WILSON Henry King (1944)
HE AQUÍ UN BRILLANTE EJEMPLO DE LA TENDENCIA de Henry King a servirse de la historia individual de un hombre para pergeñar un retrato colectivo, que se daba incluso en sus películas de aventuras. En este caso, el personaje es el vigésimo octavo presidente de los Estados Unidos, el demócrata Thomas Woodrow Wilson, cargo que ostentó entre 1913 y 1921, y fue Premio Nobel de la Paz en 1919 (olvidado su apoyo, al parecer, al Ku Klux Klan en sus años de juventud) gracias a su proyecto de crear una Liga de Naciones con el fin de intentar evitar guerras mundiales como la que acababa de concluir. El film comienza en 1909 presentando a Wilson (Alexander Knox) como rector de la Universidad de Princeton y concluye en 1921, cuando la presidencia de la nación pasó a manos del partido republicano por medio de Warren G. Harding. Henry King, Lamar Trotti (guionista) y, desde luego, el productor Darryl F. Zanuck, artífice del proyecto, se preocupan por mostrarlo desde el principio como un norteamericano amante de las costumbres del país y como un fervoroso hogareño, hasta el punto de que se llega a sugerir su dependencia anímica de su esposa Ellen (Ruth Nelson), quien en su lecho de muerte suplica a sus tres hijas que no lo dejen nunca solo porque necesita el apoyo de una mujer. Las primeras secuencias lo muestran participando en la festividad de la Universidad, asistiendo a desfiles, a un partido de «rugby» y con su esposa y sus hijas cantando en una reunión familiar reunidos alrededor del piano. Es entonces cuando un senador le ofrece la posibilidad de presentarse a las elecciones como gobernador de Nueva Jersey, lo que acepta para, si es elegido, luchar contra el caciquismo. Si el inicio de la película lo muestra como un norteamericano más o menos genuino en sus gustos y costumbres (estamos a principios del siglo XX), las secuencias que siguen encaran ya la que será constante de Wilson: un bascular entre lo privado y lo público.
Lo curioso es que, olvidando ahora las secuencias dedicadas a las convenciones del Partido, filmadas como lo que realmente eran/son, un espectáculo para enardecer a los ya convencidos, las tomas de decisión de Wilson y sus relaciones familiares, o con sus colaboradores más directos, tienen un aire melancólico, no muy lejano del que distinguía a Wait Till the Sun Shines, Nellie (1952), a lo que contribuyen la cuidada fotografía de Leon Shamroy, la forma que tuvo el humanista Henry King de aprovechar dramáticamente los espacios vacíos de algunos encuadres, sobre todo a partir de que Wilson ocupa la Casa Blanca, los planos en los que el pasado asoma su rostro a un presente descarnado y la planificación de secuencias como las de la enfermedad de Ellen, cuyo fallecimiento aparece expresado con una funcional elipsis que pasa de un «travelling» de retroceso desde el dormitorio hasta una corona mortuoria en la puerta de la casa y la sucesiva llegada de visitantes (el tono es ahí el mismo que en los fragmentos dedicados a la posterior decadencia física del presidente), o la decisión que adopta Wilson mientras observa en solitario los retratos de Abraham Lincoln y George Washington. La delicadeza de King en el tratamiento de las relaciones personales se hace notar en momentos como la conversación nocturna que Wilson mantiene con la que más adelante será su segunda esposa, Edith (Geraldine Fitzgerald).
Todo ello no hace olvidar que en el fondo se trata también de un film politico. El talante pacifista de Woodrow Wilson le hace reticente a la intervención de los USA en la Primera Guerra Mundial, por remordimiento a los muchachos norteamericanos que pueden morir en ella, pero cuando finalmente decide hacerlo y lo comunica a un auditorio enfervorecido, Henry King inserta varios planos documentales que muestran, entre otras cosas, los preparativos de los soldados y la venta de bonos de guerra (entre quienes aparecen figura Douglas Fairbanks). El recurso está plenamente justificado a mi modo de ver porque se trata de un manera de concentrar/resumir la incidencia en el país de los caminos personales, intimistas (de Wilson) y el retrato sociopolítico a los que estos dan lugar. Es, junto con la expulsión del embajador alemán y los titubeos de Wilson a la hora de entrar en guerra, lo más político de una película que pretende contar lo que fueron varios años de la vida de un estadista.
Artículo de José María Latorre publicado en el nº 448 (octubre 2014, sección Pantalla Digital) de Dirigido por...