Director: William Wellman
Reparto: Ronald Colman, Walter Huston, Muriel Angelus, Ida Lupino, Duddley Digges, Ernest Cossart, Pedro de Cordoba, Ferike Boros,
Fotografía: Theodor Sparkuhl
Música. Victor Young
Argumento: La novela de Rudyard Kipling
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Quizás el año 1939 fue para el cine un año plagado de grandes obras, reconocidas en mayor o menor medida, algunas de ellas posiblemente sobrevaloradas, otras menormente valoradas, siendo superiores a aquellas… pero hay un hecho curioso y destacado: fue un año en el que proliferaron las películas de temática colonial, o de aventuras coloniales (o relacionadas con este apartado del cine de aventuras). Obras como Beau Geste, Las cuatro plumas, La jungla en armas, Gunga Din o El explorador perdido, mostraban diversas caras o facetas de la aventura colonial, exótica, con un trasfondo africano en casi todas ellas (exceptuando Gunga Din y La jungla en armas),
The light that failed (La luz que se apaga) participa de hecho, en su punto de partida (si nos saltamos ese definitorio preámbulo) y en su desenlace, de esta circunstancia, pero no se engloba dentro del cine de aventuras. Es un melodrama. Y sin embargo tiene ciertas connotaciones o conexiones que la relacionan con varias de las obras antes citadas.
El preámbulo, donde una niña y un niño hacen “prácticas de tiro” con una pistola, y el niño (Dickie) resulta alcanzado en los ojos por el fogonazo del disparo accidental de Maisie, nos recuerda en cierta medida a los hermanos Geste (Beau, Digby y John, aquí es este último el que resulta herido en una pierna por un perdigón del cañón de un barco de juguete). De hecho, como muy bien explicaba José María Latorre, en su crítica sobre esta película (mas adelante pondré una reseña a ella), este comienzo es definitorio e imprescindible para trazar las pautas sobre las que gira la película: El fogonazo que provoca el picor en los ojos de Dick actúa a modo de metáfora de cara a la posterior y principal línea argumental de la película (en la cual se muestra como el protagonista va perdiendo la vista), la respuesta de la niña no es de preocupación por Dick, sino por ella misma (ese egoísmo que posteriormente se verá en algunas de las reacciones de Maisie a través de los diálogos y de cara a su relación con Dick): “Menudo lió me habría buscado”, pero también ese deseo, ya desde ese momento, de llegar a ser artistas, formulado en los comentarios de ambos: “Hazte artista, yo lo seré algún día. Vale, seremos dos artistas y haremos maravillas”
La separación de los niños (Maisie se marcha a París) nos trae también a colación el comienzo de Peter Ibbetson (la separación de Peter-Gogo y Mary).
A partir de este momento la acción se traslada al Sudán de las revueltas de las tribus derviches (lo que la relaciona con Las cuatro plumas, pero no solo existe este nexo entre ellas, también aquí, al igual que en la película de Zoltan Korda –y la novela de A.W. Mason- está el tema de la ceguera), Es el momento histórico de las tropas británicas, el general Gordon y las sublevaciones indígenas capitaneadas por El Mahdi (que tan bien supo reflejar Basil Dearde en su mejor película, la estupenda Karthoum). Una excelente secuencia del movimiento de las tropas preparadas para afrontar un ataque, la formación del cuadro (con planos rápidos, sendos picados a vista de pájaro) y el asalto a la línea de defensa por parte de las tropas indígenas termina con el momento en el que Dick (un soberbio Ronald Colman) salva la vida de su amigo Torpenhow (un comedido y excelente Walter Huston), pero a cambio recibe un sablazo que rompe su salacot y le alcanza en la frente).
A partir de aquí la película entre en el terreno del melodrama, enfocado hacia el deseo de Dick de ser artista, pintor exactamente: excelente el plano secuencia que retrata a esas dos generaciones de artistas, el uno, el maestro, Binat (Pedro de Cordoba) viejo, acabado y hundido en el alcoholismo, el otro, el alumno, Dick, con todas las ilusiones del joven que comienza, brindan casi de cara al espectador. “Nunca olvidaré a mi maestro”, dice Dick, a lo que Binat responde: “Nunca lo hará. porque al final, descenderá vivo a los infiernos, como hice yo”. Frase tajante y premonitoria.
