films
Lanzamiento: 21-9-2005
Discos: 1
Capa: DVD5
Región: 2
Video: Pal
Aspect Ratio: 1.33:1 , 4:3
Idiomas Audio: Dolby Digital Mono: Español, Catalán, Inglés
Subtítulos: Español
Bit Rate Medio: 5'43 MB

SINOPSIS
1775. Vidocq está en prisión, pero por poco tiempo... Él y su secuaz Emile, ofecen unas monedas de oro al carcelero para escapar del presidio y saborear la libertad de un mundo lleno de bellas y ricas mujeres.
La primera víctima a su atractivo y habilidad es Loretta, una encantadora cantante que trabaja en un café situado a orillas del río. Cuando llegan a los camerinos, Vidocq descubre que Loretta lleva un liguero con incrustaciones de rubíes. Así, combinando el negocio con el placer, éste le roba un beso y el liguero. Luego huye en compañía de su fiel Emile, para proseguir con sus aventuras yendo siempre dos pasos por delante de la policía.
D. Sirk 1946

Y lo cierto es que Douglas Sirk se movió con un enorme dinamismo y capacidad de ironía a la hora de dar vida esta divertida y pícara comedia de época, desarrollada en el París de finales del Siglo XVIII e inicios del XIX, en el que se pretende una singular biografía de François-Eugène Vidocq, singular personaje de la época caracterizado por haber tenido orígenes como delincuente, y evolucionar hacia convertirse en inspector de policía. Evidentemente con ello se lograba realizar un retrato irónico de un modo de pensar y toda una época. Una ironía que está en todo momento presente al discurrir la narración mediante la voz en off del propio protagonista, estar basada la historia en las propias memorias del personaje histórico y, de forma muy especial, por la excelente labor que George Sanders realiza del personaje, en uno de sus escasos papeles protagonistas de aquel periodo de su carrera. El propio Sirk siempre habló muy elogiosamente de esta película y de la aportación de Sanders en este film –así como en las otras películas suyas en las que el actor participó-. Ciertamente no se puede entender una película de estas características sin la personalidad que Sanders logra aplicar a su personaje. Sus gestos, sus miradas, la cadencia de su dicción –es imprescindible la versión original subtitulada-, logran marcar y hacer evolucionar la narración, en la que siempre el matiz irónico, el doble sentido y el peso de una educación se hacen patentes en los pasajes de la historia.
Vidocq discurrirá por la sociedad parisina de la época logrando ironizar con sus convenciones sociales y utilizando las mismas en función de su proyección. Jugará incluso con la simbología religiosa –posar como modelo para ser pintado como San Jorge-, sexuales –tiene aventuras con varias mujeres y se dedica a robarlas, siendo considerado como un Casanova- y al mismo tiempo esa dualidad es la que poco a poco le irá permitiendo evolucionar como persona, hasta lograr retornar sobre sus propios pasos y dirigirse a una relativa integración social que vendrá dada de la mano del amor que le profesa la joven Therese (Signe Hasso). Pero hasta llegar a esa especia de irónica redención, conoceremos el amplio discurrir de su andadura vital, que está caracterizado por la continua y cínica subversión del orden social de la época.
Para ello Sirk se valdrá de la elegancia de la labor de Sanders, de una excelente movilidad de la cámara, una estupenda ambientación de interiores y exteriores –todos ellos reconstruidos en estudio y probablemente ya utilizados en otras producciones-, y una escenografía que en muchos momentos se sirve de su propio artificio para realizar una mirada distanciada a todas las convenciones de aquella época. En este recorrido veremos como según van acrecentándose los botines que alcanza Vidocq, el personaje los aplaza hasta “invertirlo” de alguna manera en otros futuros golpes de mayor enjundia y que al mismo tiempo le irán “integrando” de alguna manera en esa sociedad que con sus acciones está subvirtiendo.
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Y será su último golpe el planificado atraco al Banco de París, una vez ya ha sido ascendido a comisario de la capital francesa. Para ello introducirá como personal de la entidad bancaria a los familiares de Emile (Akmim Tamirof), su fiel acompañante, pero finalmente estos igualmente se integrarán dentro de esa nueva sociedad en la que se sienten cómodos, quizá como nunca se habían sentido en su condición de delincuentes.
