Posiblemente la pelicula mas inclasificable del director, en lanzamiento.
Walter Huston, Karen Morley y Gregory La Cava en el rodaje de "Gabriel Over the White House"
IMDB
"Poco despues de haber sido elegido Presidente de los Estados Unidos, Judson C. Hammond confiesa a uno de sus compañeros de partido que esta preocupado por las muchas promesas que ha hecho durante la campaña, su amigo le contesta; ' No te preocupes, para cuando la gente se de cuenta de que no piensas cumplirlas, tu mandato ya habra concluido'. Con lo que nadie contaba es con cierta "intervencion celestial" y los dramaticos acontecimientos que va a desencadenar...."
En 1932, Willlam Randolph Hearst decidió apostar fuerte por la candidatura de Franklin D. Roosevelt a la Casa Blanca. No se conformó con poner todos sus periódicos y todos sus medios de comunicación al servicio de Roosevelt. Quiso más: quiso una película hecha expresamente para ayudar a Roosevelt. Esa película fue “Gabriel over the White House”. Y de la intención al hecho - no resulta secundario subrayar que la fecha de estreno del film coincidió con la de la toma de posesión de Roosevelt - se sucedieron los extraños acontecimientos de esta no menos sorprendente historia. Al principio, Hearst tenía sólo una idea: una obra que mostrase a Roosevelt como un elegido y que Dios estaba de su parte. Y él, que era un hombre de convicciones profundamente derechistas, acabó insinuando esta idea a alguien situado en el otro lado del espectro político que apoyó a Roosevelt: Walter Wanger, famoso por sus posiciones liberales, con una reputación forjada en Broadway y entonces al inicio de su carrera como productor.
Después de múltiples vacilaciones, Wanger mostró a Hearst una novela escrita por el inglés Thomas F. Tweed, un antiguo secretario de Lloyd George que nunca había puesto los pies en América. Al parecer, se trataba de la historia de un político que sobrevivía a decenas de atentados y emboscadas, cada vez más “purificado”. Finalmente, llegaba al convencimiento de que Dios le salvaba siempre para que así pudiera ejecutar mejor sus insondables designios.
A Hearst le gustó el libro, pero exigió controlar de cerca la producción y las diversas fases de elaboración del guión. Parece ser que éste conoció decenas de versiones y que Hearst las modificaba continuamente durante el rodaje; Walter Wanger, por su parte, consiguió no sólo que Walter Huston interpretase el papel del Presidente (tres años antes, Huston había obtenido un enorme éxito encarnando a Lincoln en “Abraham Lincoln” de Griffith) sino que en el reparto figuraran dos actores tan izquierdistas como Franchot Tone y Karen Morley (ambos estaban vinculados, en aquella época, al Partido Comunista americano).
El final de la película fue lo más difícil de decidir. A Hearst nunca le gustó la idea de la muerte del Presidente. La solución le parecía peligrosa en caso de que Roosevelt perdiese las elecciones. Podría pensarse que el santo les había abandonado. Por esta razón se hicieron dos finales: el que ya conoce¬mos y otro en el que el Presidente se salvaba de nuevo milagrosamente (más planos de las cortinas, más música de Brahms y más intervención del Angel) y se preparaba para una “tercera fase”, renunciando explícitamente a los poderes dictatoriales. Se acabaron montando las dos versiones. Y muy curiosa y sintomáticamente, la primera se distribuyó en América y la segunda se exportó a Europa, donde la película tuvo poquísima difusión.
Hace pocos años, la Cinemateca de Bélgica descubrió esa “segunda versión” cuya comparación con la primera resulta curiosísima. Las dos versiones fueron exhibidas en el Festival de Cine de Bolonia en 1990.
Tal y como quedó, “Gabriel over the White House” es una película política sumamente ambigua. Al principio - antes del accidente- lo que La Cava nos muestra es uno de los retratos más implacables que jamás se hayan hecho de un presidente americano. Un presidente corrupto, que debe su elección a las influencias y al tráfico de las mismas; un presidente que no hace ni el más mínimo intento de cumplir las promesas demagógicas que hizo y a quien los amigos explican que no debe preocuparse por eso; un presidente con una amante, a la que más tarde nombra su secretaria particular; un presidente (lapidaria secuencia la que le muestra con su sobrino) que concede mucha más importancia a jugar con un niño que a las llamadas dramáticas que le llegan a través de la radio de un país hundido en la miseria y el hambre. El magistral tratamiento del sonido en esa secuencia (no oímos casi nada de lo que dicen el presidente y el niño, y éstos no oyen nada de lo que dice la radio) es una forma brillante de ilustrar el carácter del nuevo inquilino de la Casa Blanca. Que, además de todo lo dicho, no sabe dónde está Siam y se divierte jugando a las carreras de automóviles.
