Tengo en mis manos una fotografía de París. No es una bonita perspectiva de la torre Eiffel ni tampoco uno de esos idílicos rincones junto al Sena que tantas veces han sido fotografiados en el cine. La instantánea ha sido tomada en la estación de Montparnasse en los años veinte y en ella un anciano de barba blanca y porte elegante posa delante de un modesto puesto de juguetes en el que se lee "Confiserie et jouets". Lo rodean tambores, barcos varados y colgados por cuerdas, pelotas, raquetas de tenis para niños, pequeños trenes y muñecas. El anciano del puesto de juguetes viste de forma impecable y su mirada es directa, inteligente y nostálgica. Trabaja sin descanso ajeno al paso de los días y los cambios de estación para poder apenas subsistir. Nadie adivinaría que este humilde vendedor fue tiempo atrás el creador del arte cinematográfico, "un incorregible mago" como lo denominaría el cineasta René Clair (2), un prestidigitador que realizó más de 500 películas, un ilusionista que convertía lo imposible en magia y al que nadie, en los últimos años de su vida parecía recordar...
A su regreso a París y con la determinación de no continuar con el oficio familiar (su padre fabricaba calzado), Méliès frecuenta el Theatre of Illusions, famoso por las llamadas "veladas fantásticas" y creado por el gran ilusionista Robert Houdin (4). Es en este teatro en el que Méliès presenta su primera ilusión La stroubaika persane en la que mezclaba efectos ópticos con escenas cómicas. No sólo produce y diseña sus espectáculos sino que fabrica toda clase de mecanismos para los trucos, inventa máquinas y engranajes y crea autómatas para su espectáculo. Hay que entender que el público del siglo XIX aún conservaba intacta la capacidad de asombro y maravilla, algo que nosotros tenemos agotada o en el mejor de los casos tristemente mermada. En los teatros se creaban atmósferas muy especiales, en penumbra, la magia envolvía todo el espacio y el público estaba preparado para dejarse sorprender por lo inesperado, por la ilusión, por lo imposible.
Las famosas veladas del Teatro Robert-Houdin finalizaban con la proyección de imágenes mediante una linterna mágica (5) con la que se realizaban trucos de luz y se proyectaban vistas de paisajes y escenas cómicas.
En 1888 Méliès es nombrado director del teatro Robert-Houdin y en 1891 funda "L´Academie de Prestidigitation" de Francia.
Un día frío del invierno de 1895 en el Boulevard des Capucines en París tendría lugar la primera proyección pública del cinematógrafo Lumière. (7). Entre los invitados a la exhibición se encontraban, Gabriel Thomas, director del museo Grèvin, Lallemand, director del Folies-Bergére y Méliès, por entonces director del Teatro Robert-Houdin. Méliès fue invitado personalmente por el padre de los inventores del cinematógrafo, Antoine Lumière, quien se encargaba de la parte comercial del invento. Al finalizar la proyección un fascinado Méliès se dirige a Lumière decidido a hacerle una propuesta para comprar aquel mágico invento que hace que las imágenes cobren vida. Lumière rehúsa su petición, convencido de las nulas posibilidades de su futura comercialización. Podrá ser explotado por un tiempo como curiosidad científica pero más allá de ello no tiene futuro comercial- le dirá Lumière. Sin embargo, Méliès está decidido a llevar aquel invento a su teatro e intuye ya las enormes posibilidades artísticas que ofrece el cinematógrafo. Esta es quizás la mayor diferencia que separa a ambos pioneros del cine, los Lumière eran por encima de todo comerciantes con su nuevo invento y Méliès, por el contrario, era un artista.
A partir de este momento Méliès introduce la magia en el cine. Desde1896 fabrica y comercializa su propio aparato de proyección, al que llamó "kinetógrafo" y comienza a rodar películas que luego proyecta para el público del Teatro Robert-Houdin, éstas irán poco a poco sustituyendo a las sesiones de magia y prestidigitación. Su primera película la rueda en 1896 Une partie de cartes, que sería muy similar a la película que presentaron los hermanos Lumière un año antes, aunque Méliès ya dirige a los actores y da instrucciones muy precisas de donde colocar la cámara.
