Brigands, chapitre VII
Francia/ Rusia/ Italia/ Suiza, 2002.
Francés/ georgiano, color, 129m.
Director: Otar Iosseliani.
Intérpretes: Amiran Amiranashvili, Dato Gogidedashvili, Ghio Tzintsadze, Nino Orgionikidze.
Guión: Otar Iosseliani.
Música: Nicolas Zouravishvili.
Fotografía: William Lubtschansky.
Montaje: Otar Iosseliani.
Producción: Martine Marignac.
Compañías productoras: Pierre Grise Productions, Le Sept Cinéma, Soyuzkinoservice.
Revista Otro Campo escribió:Las primeras imágenes del film nos sitúan en un cuadro grotesco de la Edad Media donde el protagonista, Vano, que luego despertará a causa de las explosiones, es un rey déspota. Esta primera secuencia anticipa en una síntesis notable lo que vendrá después: sin diálogos, la escena se desarrolla desplegando un humor onírico sustentado en la acción, al tiempo que resulta ser un recurso ficcional del personaje para evadirse de su propia realidad.
La economía lingüística será una premisa central de la película. En esta forma límite de la palabra se reconstruye, entonces, la capacidad humorística del cine mudo, recontextualizado allí donde poco queda por decir. Se acota la lengua, entonces, para evitar el sobreentendido de la palabra y dejar que el peso de la imagen sostenga el relato. Se estrecha la voz, por lo tanto, donde las explicaciones banalizan dado que sobran. No se pierde de vista el contexto por este motivo; al contrario, la periodización es clara, dando cuenta de una historia marcada por la dominación y el silenciamiento: desde las luchas aristocráticas, pasando por el período comunista hasta la lucha civil de la actualidad. Claro que esta marcación también distingue una diferencia, puesto que en las dos primeras el personaje central se verá siempre ligado al poder y hará las veces de tirano, siendo que, en la realidad de la ficción, es una víctima alienada de la guerra. Por otra parte, al acercarse el final del film, vemos cómo unos supuestos productores se retiran de la sala de proyección sin ver el final, que nos muestra a Vano –alter ego de Iosseliani– viviendo como un homeless en París.
Los personajes de Iosseliani parecen estar dispuestos únicamente a alcoholizarse, simulando un banquete al modo de la épica antigua. Esta pulsión etílica es la que los empuja fuera de las coordenadas temporales y los reinserta en los contextos históricos antes mencionados. Si por un lado se observa esta tendencia como un escapismo, al mismo tiempo devuelve una lectura crítica del propio presente enriquecida por el discurso histórico. Así, mientras la lengua se sostiene en una austeridad máxima, el exceso emerge de los mismos personajes en la figura del alcohólico y se convierte en procedimiento narrativo. El gasto material se convierte, de esta forma, en gasto simbólico –el chiste, derroche por excelencia– al convertirse en relato, pero devuelve una ganancia en la conciencia de la historia.
De esta forma, Iosseliani propone un modo para este género que evita las formas del melodrama y, con esto, la mirada compasiva que surge de la identificación. Así, define una cinematografía que se orienta hacia la desnaturalización como instancia central para la organización del relato.