Diez minutos de película -encuadrados en noticiarios de imágenes no poco sombrías- nos ofrecen el terrible retrato de cómo se hace un presidente o de lo que puede llegar a ser la corrupción. Hasta que surge el “milagro” y “nace” el segundo presidente, con la explícita evocación de la intervención divina. Y ese segundo presidente - premonición rooseveltiana - es el más ambiguo retrato que pueda hacerse de lo que algunos de los simpatizantes de Roosevelt esperaban y querían de él. Porque lo que claramente se insinúa en el film es una ideología fascista, servida por una iconografía que no lo es menos.
El ejemplo supremo -y es tal vez el momento más inolvidable de esta película- es el juicio del gángster (explícito retrato de Al Capone) a cargo de Franchot Tone convertido en policía. Ya el cerco de las fuerzas del orden al cuartel general de Nick Diamond es bastante impresionante, con el desfile y el dispositivo de los carros de asalto. Pero lo que sigue es todavía más alucinante. El gángster confía en un juicio justo. Tono le responde que será juzgado por un tribunal militar. Y es el propio policía (comandante de la policía, nombrado por el presidente) quien juzga y condena al gángster, en picados y contrapicados que ningún cineasta nazi desdeñaría (obsérvese la iluminación, el parecido de Tone con Goebbels, la silueta recortada del justiciero...). Y a continuación, plano de los gángsters con los ojos vendados y Franchot Tone pasando de juez a verdugo, mandando el pelotón de fusilamiento, con la Estatua de la Libertad al fondo. No debe haber en el cine americano otras secuencias comparables a éstas en cuanto a desvarío totalitario. Y obsérvese también cómo culmina en ellas la trayectoria de Franchot Tone, de secretario a policía, de policía a juez, de juez a verdugo, de verdugo a lugarteniente.
¿Y qué decir del discurso en que Huston asume los poderes dictatoriales? ¿O de la inolvidable secuencia a bordo del acorazado, cuando el Presidente convoca a todas las naciones del mundo («Tú, Francia; tú, Japón...») para avasallarlas con la superioridad bélica americana e imponerles el pago de las deudas de guerra, con un premonitorio uso del efecto radiofónico para amplificar el mensaje?
A pesar de algunas reverencias formales a la democracia, a pesar de que el Presidente -después de recibir la visita del Angel- abraza la causa de los pobres y de los desempleados (recurriendo a las soluciones que el propio Roosevelt iba a poner en práctica), el retrato de Walter Huston en su “segunda encarnación” es un retrato que puede rivalizar con los de los dictadores europeos de esos años. Y esta “fábula mística” del ángel visitador es una de las parábolas más sombrías que nos ha dado el cine sobre los estrechos límites que separan el “providencialismo” americano (en su vertiente fundamentalista) del totalitarismo fascista. Hearst, admirador de Roosevelt, lo fue también de Mussolini y de Hitler... viendo esta película, se nota. Sería muy interesante - pero esa es otra historia - comparar este “hombre solo” - «Ahora sabes que un hombre solo puede vencer a todos los demás», dice Karen Morley - con los “hombres solos” de Frank Capra. De momento, digamos que “Gabriel over the White House” es una de las propuestas más fascinantes de aplicación del imaginario "expresionista" a la política americana y a la América de Roosevelt.
Fuente: Joáo Bénard da Costa, notas elaboradas con ocasión de la proyección de “Gabriel over the White House” en el ciclo De la Depresión a Roosevelt organizado por la Cinemateca Portuguesa, 18 de mayo de 1991.
Capturas:
Datos Tecnicos:
IDRip? LDRip? DivX5.0 (Bitrate: 972 kb/s)
Resolucion: 528x400
Audio: MP3, 160 kb/s
Tamaño: 700 MB
Audio en versión original (inglés)
Enlace:
Gabriel Over The White House.avi
Un saludo.
Versión VOSE, por theycame2001 unos mensajes más abajo.
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PD: La fuente indicada es un IDRip... desconozco que significa exactamente.