A SCANDAL IN PARIS tiene una parte final absolutamente admirable, en la que se produce esa relativa “redención” por amor en el personaje de Vidocq. Una parte esta que tendrá como prólogo el asesinato de la libidinosa Loretta (Carole Landis), de manos de su celoso esposo, Richet (Gene Lockhart) –en una secuencia magnífica y llena de matices expresionistas-. Es en esos momentos cuando la seriedad se adueñará de la película, con la confesión y detención del asesino por parte de Vidocq. Y será en el deseo de este de desembarazarse de su ayudante, cuando se acentuará la codicia de Emile, estableciéndose una lucha entre ambos que culminará con la muerte en defensa propia del hasta entonces fiel ayudante –en otro momento de gran belleza visual, caracterizado por el movimiento de ese extraño tiovivo que parece indicar que el devenir de la vida es imparable-.
Por esa ironía siempre latente, el cuidado de su puesta en escena, la voluntad con la que se logran soslayar a base de talento y diseño escenográfico unas limitaciones de producción, y por la propia e insólita concepción de la película, es innegable destacar una obra de las características de A SCANDAL IN PARIS, no solo para los seguidores de la obra de ese gran director que fue Douglas Sirk, sino para los amantes de las rarezas que propició la serie B del cine norteamericano en la década de los años 40.
De ladrón a policía
Claro está que era un buen espadachín, salía indemne de sus encuentros y, corresponde decirlo, cuidaba de sólo producir rasguños en sus adversarios.
Alternaba sus dos ocupaciones principales con pequeños hurtos y todo tipo de delitos menores.
A los 15 años, robó la nada despreciable suma de 2.000 Francos de la caja de su padre, con la intención de viajar a EE.UU. y empezar una nueva vida. Ni tuvo tiempo de malgastar el dinero paterno, pues otros compañeros de fechorías se encargaron de robarle mientras dormía la mona tras una noche de borrachera en una taberna de mala muerte. Sin un céntimo en los bolsillos, se vió reducido a aceptar pequeños trabajos, por lo menos miserables, hasta que harto de su triste situación, volvió como un hijo pródigo a casa de sus padres con la intención de pedir y obtener el perdón. De poco le sirvió el gesto de hijo arrepentido, ya que sus padres le cerraron las puertas en sus mismísimas narices.
Esto ocurrió en el año de 1790, época en que la Revolución paseaba triunfalmente sus banderas tricolores, así que Vidocq decidió hacer fortuna en las armas. Alistado, luchó con arrojo en las batallas de Valmy y de Jemmapes, en 1792.
Pero era previsible que, dado su natural pendenciero e indisciplinado, no podría durar mucho en el ejército.
Dijo Néstor Luján que Vidocq, a lo largo de 2 años tuvo nada menos que 20 duelos a consecuencia de los cuales dos rivales encontraron la muerte.
Abandonó el ejército, convirtiéndose en desertor, lo que era un mal asunto en los días del recién instaurado régimen del Terror. Pasó a las filas enemigas austríacas, pero también hubo de huír para evitar se condenado al apaleamiento, refugiandose en Bélgica.
Con papeles falsos, se unió a una banda de forajidos que, con la excusa de perseguir contrarrevolucionarios, robaban y saqueaban en beneficio propio. Detenido, fue encarcelado en Lille. Desafiando muros y carceleros, logró evadirse.
A partir de aquel hecho, y a lo largo de 14 años, vivió exclusivamente para y del delito.
Valiéndose de su más que notable habilidad para el disfraz y el cambio de personalidad, fue (o simuló ser) marino, terrateniente, monja, banquero, noble o campesino.
Y aunque también robaba, lo suyo era el arte de la estafa. Tenía habilidad de sobra para esquilmar incautos, pero no tanta para esquivar a la policía, siendo encarcelado periódicamente. Y con la misma periodicidad, escapaba de todas las prisiones donde le encerraban.
A causa de sus fugas, algunas inverosímiles, como la que protagonizó en el temible presidio de Toulon, donde estaba aherrojado de manos y pies, Vidocq se hizo célebre en toda Francia.
La prensa y la gente esperaba con ansias su siguiente detención para así poder cruzar apuestas sobre el tiempo que permanecería en prisión. Siempre ganaban los que apostaban por el menor período de tiempo, claro está.
