29 Agosto 1898, Chicago---6 Agosto 1959, Nueva York
Filmografía como Director

No obstante, Preston Sturges sigue constituyendo un enigma incluso durante aquellos años de éxito crítico y financiero, madurez artística y actividad febril. El tono a menudo amargo y satírico que tan evidente resulta en sus guiones de los años treinta (The Power and the Glory [El poder y la gloria, William K.Howard, 1933], Diamond Jim [El hombre de los brillantes, Edward Sutherland, 1935], o Easy Living [Una chica afortunada, Mitchell Leisen, 1937], por ejemplo), se tornó aún más agudo en sus películas de los años cuarenta (The Great McGinty, The Miracle of Morgan's Creek). Todas ellas poseían un carácter desaforado y enloquecido, un intenso anhelo de creer en esos ideales a lo Horatio Alger que a menudo asociamos con Norteamérica, muchos de los cuales logró cumplir durante dicho período, si bien entremezclados con una perspectiva más cínica y "europea" de los mismos valores. Fue éste uno de tantos conflictos de los que surgió el fenómeno de Preston Sturges, un hombre dotado de numerosos aspectos y contradicciones.
"Opino que, del mismo modo que Molière adornaba socialmente sus temas más escabrosos bajo una aceptable fachada de comicidad, Sturges, en nuestros días, lleva a cabo sátiras serias y a menudo amargas que disfraza de farsas y bufonadas". Esta sagaz observación de Jay Leyda, extraída de su artículo titulado "Jean-Baptiste Sturges", viene a descubrir una nueva faceta de nuestro director que no es otra que la de Sturges como crítico social. A pesar de sus numerosos y evidentes éxitos, las películas que Sturges realizara en los años treinta y cuarenta continuaban delatando la ambivalencia que sentía hacia esa "bienamada República" y hacia los ideales que ésta había engendrado.
La importancia de Sturges como crítico social tan sólo se ve superada por su capacidad -compartida con algunos otros directores- de integrar la sofisticación de la escena dramática con la comedia visual que tan importante papel desempeñara en el cine mudo. No en vano comparaba Jay Leyda a Sturges con Jean-Baptiste Molière, pues Sturges había sido criado por su autoritaria madre -Mary Desti- y por la constante compañera de ésta -Isadora Duncan- en la afición al satírico francés, pero también a Shakespeare, a la literatura griega, a la ópera y a todas las demás formas de arte occidental que se consideraban necesarias para el desarrollo intelectual del individuo. En palabras del propio Sturges, "Me bombardeaban con arte por todos lados. No hay un puñetero museo en el mundo al que no me viera arrastrado". Como reacción a todo ello, Sturges se negó, a lo largo de su carrera, a reflejar otros gustos que no fueran los más corrientes. En un artículo publicado en 1948, una periodista parafraseaba una conversación sostenida con Sturges y, en cierto momento, observaba que "[Sturges] niega tener conocimiento alguno sobre arte o música, e insiste en que sus gustos al respecto son 'vulgares'". Con esa necesidad autoimpuesta por la vulgaridad, resulta lógico que Sturges se sintiera atraído hacia las payasadas de la comedia muda. "Ha devuelto al arte del cine una cierta velocidad gráfica de la que venía careciendo desde las delirantes chifladuras de Mack Sennett", afirma Bosley Crowther, del New York Times en su artículo "When Slapstick and Satire Meet". La afición de Sturges por las costaladas (escenificadas se diría que innumerables veces por William Demarest en películas como The Miracle of Morgan's Creek), las persecuciones cómicas (como, por ejemplo, la huida de la caravana en Sullivan's Travels (Los viajes de Sullivan) y las espontáneas erupciones de situaciones divertidamente caóticas (véase la pelea de la fiesta del vecindario de Christmas in July o el incendio de Unfaithfully Yours) da testimonio de sus raíces.
Por mucho que Sturges se esforzara por mantener una pose antiintelectual y antisofisticada, sus películas la revelan como una simple fachada. Del mismo modo que sus sátiras sociales le vinculaban verbalmente con Molière, sus recursos argumentales le aproximaban a dramaturgos como Plauto, Shakespeare, Congreve y Goldsmith. Su recurso a los cambios de fortuna, su infinito amor por la humanidad -que le lleva a honrar aun a los personajes más reprensibles, como hiciera Shakespeare-, sus duelos de ingenio entre los personajes (especialmente entre sus heroínas), e incluso sus múltiples bodas, no pueden sino recordarnos obras como Los Menecmos, Como gustéis y La dama sirvienta.
Así y todo, con quien más estrechamente cabe comparar al Sturges dramaturgo es con el satírico francés de finales del XIX Georges Feydeau.
Así pues, la tragedia -indudable- de Preston Sturges no es que finalmente sucumbiera a la muerte, pues esa es una debilidad que compartió con todos los hombres. La lástima es que el fin de su vida le sorprendiera sin trabajo y apartado de las esferas del éxito artístico y financiero. La fortuna, que desempeñara un papel tan crucial en todas sus películas, se había vuelto contra él.
Sturges murió dejando numerosos proyectos sin realizar y sin haber logrado gran cosa durante sus últimos diez años de vida. El Preston Sturges de aquellos años finales fue un hombre agobiado por los apuros económicos, desesperadamente necesitado de algún logro y, como tantos de sus propios personajes, en absoluto dispuesto a reconocerse derrotado.
Festival Internacional de Cine de San Sebastián / Filmoteca Española,
2003. de James Ursini.
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