Pero la importancia de este gran hombre va más allá, construye en los exteriores de su propiedad de Montreuil el primer estudio de cine, en él hace instalar una red de iluminación eléctrica y un laboratorio, abre la primera agencia cinematográfica en Nueva York, la "star-film agency" y en Chicago funda la "American Star-Film Company" para producir películas. Pero no sólo eso, Méliès rueda a lo largo de su vida más de quinientas películas de las que por desgracia sólo nos han llegado alrededor de ciento cincuenta. En ellas podemos encontrar todo lo que fue Méliès, el mago, el explorador de mundos desconocidos, el cómico, el ilusionista. Sus películas son la esencia de sus espectáculos como mago, son visualmente únicas, originales e influyeron de forma decisiva en las películas que se harían en el futuro. Mi carrera cinematográfica está tan entrelazada con la del teatro Robert-Houdin que casi no se las puede separar ya que en suma es mi hábito por los trucos y mi gusto apasionado por lo fantástico lo que han determinado mi vocación, explicará Méliès . ( 8 )
Los decorados de sus películas estaban bellamente dibujados, son abigarrados y algo excesivos, recuerdan a las postales antiguas. Su estética hace recordar inmediatamente el imaginario del escritor francés Julio Verne (1828-1905). Su equipo coloreaba a mano fotograma a fotograma las películas, su Mansión del diablo fue la primera película en color de la historia del cine. Además, Méliès descubre por casualidad con su cámara el truco de la sustitución de imágenes (9), el cual abre esa puerta definitiva que le faltaba para adentrarse en el mundo de la fantasía. Desde este momento todo será posible en el cine de Méliès.
Durante la década de los años diez y como consecuencia de la 1ª Guerra Mundial los teatros de París cerraron sus puertas y muchos de ellos fueron posteriormente demolidos. La voraz industria del cine, en manos ya de los grandes hombres de negocios, a partir de los años veinte y la velocidad con la que el arte cinematográfico avanza en aquellas primeras décadas hicieron que Méliès, prácticamente arruinado, fuera poco a poco dejando la producción de películas. Su vínculo con el cine se iría apagando y su nombre olvidado por el gran público.
La propiedad de Montreuil fue vendida aunque el estudio, o más bien lo que quedaba de sus ruinas, se mantuvo en pié hasta 1945. Así, ese delgado y distinguido anciano que había sido el creador del arte cinematográfico, al que amó y dignificó durante toda su vida, se veía obligado a regentar un pequeño puesto de chucherías en una estación de París, sin que durante años sus compañeros de profesión ni el público supiesen qué había sido de él. En 1926 el crítico del "Ciné-Journal" Leon Druhot, lo descubrió por casualidad detrás de su pequeño puesto de juguetes. Tres años más tarde es invitado a una gala en París en la Salle Pleyel, donde proyectan sus películas y en 1931 es condecorado con la Cruz de la Legión de Honor, que le fue entregada por Louis Lumière. A partir de ese momento, historiadores, críticos y un joven Henri Langlois, futuro fundador de la Cinemathéque Francaise, se acercan a entrevistarle. Méliès, pese a todo este reconocimiento, sigue acudiendo a trabajar cada día a su puesto de la estación de Montparnasse.
El 21 de enero de 1938 el mago muere, humilde y en silencio, como se había mantenido estos años, en el hospital Leopold-Bellan de París. A su entierro acuden sólo una docena de personas, entre ellas los directores René Clair, Alberto Cavalcanti y Henri Chomette. René Clair comentaría después; A su leyenda le sienta bien que muera pobre como la mayoría de los grandes inventores. (10)
El cine de Méliès fue profundamente admirado por los surrealistas que lo aclamaban como a un poeta y reivindicado con los mayores honores por, entre otros, Henry Langlois, a quién, a través de su Cinemathéque Francaise, debemos la recuperación de parte de su obra cinematográfica.
