Lomax: The Songhunter (Rogier Kappers, 2004)

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Gastón
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Lomax: The Songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por Gastón » Lun 09 Jun, 2008 11:43

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Leído en El País:
Cazador de melodías remotas
FERNANDO NEIRA 07/06/2008

Cuentan las crónicas que la Guardia Civil no perdió de vista a Alan Lomax durante los siete meses de 1952 que el folclorista deambuló por media España. Los agentes tenían noticia de que aquel americano estrafalario quería recopilar cantos rurales a través de un inmenso magnetófono para discos de acetato que atesoraba en su maleta, pero la misión les parecía tan inverosímil que se dispararon todas las alarmas. Sospecharon que fuera un espía o un comunista peligroso antes de persuadirse de que, aunque extravagante, aquel hombre de 37 años resultaba inofensivo. Y así fue como el responsable del archivo fonográfico en la Biblioteca del Congreso Estadounidense obtuvo el primer y más asombroso testimonio sonoro y etnográfico de un país aún sumido en la miseria de la posguerra, 75 horas de grabaciones que compendiaban la música tradicional de toda la Península y las islas Baleares.

Igual que en el caso español, Lomax también transitó por los caminos más remotos y pedregosos de Italia, Escocia, las islas Hébridas, Rumania y hasta la India en busca de expresiones populares que habían sobrevivido de generación en generación pero corrían el peligro de perderse para siempre. Apasionado y estajanovista hasta las últimas consecuencias, la magnitud de su trabajo se resume en una cifra: la Biblioteca del Congreso -en cuya dirección sucedió a su padre, John Lomax, en 1936- almacena hoy más de 10.000 grabaciones de campo realizadas personalmente por él.

Fascinado por la peripecia vital de este hombre, tan extraordinaria como poco conocida, el realizador holandés Rogier Kappers se trasladó en 2001 a Holiday (Florida) para entrevistar a Lomax. Demasiado tarde: el folclorista, entonces con 86 años, había sufrido una hemorragia cerebral y apenas podía articular algún sonido inteligible. Las escenas en el jardín, tambaleándose con el andador y extasiado mientras escucha con los auriculares sus viejas grabaciones, resultan conmovedoras. A partir de ese momento, Kappers tuvo la habilidad de replantear el trabajo como una búsqueda de la huella europea de Lomax, y al volante de su furgoneta se lanzó a rastrear aquellas mismas carreteras secundarias de España, Italia y Gran Bretaña que el folclorista había surcado justo medio siglo antes.

El resultado es Lomax: The songhunter (El cazador de canciones), un documental que ha obtenido cuatro premios internacionales y ahora aterriza, por fin, en las estanterías españolas. Lástima que a nadie en la productora Rounder se le haya ocurrido que las andanzas del viejo Lomax pudieran interesar al espectador hispanoparlante, de modo que debemos conformarnos con la versión original en inglés y la opción de subtítulos en francés, alemán y holandés. Pero el esfuerzo merece la pena, sobre todo porque el apartado de Lomax en España ocupa no menos de un tercio del metraje, con escalas en Corcubión (A Coruña), O Cañizo (Ourense), Val de San Lorenzo (León) y las afueras de Andorra, en la provincia de Teruel.

Es ahí, en lo ancho de un secarral, donde el pastor José Iranzo rememora cómo triunfó en el concurso nacional de jotas celebrado en 1943 en el Teatro Principal de Zaragoza. No encontraron micrófonos en toda la provincia y le tocó cantar La palomica a pleno pulmón. "He estado en Cuba con Batista, en Nueva York con los Kennedy o en el palacio de Fez con Hassan II. Es muy bueno viajar, ése es el mejor bachiller", relata el abuelo, casi nonagenario, sin quitarle el ojo a sus ovejas. No menos entrañable es la recuperación de la leonesa Dolores Fernández, gran intérprete de romances fallecida en 2003. Dolores recuerda el alboroto que provocó la visita del folclorista de Austin: "Siempre me venía gente a casa a escucharme, pero que llegara un señor que te grababa y luego lo podías escuchar era toda una novedad...". Pero quizás la escena más pintoresca transcurre en O Cañizo, un enclave que Lomax definió en su diario de campo como "villorrio miserable", aunque ya por entonces le dejó una honda impresión: "Nunca olvidaré este pueblo. Sus gentes se transforman en cuanto la música comienza a sonar. Cuando me marché a descansar, a las tres de la madrugada, todos seguían bailando como posesos". Medio siglo más tarde, los más viejos del lugar se congregan en el supermercado e improvisan una xuntanza de danza, gaita y panderetas ante la asombrada cámara de Kappers.

