El “Realismo Poético” fue producto, en parte, de la quiebra de las grandes sociedades de producción a mediados de los años treinta. Esta situación permite el florecimiento de realizadores y productores independientes. Aunque la producción no fue muy copiosa, fue suficiente para desarrollar esta famosa escuela francesa. El realismo poético fue el lazo que unió de 1930-1945 a René Clair, Jean Vigo, Jean Renoir, Marcel Carné, Jacques Becker, Jean Grémillon, Jacques Feyder y Julien Duvivier.
No es una escuela en sentido estricto Sus representantes más conocidos, Carné, Duvivier, Feyder, Grémillon o Renoir, compartían, más que gustos, preocupaciones, temperamento o estilo, interés por ciertos temas y climas, pero sobre todo compartían a los mismos guionistas, como Charles Spaak y Jacques Prevert.
Esta “escuela”, por llamarla de alguna manera, fue como una especie de neorromanticismo que se recreaba en los contrastes violentos: el hombre y su aspiración a la felicidad, por un lado, y la sociedad y sus discutibles reglas, por otro. Sus personajes no eran gente de la alta sociedad, no eran héroes típicos de las películas americanas; eran obreros, malhechores, desertores, prostitutas, criados, personajes de las clases más bajas de la sociedad. Eran películas pesimistas, que casi siempre acababan mal, pero eran verdaderamente hermosas. Concebían películas donde se enfrentaban el bien y del mal, a través de personajes malvados y otros íntegros, víctimas de un destino muy a menudo trágico.
Tres puntos a destacar del realismo poético de entreguerras: la denuncia del orden social en sí mismo (Jacques Prevert tuvo aquí un papel esencial); la crónica de las costumbres, satírica y desengañada; y la percepción lírica empleada como forma de rechazar la condición humana, tanto la de los intelectuales como la de los proletarios de todas las clases. El realismo poético enfrenta los sentimientos humanos y a menudo la buena voluntad de los hombres a las crueldades de un inexorable destino
ANTECEDENTES (hasta 1935)
Clásico entre los «clásicos», René Clair desarrollaría los principios del realismo poético. Con su ópera prima, “Paris qui dort” (1923), ya se descubrirían las premisas del estilo de su obra posterior: sensibilidad, emoción, ingenio, ironía, imaginación, sentido de lo cómico, fantasía, lirismo, capacidad de observación, sencillez, humanidad, indulgencia ante el amor... Todo un programa de creación artística que iría a la par de la historia del cine de su país. René Clair, asimismo, crearía una «escuela» propiamente suya, formada por sus seguidores: Carmine Gallone, Augusto Genina, Georges Lacombe, Joseph Hémard, Paul Fejos y Berthomieu dan testimonio de ello con sus películas.


René Clair (1898-1981)


Jean Vigo (1900-1900) y cartel de L'Atalante
Michel Simon (1895-1975) en dos escenas de L'Atalante


Jacques Feyder (1888-1948) y varias escenas de "Le grand jeu"
Escena de "Pension Mimosas"

En este periodo, los guionistas, dialoguistas y adaptadores tomaron el relevo a los hombres de teatro como creadores de historias para el cine. Es el historiador Pierre Leprohon quien mejor sintetiza el cambio realizado:
«Provenientes de la literatura o del periodismo, aportan al cine un pensamiento moderno, un temperamento poético en el caso de Prévert y de Véry; satírico, en el de Jeanson; dramático, en el de Spaak. Sabrán crear un diálogo más directo que el del teatro (...). Uno de los grandes méritos de los guionistas es el de haber librado al cine francés de la molesta herencia de los dramaturgos de la “belle époque”. Los conflictos pasionales van a tomar, con ellos, un nuevo giro, sabiendo aprovechar los medios puestos a su disposición. Modernizan el film, poniéndole dramáticamente al nivel de su tiempo.»






«Con ingenuidad y trabajo me esforzaba por imitar a los maestros norteamericanos, y es que no había entendido que un francés que vive en Francia, bebe vino tinto y come queso de Brie, con las grisáceas perspectivas parisinas de fondo, no puede hacer obra de calidad si no es fundándose en las tradiciones de la gente que vive como él».