El triunfo de Dick como pintor (un hombre dotado de un gran dominio de la técnica, con dotes para ser un gran artista, pero sin alma en sus cuadros, que antepone su deseo de ganar dinero pronto y fácil antes de hacer valer su verdadera faceta creativa, personal: otro excelente momento de la película es el retrato de ese soldado británico, dos cuadros diferentes, donde Dick da primacía al mas impersonal de los dos, porque es el que realmente vende y que termina con Torpenhow rompiéndolo de una patada) va acompañado de su relación de amistad con Torpenhow y su encuentro con Maisie: esta es una artista sin estilo, sin capacidad para ello, pero con una ambición desmedida por triunfar: “Mi ambición supera mi destreza” dirá en cierto momento. Maisie (Muriel Angelus) muestra ese deseo de reconocimiento y fama y da prioridad total a esto por encima del amor que le ofrece Dick, pero también es una persona con cierta integridad (se niega a que Dick pinte un cuadro y luego lo exponga en su nombre). Es de destacar también el momento en el que Dick ofrece a Maisie dejarlo todo y escapar a esos lugares remotos donde puede hallar esa inspiración, ese color, esa experiencia vital y única (que él ya ha experimentado) para lograr lo que ella busca (y que en la realidad fue fuente de inspiración vital de tantos y tantos artistas, desde escritores como Stevenson, Conrad o el mismo Kipling, a pintores como Gaughin).
Si hasta aquí la película se mueve por el campo del optimismo, rebosa alegría y un cierto dinamismo (son continuos los comentarios casi jocosos entre Dick, Toperhown y el otro amigo, Nilghai), a partir de la entrada en escena de Bessie (Ida Lupino) y la progresiva pérdida de vista de Dick (que Wellman muestra de forma excelente, progresiva, a partir de pinceladas sueltas: el destello de luz de una cerilla que quema los ojos de Dick y le ciega temporalmente –de nuevo otra alusión a ese preámbulo- , un comentario sobre la ausencia de luz –en realidad la hay, como se encarga de desmentir con sus palabras Bessie- o la visión subjetiva del rostro ya difuso de esta última) y desemboca en una de las escenas mas sobrecogedoras de la película (el dictamen del doctor proyectado sobre el rostro de Dick y ese travelling de acercamiento de nuevo sobre el artista a manera de dardo casi mortuorio lanzado sobre este que ya conoce la noticia de la pérdida futura, próxima, de su bien mas preciado, la vista), a partir de aquí, En tinieblas da paso a otra película: un cierto halo de melancolía y tristeza se adueña de ella, la obra adopta un tono cada vez mas apagado, casi en consonancia con ese Light that failed, esa “Luz que se apaga”. Todo ello desemboca en ese emotivo final (casi tanto como en el libro) (1), donde la carga de la caballería ligera británica sobre los (de nuevo) insurgentes nativos sudaneses es una despedida y en cierto modo un homenaje final al personaje de Dick (la fotografía refleja, a manera de metáfora, en ese anochecer cerrado, esa luz que hace ya tiempo se apagó en el pintor para siempre)
Bellísima y extraordinaria película donde Wellman demostró que cuando tenía un material apropiado, sabía dar lo mejor de si mismo. Curiosamente, según expone Jim Thompson en su libro, toda la película se vio plagada de incidentes, desde la tensa y tortuosa relación entre Wellman y Colman (que no fue óbice para que los dos dieran casi lo mejor de si mismos) hasta devastadoras tormentas de arena, intentos de fuga del propio Wellman….