Lomax siempre defendió con arrolladora vehemencia la cultura tradicional, "el mejor símbolo", en su opinión, "de la dignidad humana y la libertad de expresión". Nacido en 1915 en el seno de una familia eminentemente melómana, a los veinte años experimentó su particular caída del caballo cuando oyó por vez primera a los presidiarios negros en las cárceles de Tejas, Misisipi o Luisiana. "Para entonces yo ya había escuchado todas las sinfonías del mundo, increíbles composiciones para cámara y el mejor jazz, pero me di cuenta de que nada de eso superaba a aquellos hombres que cantaban para amenizar sus trabajos forzados", reflexionaba. A partir de ese momento, Lomax desarrolló todo un modelo de clasificación musical a partir de 37 parámetros que hoy es un referente básico para la etnomusicología, pese a que en su momento tuvo que lidiar con la indiferencia, cuando no desprecio, del mundo académico.

"Alan cambió la visión esnob de la sociedad. Él fue el primero en hacernos comprender que todos, también las clases humildes, tenemos nuestra propia cultura", exclama la veterana folclorista Henrietta Yurchenko en The songhunter. El largometraje retrata a un hombre pasional y testarudo, capaz de persuadir a las principales radios y televisiones estadounidenses de que prestaran atención a Leadbelly, Pete Seeger o Woody Guthrie, pero no elude aspectos más controvertibles de su personalidad. Su hija Anna Lomax Wood cuenta a cámara, por ejemplo, el mal trago que aquellas expediciones europeas de los años cincuenta supusieron para ella. "Yo tenía ocho o nueve años cuando mi padre me explicó que prefería dejar la vida familiar en un segundo plano. Consideraba que como no había nadie más haciendo lo que él hacía, ésa debía ser su principal ocupación. No es que me abandonara, pero... se marchó". En cualquier caso, la cinta hace justicia a la memoria y la figura de aquel viejito tejano al que pocos recordaban cuando la enfermedad, el 19 de julio de 2002, se lo llevó para siempre.
Más info en Vorazfilmfestival.

Y abundantísima informacion (en inglés) en P.O.V..

No me resisto a copiar notas de Lomax sobre su estancia en España:
Leaving aside Catalonia, which presents special problems, Spain may be divided into three main stylistic areas — the South, the Center, and the North.

The South, including Andalucia, Murcia, Valencia and parts of Castile (56), is Eurasian, with strident high-pitched monody among the folk and a high, pure controlled tone among professionals (57), both delivered from a tense throat and with an expression of agony on the face. The melodies are long, highly decorated, and the mood varies from tragic to nostalgic; dances are solo or duo improvisations, tense, impassioned or frenetically gay. Both dance and song are, as in the Arab world, often performed by highly skilled folk professionals. Southern Spain formed a part of the Mediterranean world of high culture in classical times, and subsequently was thoroughly acculturated by the Arabs who brought fresh Oriental influences.

This is a land of great estates and of extremes of poverty and wealth. Labor was once performed by slaves, and today the country people who work on the land often live on the edge of starvation. Even today women are housebound, Arab style; courting couples may not be alone together except at the barred window; chaperones are strict, and marriages are arranged. Three main roads lie open to the Andalucian woman — marriage, prostitution or old-maid dependency. Sexual pleasure is a male prerogative, and lovemaking is often forced on married women, wearied by child-bearing and fearful of pregnancy. Equal measures of physical punishment and passionate love are meted out to the children. The whole area is dominated by hunger and, beneath a surface gaiety, an underlying asceticism and melancholy and a mood of violence and sexual jealousy exist — all brilliantly expressed in a neo-Eurasian musical art, in which dance and song are inextricably linked. The instruments are the flute and tabor, the guitar, the Arab friction drum, castanets and other rhythm-makers.

Central Spain, including Extremadura, parts of Castile and Leon, is a Modern European region with Eurasian influences to the South, Old European traces to the North and strong influences from the high culture of the Middle Ages (58). It is a monodic area with some unblended unison singing. The Castilian voice is lower-pitched and more open than the southern, but still is harsh, high-pitched and strident, delivered from a tense throat, the body being rigidly held with the face a composed mask. The melodies are extended but not prolonged as in Andalucia and, compared to southern Spanish tunes, relatively undecorated. This is the ballad area par excellence of Europe, a culture where words have more importance than the melodic ornament. Work songs are similar to those of southern Spain — long, high-pitched wails of despair. Instruments are the guitar, the banduria, played as rhythmic instruments, the flute and tabor, a simple oboe, castanets, a primitive violin, the Arab friction-drum, and various rhythm instruments. Dances are both duo and group in form.

