Titulo Original: The General.
Dirigida por John Boorman e interpretada en sus papeles estelares por Brendan Gleeson y John Voight.

El joven Martin Cahill creció en un suburbio marginal de Dublín, donde el delito era la principal salida ocupacional, sus pequeños hurtos de juventud le llevan a la estancia en un correccional, donde los sacerdotes y la policía abusaran de él, desarrollando un fuerte resentimiento que dirigirá contra todo tipo de autoridades tanto policial, judicial como clerical, a los que dejará una y otra vez en ridiculo. Apodado "el General", es el cerebro de una banda criminal experta en todo tipo de robos arriesgados, que resultan una afrenta para el poder establecido, y se verá condenado por la Iglesia, acosado por la Policia y sentenciado por el I.R.A.
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Josep Alemany (www.labutaca.net)
NOSOTROS CONTRA ELLOS
En los últimos años han proliferado las películas sobre Irlanda. Casi todas realizadas con un alto índice de refracción nacionalista. No he visto ninguna. Ni siquiera el acorazado Michael Collins. La liturgia de los nacionalismos – grandes o pequeños y del color que sean – no me interesa. Y menos aún en pantalla de cine. «Para ser ateo no hace falta saber teología» (Vladimir Nabokov). El general, por lo que leí en la prensa, no seguía los caminos trillados de las demás obras sobre Irlanda. Y, por añadidura, llevaba la firma de John Boorman. Total, que fui a verla. Y no me defraudó.
Boorman deja de lado el aburrido rollo nacionalista y, al narrar la vida de Martin Cahill (Brendan Gleeson), nos descubre una Irlanda más compleja, más interesante, poco conocida entre nosotros. Nacido en Hollyfield, un suburbio de Dublín, Cahill tendrá bien pronto la oportunidad de ver cómo funciona el sistema social, basado en la violencia institucionalizada contra los de abajo. Para completar su educación, lo envían a un correccional regentado por sacerdotes católicos. La violencia religiosa llega a todos los ámbitos, sin excluir el sexual, pues los curas se dedican de forma sistemática a abusar de los chicos internados.
Martin Cahill adquiere plena conciencia del antagonismo irreconciliable entre «nosotros» y «ellos». «Nosotros»: los desheredados del barrio de Hollyfield, de donde serán expulsados por la especulación inmobiliaria. «Ellos»: la policía, la clase dirigente, las bandas terroristas (lealistas, IRA) y la Iglesia Católica. Lejos de ofrecer una visión idealizada, o heroica, del IRA y de la Iglesia Católica, la película los presenta como mecanismos de muerte y represión.
«Nosotros contra ellos»: la oposición queda perfectamente ilustrada en el contraste entre el porte rígido, hierático del inspector de policía (John Voight) y la actitud espontánea, expansiva de Cahill, que se vale de la mímica y los gestos con gran habilidad.
«Nosotros contra ellos»: Cahill no romperá nunca los lazos de lealtad con su tribu de Hollyfield. A diferencia de los gánsteres clásicos –de la escuela de Chicago o de la mafia («we are not fucking italians»)–, no quiere formar parte del mundo de la respetabilidad burguesa ni codearse con políticos y obispos. Además, le divierte burlarse de la autoridad, de todas las formas de autoridad. No es de extrañar, pues, que Boorman lo haya definido con las siguientes palabras: «En realidad, es un anarquista, y esto es lo que me fascinaba en él. Es muy representativo del estado de ánimo de muchos irlandeses hoy en día, aunque no tengan ni el coraje ni los medios de llevar una vida como la suya.»
«Ellos» –la policía y el IRA– se movilizarán para doblegarlo. A medida que se estrecha el cerco, Cahill se va quedando cada vez más solo en compañía de sus dos mujeres. A pesar de todo, sigue con su actitud refractaria. «Ellos» deciden borrarlo del mapa. Las balas del IRA acabarán con su vida en agosto de 1994. ¿Con la connivencia de la policía? Es una hipótesis más que verosímil: muy probable.