Contemplando su retrato grabado que de él hizo el artista Coignet, cuando Vidocq había alcanzado la madurez, llama la atención lo despejado de su frente y el recto mirar de sus ojos, unido todo ello a unas facciones regulares y hasta distinguidas.
No es, sin duda, el rostro de un delincuente. De hecho, Vidocq no lo era en lo más profundo de su ser. Su rebeldía y su agresividad lo habían llevado al delito; su inteligencia, que era aguda y muy notable, podía sacarlo de él.
En 1809, cuando contaba 34 años de edad, se produjo la inflexión que le haría dar un giro de 180º a su vida y le permitiría entrar en la Historia.
Detenido en Lyon, pidió ser llevado ante el comisario general, Dubois, quien accedió a la entrevista intrigado por su fama y popularidad. Sin preámbulos, Vidocq le dijo que había decidido cambiar de profesión (la de ladrón y estafador), para abrazar la de policía; el comisario general, harto de oír proposiciones similares en boca de prisioneros que deseaban mejorar su situación, dio media vuelta y se dispuso a marcharse, pero su interlocutor lo detuvo con una propuesta extraordinaria:
-"Ahora me llevarán dos gendarmes inmovilizado con grilletes hasta la prisión. Si logro escaparme en el trayecto y regresar, será esto una prueba de mi buena fe."
Dubois, divertido, acepta el reto. Dos expertos y forzudos guardianes lo maniatan y se lo llevan. Al cabo de un cuarto de hora Vidocq, libre y satisfecho, reaparece en el despacho de Dubois: se ha escapado de sus guardianes y está dispuesto a cumplir su palabra. Convencido, el comisario general acepta y, en 15 días, la mayoría de los delincuentes de Lyon caen en las redes de la policía. Dubois se da cuenta de que, como el mismo Vidocq presentía, ha nacido más para policía que para malhechor.

Hasta aquí, podría decirse que Vidocq fue un simple arrepentido que logró sus éxitos gracias a sus conocimientos del hampa. Y que no pudo tener problemas para encarcelar delincuentes, ya que se trataba de sus amigos de ayer, cuyos escondites conocía tan bien como ellos mismos.
Por supuesto que todo esto es cierto, pero Vidocq no se limitó a encarcelar malhechores. Demostrando su genio, imaginó un nuevo tipo de policía que no se limitara a actuar después de cometido el delito, sino que lo previera e intentase evitarlo.
Tuvo la suerte de encontrar el entusiasta apoyo de sus superiores, y así nació la "SURETÉ", la Policía de Seguridad Nacional, hasta hoy orgullo de Francia, y que encuentra su equivalente en Gran-Bretaña con su célebre "Scotland Yard".
Entre 1811 y 1827, a través del 1er Imperio, la 1ª Restauración, los Cien Días, la 2ª Restauración (con los reinados de Luis XVIII y Carlos X), François Vidocq dirigirá la Sureté sumando éxitos y aterrorizando delincuentes. A destacar que también se preocupó por mejorar el estado de las prisiones y el trato que en ellas se daba a los presos.
Precisamente para ayudar a los ex-convictos, financió la instalación de una fábrica de papel y cartón, decidiendo, en 1827, abandonar la policía y ponerse al frente de ella. Desgraciadamente, la experiencia se tradujo en un completo fracaso que le costó a Vidocq buena parte de su patrimonio, al meterse en hazarosas especulaciones, y obligándolo a volver a perseguir delincuentes.
Finalmente, en 1832, y a raíz de una diferencia de criterio con sus jefes, abandona definitivamente la Sureté, su obra maestra, pero no para descansar, sino para organizar la primera agencia de detectives del mundo.
Con ella aumentó su fama y poder, aunque tuvo, como no podía ser de otra manera, frecuentes enfrentamientos con la Policía, que no se resignaba a aceptar esa "competencia" privada, hasta entonces desconocida.
Por sus aventuras, era ídolo de los románticos cuando se produjo la Revolución de 1848; tomó activa parte en ella y sostuvo, mientras pudo, el tambaleante poder del jefe del Gobierno Provisional, su íntimo amigo Alphonse de Prat de Lamartine.