Tan solo decir, para finalizar, que En tinieblas es una película bastante fiel a la obra y al espíritu de Kipling, y para mi una de las mejores de su director (junto a Cielo amarillo, Track of the cat, Beau Geste, The Ow-Bow indicent y Public enemy y Alas… por este orden). Cabria también formularse la pregunta: “Qué habria sido de En tinieblas con la presencia de otro actor (Ray Milland era el elegido por Wellman) más joven, y mas acorde con el personaje descrito por Kipling. No se puede saber, como en tantos y tantos otros casos, pero lo cierto es que Ronald Colman, quizás algo pasado de edad, lleva a cabo una interpretación memorable, tremendamente versátil, a la altura de sus mejores papeles (en mi opinión: El asunto del dia, Niebla en el pasado y Cynara, por este orden)
A continuación cito una reseña del artículo que publicó José María Latorre en la revista Dirigido Por, nº 316 sobre esta película)
“Un niño y una niña, acompañados por una cabra, están jugando en Fort Keeling (Inglaterra) a la orilla del mar; el juego consiste en disparar a los pilones de la playa, revestidos de algas, pero la bala que dispara la niña, Maisie, pasa rozando el rostro del niño, Dick quien se queja del escozor que la pólvora le ha producido en los ojos. Después de eso charlan sobre su futuro y expresan su deseo de ser artistas (en su caso, pintores). No puede haber una adaptación de “La luz que se apaga, de Ruyard Kipling (otras ediciones llevan el título de En tinieblas), que no incluya ese prólogo, al que su autor concede todo un capítulo, pues sin él no se podría concebir ni comprender el desarrollo del relato. No se trata tanto de que ese accidente puede estar relacionado con la futura ceguera de Dick (la cual se explica mas bien como efecto del tajo que éste recibe a manos de un árabe en la campaña de Sudán, que rompe su salacot y le afecta a la cabeza), cuanto de la relación que mantendrán ambos apoyada, precisamente, sobre el tema de la pintura…La obsesión por el dinero que caracterizará a Dick adulto (Ronald Colman) se explica en la película con unas líneas de diálogo, pero no se relaciona con la amistad de los niños y sus diferencias de clase (la institutriz de Maisie le reprocha a Dick que si no es un caballero debería procurar comportarse como tal). Eso, aunque desdibuja un poco la futura relación de Dick y Maisie (Muriel Angelus), no impide que En tinieblas sea un film excelente. Por otra parte el prólogo con los niños, más breve en la película, no puede por menos de recordar el comienzo de Beau Geste, otra adaptación literaria rodada por Wellman a lo largo de ese mismo año, 1939… Pero lo mas importante radica, quizá, en el hecho de que Wellman adopta para su trabajo el mismo estilo que Dick en su pintura y Kipling en su novela; el realismo; es el realismo lo que se aplaude en la obra de Dick y, consecuentemente con ello, Wellman hace otro tanto con el film. Eso, aparte de la admirable contención de la puesta en escena, consigue que En tinieblas no llega a ser en ningún momento el melodrama que pudo haber sido…, y si en cambio una aproximación realista a un hombre que desde niño quiso ser pintor y, llegada la madurez, penetra en el camino que conduce a la ceguera…”
Rudyard Kipling, uno de los mas grandes escritores a caballo entre el siglo XIX y XX, tiene el honor de ser el escritor mas joven en ganar el Premio Nobel de Literatura en 1907. Su obra es de una extraordinaria riqueza a nivel temática (novelas, poesía, relatos y cuentos, aparte de su labor como periodista) y de contenido.
La luz que se apaga (conocida también como En tinieblas) es su segunda novela (tras Naulahka, obra que desconozco) y quizás una de las menos conocidas: se citan con mayor frecuencia, al hablar de Kipling, los dos libros de Las tierras Vírgenes, Kim e incluso Capitánes intrépidos (o Capitanes valientes) y el relato El hombre que pudo ser rey, omitiendo otras maravillas tales como Stalky&Cia, Puck o esta misma.
En la contraportada de la edición de La luz que se apaga, de la Editorial Aguilar, José Crespo escribe sobre esta obra:
“La luz que se apaga (1891) ocupa un lugar muy especial en la obra de Rudyard Kipling (Bombay, 1865 – Londres, 1936). Eclipsada injustamente por otros libros suyos, resulta ser una de sus obras más personales y profundas por cuanto el alejamiento de su habitual temática colonial –aunque también esté presente aquí como fondo del principio y el fin de la historia- le permite indagar en el interior de unos personajes asombrosamente humanos por elementalmente contradictorios. Kipling se nos ofrece tal como es en este relato centrado en un conflicto vital –el joven y prometedor artista que inesperadamente se queda ciego- que hace aflorar en su debido momento esas virtudes que evocan todas las obras de su autor: la lealtad, el amor, la amistad y el coraje. Unas virtudes puestas a prueba, además, por el progresivo desarrollo de una peripecia anímica que alcanza el carácter de una suerte de épica y que conduce a su héroe hacia un desenlace que uva tomando cuerpo a través de la revelación de un destino implacable. La luz que se apaga es la novela del deseo y el fracaso, de la esperanza y la desesperación. Pero, por encima de todo, es un canto a “ese cariño austero que surge entre hombres que han manejado el mismo remo” y que llevará a su protagonista –perdido para siempre ese amor que creyó destinado a él desde la infancia- a un trágico y hermoso final”
(1)Cito el final en la obra de Kipling, tal y como aparece en su publicación de la Editorial Aguilar:
“Y Dick se bajó del camello obedientemente; pero lo mismo que cae un árbol, cayendo de lado desde la silla del camello bisharin a los pies de Torpenhow. Su muerte le había sido siempre fiel. Concediéndole incluso la gracia final de una piadosa bala en la cabeza.
Torpenhow hincó las rodillas tras el camello con el cadáver de Dick en sus brazos”








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