Jean Renoir (1894-1979)
Considerado al igual que Welles como el «padre» del cine moderno, la obra de Renoir influiría en las corrientes renovadoras del cinema. Sutil pintor del hombre, con su amor y su fealdad, evocador del drama personal y social, obligando al espectador a meterse en los personajes, Jean Renoir intentó mantener una postura objetiva ante los problemas que se debaten en sus películas, no exento de humor y de amargura. Asimismo, su sentido visual revoluciona la narrativa clásica; él, como hiciera Bertolt Brecht, rompe la «cuarta pared» de la pantalla, para que cámara y público se comuniquen directamente. Amante del plano largo y de la profundidad de campo, trata cada escena como un film aparte. De ahí que algunas de sus obras sean imperecederas, las cuales evidencian una nueva óptica del arte de las imágenes.
Tal es el caso, también, de sus películas del período del Frente Popular, cuya problemática social contribuyó a tocar temas más comprometidos a partir de 1936: “La Vie est á nous” (1936), exaltación entusiasta del «populismo»; “La grand illusion” (1937), fllm pacifista que enfrenta a personas de distintos estratos en el drama común de la Gran Guerra, acaso en un intento de evitar la segunda conflagración mundial; “La Marselleise” (1938), brillante episodio de la Revolución francesa pagado por suscripción popular; y “La regle du jeu” (1939), sátira sobre las clases dirigentes francesas, llena de fantasía, humor del absurdo y amargura, no exenta de «chauvinismo». De ahí que Jean Renoir declarara:
«Es ahora cuando empiezo a saber cómo hay que trabajar. Sé que soy francés y que debo trabajar en un sentido absolutamente nacional. Y al hacerlo así, sé también que tengo que entrar en relación con la gente de otras naciones y hacer una labor de internacionalismo».
El otro máximo exponente de la escuela es Marcel Carné. O tal vez sea mejor decir la pareja Marcel Carné-Jacques Prévert.


Marcel Carné (1906-1996) y Jacques Prévert (1900-1977)
Marcel Carné parece la persona adecuada. Más integrado socialmente que Prévert, es sin embargo nueve años más joven que el poeta, y por tanto más inocente e influenciable. Formado como periodista y crítico de cine, y como ayudante de dirección de René Clair y Jacques Feyder, Carné también tiene conciencia de lo popular, pero atemperada por un ideario estético influido por Murnau y Max Reinhardt. En su opinión, “la imagen debe componerse con la misma preocupación por efectos y expresiones que mostraron los viejos maestros de la pintura”.
Hasta 1936 Carné solo había realizado un cortometraje, y debuta en el campo del largo precisamente con un guión de Prévert: “Jenny”, un melodrama sentimental; colaboración a la que seguirán “Drôle de drame” (1937), comedia de los equívocos en torno a un hombre que llega a investigarse a sí mismo, y “Quai des brumes” (1938), en la que el ambiente ha cambiado por completo.



Imágenes de Jenny, Drôle de Drame y Le Quai des Brumes

Joseph Kosma, Jacques Prévert, Marcel Carné, Jean Gabin

Jean Gabin y Arletty en Le jour se leve
APOGEO Y EPÍLOGO (1939-1947)
Por razones de censura, durante la Ocupación alemana, el realismo poético vira a lo fantástico: “L'Eternel Retour” de Jean Delannoy (1943), “Les visiteurs du soir” de Marcel Carné (1942) extraen hasta el agotamiento los recursos estéticos del género. Interiorizan los problemas del momento en lugar de reflejarlos. Refugiados en sus estudios, con sus vedettes y sus decorados artísticos, crean mitos en lugar de personajes y supera la realidad para extraer fábulas filosóficas.


Imágenes de Les Visiteurs du Soir
En 1945 Carné estrenaba "Les enfants du paradis”, que había filmado aún bajo la dominación extranjera, con Arletty, Jean-Louis Barrault, María Casares y Pierre Brasseur. Está considerada como una de las mejores películas de la historia del cine francés y mundial.




Personajes y escena de Les enfants du Paradis
Se hará alguna película más, pero no tendrán ya el éxito de público y crítica de antes de la guerra. Se inició el rodaje de “La Fleur de l'âge” en 1947, última colaboración entre Carné y Prévert, pero una serie de problemas (desavenencias, huelga de técnicos,...) provocaron que en julio de ese año, cuando se llevaba rodado una quinta parte de la película, se parara la producción. En 1952 se intentó relanzar el proyecto, pero las cintas con las escenas rodadas desaparecieron.
El fracaso de “Les portes de la nuit” supuso el fin del realismo poético, sustituido en Francia por el realismo psicológico y el cine negro. Con la proliferación de cine-clubs, se impone la Liberación, la noción de "cine de autor". Los actores famosos pierden relevancia en favor de los cineastas y de su universo: Jacques Tati y “Jour de fête”; Robert Bresson y “Les mademoiselles du Bois de Boulogne”; Jean Cocteau y “La Belle et la Bête”; un poco más tarde los jóvenes de la “Nouvelle Vague”…
El cine cerraba un capítulo de su historia y abría otro nuevo.