También eran íntimos amigos, y aprovechados oyentes de sus relatos, Honoré de Balzac, Alexandre Dumas, Eugène Sue y Victor Hugo, quien se inspiró en él para crear su personaje Jean Valjean, de "Los Miserables".
Envuelto en su bien ganada fama y gloria, murió en mayo de 1857, reinando el emperador Napoleón III, a la avanzada edad de 82 años.
Se puede decir de Vidocq que es un ejemplo de la contradictoria naturaleza humana, aparte de ser un héroe de novela.
A SCANDAL IN PARIS. Douglas Sirk, 1946. DVDRip:



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*Sobre 0:40:41 aprox. hay defectos de imagen serios durante unos segundos, chapucilla mangante con material en mal estado, que pertenecen al dvd. El resto del dvd tampoco es una maravilla.*
CAPTURAS










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A Scandal in Paris

Es cierto. Me pidió que hiciese dos películas para él y una iba a ser Cagliostro. Estaba basada en una novela de Dumas, Mémoires d'un médecin, trabajé en ella bastante tiempo y tenía acabado un guión completo. Había elegido a Sanders como protagonista para el papel del conde Cagliostro y a Akim Tamiroff para el de su ayudante. Cagliostro era uno de esos personajes vacilantes...
¿Trasladó, pues, algo de esto a A Scandal in Paris, con la misma relación entre George Sanders y Akim Tamiroff?
Exacto. Escribí A Scandal in Paris junto con Ellis St Joseph, que era un escritor de relatos cortos muy dotado y que hizo un trabajo excelente en el guión.
Tiene diálogos magníficos.
Sanders los decía con un estilo realmente magistral. Lo pasamos muy bien con esta película. Como sabes, Vidocq era uno de esos personajes intermedios: un fullero convertido en policía, pero fullero todavía. El punto de partida era éste: si quieres atrapar a un ladrón, busca a otro ladrón para hacer el trabajo. George Sanders tenía una gran capacidad para comprender los valores vacilantes, puesto que él mismo era una persona vacilante. Captaba toda la indeterminación del personaje, su ironía. Tenía exactamente el grado preciso de arrogancia y de aplomo para el papel. Creo que estuvo magnífico en todas las películas que hizo conmigo.
En esta película traté de ir más allá del realismo en la forma de
presentar la historia. Resultaba casi surrealista. A la manera de los surrealistas americanos, no de los franceses. La película no tuvo mucho éxito. Esto se debió presumiblemente a que yo adopté una actitud que hacía surgir la ironía y esto no funciona nada bien con el público americano. No es un reproche. Es sólo que el público americano es en general demasiado simple y demasiado ingenuo -en el mejor sentido de estos términos- para ser sensible a la ironía. Quieren una postura seca y tajante, a favor o en contra. Pero los matices que juegan con ambas cosas a la vez y que hacen sonreír a los europeos resultan completamente ajenos a los americanos. Por ello algunas obras de Shakespeare, como Troilus and Cressida, nunca han tenido éxito en los Estados Unidos.
Pero, por supuesto, sólo mostraba una pequeña parte de la vida de Vidocq en la película. Se podría haber hecho toda una serie de películas a partir de su vida, lo mismo que con Cagliostro. Pero la parte que utilicé es el período más interesante, el que se presta mejor a la ironía; hay mucha en la oscilación policía-ladrón. Y esto proporciona al personaje de Sanders mucho margen para actuar.
Hanns Eisler aparece acreditado por la música. ¿ Cómo le eligió y qué piensa de su música para la película? Era un discípulo de Schoenberg, ¿no??
Exacto. Bueno, era un buen amigo y un buen tipo, aparte de ser un excelente músico. Pero Eisler no captó la idea de la película. Creo que él quería más crítica social, mientras que ya ves el tipo de película que yo quería hacer. Yo pensaba que la música de Eisler era un poco pesada; y creo que él también, porque era un tipo sensible y sabía que no funcionaba. Fue una decepción para mí, porque es una buena persona y creo que tuve que coger a alguien más para arreglar la música.
¿Tuvo algún problema a causa de trabajar con él? Fue, junto con Brecht, la principal persona convocada por el Comité de Actividades Antiamericanas, ¿ verdad?
Sí. Pero yo no tuve ningún problema a causa de él.