Me he enterado de su existencia a traves de Olarieta.
La tenebrosa historia de un documental dos
veces censurado
Juan Manuel Olarieta Alberdi
(Abogado, escritor, represaliado político)
El 12 de octubre murió a los 68 años de edad Fernando Ruiz Vergara,
el director de "Rocío", el documental rodado en 1977 que se ha
convertido, por méritos propios, en el más importante del cine español
contemporáneo. El realizador andaluz fallecía en el exilio, en una aldea
cercana a Castelo Branco (Portugal).
Es un documental tan importante que aún no se ha podido ver
completo en España y, como en tiempos del franquismo, los que
conocen de su existencia viajan a Portugal para poder verlo. El año
pasado el "Bloco de Esquerda" lo emitió sin censura en Lisboa. Es un
símbolo vivo de la manera en que se llevó a cabo la transición en
España, es decir, mediante la mordaza, el silenciamiento y la represión
brutal sobre cualquier forma de expresión que no repitiera el canon
oficial. Y aún no se ha acabado.
La película se estrenó en julio de 1980 en el cine Bellas Artes de San
Sebastián, aunque para el estreno con carácter de primicia mundial
figura la significativa fecha del 18 de julio en el cine Astoria de
Alicante.
A través de la farsa de la religiosidad popular, en 88 minutos el
documental denuncia el latifundismo, elogia la auténtica cultura
popular y desenmascara el papel de ciertas familias oligárquicas como
cómplices directos de la represión franquista, así como el tinglado
económico que se esconde detrás de la romería que aliena a toda una
comarca andaluza como en las peores épocas de la Inquisición
medieval.
En la obra interviene el catedrático universitario y antiguo alcalde de
Sevilla, Antonio Hernández Díaz, explicando cómo se mutilan las
imágenes a conveniencia de las necesidades devocionales de los
feligreses, clarificando las bases económicas, de clase y de poder que
subyacen en la devoción rociera.
En la escena más censurada, un antifascista anciano, Pedro Gómez
Clavijo, señala a un terrateniente de la zona, José María Reales, como
autor del asesinato en masa de 99 republicanos en 1936, a quienes
golpeó desde el caballo con porras hasta que los mató a todos. Fue
rodada de forma que el nombre del asesino fascista no se mencionaba
aunque sí aparecía su fotografía con los ojos tapados por un
rectángulo negro mientras el anciano narra los hechos.
Antes de ninguna prohibición judicial, los fascistas ya habían
movilizado a la ultraderecha, la jerarquía eclesiástica y los
terratenientes para impedir la exhibición del documental en los cines
andaluces. Las distribuidoras recibieron graves amenazas por su
comercialización. A pesar de las presiones se logró estrenar en el cine
Bellas Artes de Madrid el 4 de febrero de 1981.
En el diario decano de la prensa sevillana, "El Correo de Andalucía",
apareció un artículo firmado por el jesuita José A. de Sobrinos con el
significativo título de “La mala sombra del Rocío” en el que decía lo
siguiente: “Resulta que íbamos a ver una película del Rocío y nos han
largado un mitin político y anticlerical, que termina con un canto a las
manos de los trabajadores que tienen que conseguir la libertad (...) ¿A
qué vienen esos recuerdos de las crueldades de la guerra civil en un
bando? ¿Es que no los hubo en los dos? ¿No sería más español y más
democrático, no revivir escenas lamentables del pasado?” El jesuita tal
vez ignoraba que en Almonte no hubo ninguna clase de represalias
contra los fascistas.
El antiguo diario local del Movimiento fascista Sur/Oeste describió el
23 de octubre de 1980 el documental como un ataque “infantil y
decididamente panfletario, a instituciones y poderes como la Iglesia,
los terratenientes en general, los falangistas, las derechas y, en una
palabra, el franquismo, al que se le acusa de manipular el tema del
Rocío para su provecho”.
En abril de 1981 su proyección en los cines fue paralizada por la
querella criminal de una familia de Almonte (Huelva), los hermanos
José María, Manuel, Pilar, Juana, Josefa y Teresa Reales Cala,
presentada en un juzgado de Sevilla por los delitos de injurias graves,
escarnio de la religión católica y ultraje público. El juez no se conformó
con impedir la exhibición sino que ordenó el secuestro de la película en
todo España. Fue la primera en la transición.
En 1985 el Tribunal Supremo confirmó la decisión apoyándose en la
escena de la matanza antifascista porque "aflora una inoportuna e
infeliz recordación de episodios sucedidos después del 18 de julio de
1936, en los que se escarnece a uno de los bandos contendientes,
olvidando que en las guerras civiles, como lucha fraticida que son,
dejan una estela o rastro sangriento (...) que es indispensable inhumar
y olvidar si se quiere que las generaciones posteriores convivan de
forma pacífica".
El testimonio del crimen fue eliminado y sustituido por un fondo negro
en el que aparecía el número de la orden de censura. Luego la censura
fue, a su vez, censurada. Cortaron la película en las partes censuradas
para que no se viera que habían sido censuradas, para ocultar la
censura. Cuando a altas horas de la madrugada se ha emitido alguna
vez por televisión, sigue estando doblemente censurada porque aún
sigue vigente la condena.
En su indecente sentencia el Tribunal Supremo calificó al documental
como un "libelo indecente". Para tomar su decisión la Audiencia de
Sevilla no admitió el testimonio directo de 17 ancianos, vecinos de
Almonte, dispuestos a certificar la veracidad de los crímenes fascistas
cometidos por el cacique falangista José María Reales, ni tampoco las
declaraciones periciales de historiadores expertos como Ian Gibson y
Antonio Elorza o cineastas como Pilar Miró y Luis G. Berlanga. El
Tribunal Supremo tampoco se molestó en corroborar el crimen masivo
que la película relata.
Fernando Ruiz Vergara era uno de los representantes del nuevo cine
andaluz y en 1980 tenía una carrera prometedora por delante. Su
documental consiguió el primer premio del Festival de Cine de Sevilla
en 1982 y fue presentado como candidato por España para el Festival
de Venecia junto con "Ópera prima" de Fernando Trueba. La obra se
volvió contra su autor. La censura le arruinó la vida a él y a la
guionista, Ana Vila.
En medio de la adversidad, el realizador andaluz mantuvo, sin
embargo, una digna y heroica compostura: rechazó tajantemente
cualquier posibilidad de hacer cortes en la cinta para que fuera posible
su exhibición, que es el chantaje que le proponía la sentencia del
Tribunal Supremo. “Me niego en redondo, no lo acepto“, indicó a la
prensa. Pero jamás volvió a ponerse detrás de una cámara. Guardián
de las esencias más fascistas del régimen, el Tribunal Supremo le
condenó a pagar una multa millonaria, al calabozo y, en definitiva, a
un exilio perpetuo.
La Constitución es papel mojado. El magistrado ponente de aquella
sentencia indecente fue Luis Vivas Marzal, un entusiasta defensor del
régimen franquista, como él mismo confesó siempre a todo el que
quiso escucharle.
Los foros reducidos que la han exhibido, han tenido que contratar a un
abogado para soportar las presiones de las mafias fascistas, católicas
y latifundistas de toda la vida. En un tardío homenaje, el director de
cine José Luis Tirado está rodando "Callar al mensajero", un
documental que recuerda la historia maldita de otro: "Rocío".
Seguimos como siempre los mismos se siempre