Méliès fue un técnico excepcional, inventó los rudimentos del lenguaje y la técnica cinematográfica, adelantó el color, el género fantástico y fue el precursor de los dibujos animados, filmó ficción y documental, fue el primer artista que dignificó el cine y abrió la puerta que separa la realidad de los sueños para todos los futuros creadores.
Su trabajo es un maravilloso viaje a través de lo imposible, se adentró en el mundo de las hadas y de los brujos, del encantamiento, de lo asombroso y mágico, de las mil y una noches, de la aventura y los viajes, desde las profundidades del mar hasta su siempre incondicional luna. Entre sus sugestivos títulos recordamos; La partida de naipes, La mansión del diablo, La posada misteriosa, La condenación de Fausto, La cueva maldita, El hombre de las mil cabezas, El espejo de Cagliostro, El libro mágico, Viaje a la luna, La viajes de Gulliver, Robinson Crusoe, El reino de las hadas, Fausto, Rip van Winkle, El sueño del fumador de opio, Las alucinaciones del Barón de Munchausen, La conquista del Polo, El viaje de la familla Bourrichon, entre otros.
Para soñar, hay que volver a Méliès, siempre habría que volver a Méliès...
Notas:
(1) Malthéte-Méliès. Méliès, el mago. Págs. 11y 13.
(2) AAVV. Méliès, Un homme d´illusions. Pág. 7.
(3) Las veladas nocturnas se caracterizaban por la utilización del ilusionismo. Los juegos de magia, la levitación, las apariciones, trucos ópticos, autómatas o mediums y adivinos eran las actuaciones más frecuentes en este tipo de teatros donde se daban cita los más reputados prestidigitadores y magos del siglo XIX.
(4) Jean Eugéne Robert Houdin (1805-1871) es considerado el padre de la moderna prestidigitación. En 1845 abre su teatro en el Palais-Royal de París, famoso por sus "veladas fantásticas" y que más tarde traslada al número 8 del Boulevard des Italiens, donde estará ubicado hasta su desaparición en 1923.
(5) La linterna mágica es la predecesora del cinematógrafo. Proyectaba imágenes fijas mediante un haz de luz que incidía en un cristal. Los temas eran muy variados desde paisajes hasta escenas de cuentos infantiles.
(6) Robinson, David. Méliès. Father of fim fantasy. Pág. 46.
(7) La primera proyección de la historia del cine fue organizada por Antoine Lumiére padre de los inventores del cinematógrafo Louis y Auguste Lumiére. La entrada al Salón Indien, situado en el sótano del Grand Café, costaba un franco. El programa se componía de diez piezas cortas.
( 8 ) Op, cit. Malthéte-Méliès. Pág. 183.
(9) A Méliès se le atascó la cámara mientras rodaba en la Plaza de la Opera de París. Durante un minuto la cámara se paró y al ponerla nuevamente en marcha, la película dio un salto de imagen y un coche se transformó como por arte de magia en una carroza fúnebre y los hombres que paseaban se convirtieron en mujeres. Fue el primer trucaje cinematográfico con una cámara.
(10) Ibíd. Pág. 11.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
AAVV. Méliès. Un homme d´illusions. Centre Nacional de la photographie et la Cinemathéque Français. Francia, 1986.
Fernández Cuenca, Carlos. El mundo de George Méliès. San Sebastián. IX Festival Internacional de cine, 1961.
Jeanne, René; Charles, Ford. Historia ilustrada del cine. Alianza Editorial, vol. 1. Madrid, 1981.
Malthête-Méliès, Madeleine. Méliès, el mago. Ediciones La flor. Argentina, 1980.
Robinson, David. World cinema. A short history. Eyre Methuen Ltd, London, 1981.
Robinson, David. George Méliès. Father of film fantasy. British Film Institute. Museum of the moving image, London, 1993.
Universidad Nacional autónoma de México. George Méliès. Colección Filmoteca nº 4. Filmoteca de la UNAM, México, 1982.
Villegas López, Manuel. Los grandes nombres del cine. Triunfo, 1962.