This area, dominated by the Romans and conquered by the Arabs, is poor but there are many small holdings as well as large estates, and less misery than in the South. Women are still restricted to the house and jealously guarded. Contact between the sexes is difficult, but courtship customs are freer than in Andalucia, though marriages are still arranged between families. Children are given more independence and are not so often punished physically.

The North, including the provinces north of the Pyrenees as well as parts of Catalonia and Aragon, is Old European with Eurasian traces; the picture is further complicated by the Celtic ties of Galicia and by the mystery of the Basques. Although there are many types of solo songs — some, like the Asturianada, in flowery Eurasian style — the majority of songs and dances are choral. Voices are more open and more low-pitched than in central Spain, with more liquid vocal quality and occasionally with ringing tones. Bass voices are fairly common (41).

There is less vocal tension. The singer's body is relaxed, the throat is not distended with strain and the facial expression is often composed and lively and, though not always animated, neither melancholy nor mask-like. The voices blend easily, and choral singing comes naturally to the people. I did not find any polyphonic forms, but a bent toward polyphony is evidenced by the ease with which the northerners have adapted simple chordal ideas from Central Europe to the melodies of their regions. Melodies are brief and undecorated and most songs are short, except in the case of the Asturian ballads and the improvised satirical songs of the Basques. Often the singers pass from one tune to the other, weaving together long chains of tender, slightly ironic lyric songs — a trait of Udina in Italy and of Croatia. The mood of the songs is tender, gay, ironic, at times wholeheartedly joyous. The simple flute, the bagpipe and the various forms of flat hand-drums are the commonest instruments.

This is an area of small holdings scattered in the mountains, of small villages of shepherds and independent proprietors, of factory towns and mines and strong unions. Lightly colonized by the Romans and hardly touched by the Arabs, this area was the base for the reconquest of Spain by the Christians. In the Middle Ages the pilgrim route linked this region with the rest of Europe. Yet beneath a Christian surface, there are many traces of a pagan past and a pre-Roman communal society, especially among the Basques. Women occupy a fairly independent position, courtship is a more relaxed affair and there is freer contact between the sexes — as, for example, at the corn-shucking bees common to the Basque countryside. In spite of centuries of campaigning by the church, coastal Galicia has an illegitimacy rate of almost 40 percent, but the people themselves do not appear to be unduly disturbed by this. Children are treated with tenderness, and early acquire a sturdy independence.

When I left Spain, I had established in my own mind the possibility that a correlation exists between a musical style and certain social factors, most especially the position of women, the degree of permissiveness toward sexual love and the treatment of children. I had also begun to see the bearing of local history on the problem, but this still seemed secondary to the more basic factors of social structure and sexual pattern. I then prepared to test these tentative conclusions in Italy. To say that the strident falsetto in Andalucia was Arab and the open voice of the North was Nordic was merely to beg the question — to put it comfortably in the distance. Why then do the Arabs sing in strident falsetto, the Nordic in a more open, deeper voiced style? A more provocative question posed itself-why was one style acceptable and another unacceptable in a given area?
Fuente: P.O.V.

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Lo mejor es que en la Biblioteca del Congreso de EEUU hay abundante material accesible online de la colección Alan Lomax: http://www.loc.gov/folklife/lomax/lomax.html.

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SolPolito
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Mensaje por SolPolito » Mar 10 Jun, 2008 02:24

Joder que interesantísimo.
Muchas gracias.
No te dejes
Arriba los pobres de Honduras

alcayata
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Mensaje por alcayata » Sab 23 Ago, 2008 21:20

Gracias por la información. Esperemos pronto el enlace.

Fransmestier
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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por Fransmestier » Dom 09 Nov, 2008 12:57

Mi reino por este documental, que lleva dándome esquinazo desde que salió...
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Padre Lizardi
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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por Padre Lizardi » Dom 09 Nov, 2008 16:24

Me encanta todo, pero no encuentro el enlace :?

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Gastón
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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por Gastón » Lun 10 Nov, 2008 13:12

Mientras buscaba (sin ilusión) si se había editado ya en España he visto que la FNAC tiene tres CDs de grabaciones de Lomax, aunque la información se reduce al título de cada disco: "Extremadura", "Basque country Navarre" y "Texas Gladden".

También he encontrado otra web fascinante: LADINAMO [LDNM].

Alan Lomax. El rastreador de (nuestras) canciones LDNM, nº 23, Enero-Abril 2007)
Alan Lomax. El rastreador de (nuestras) canciones
Joan Vich Montaner

La mujer lleva un sencillo vestido estampado y un sombrero ancho de paja. Gira lentamente sobre su eje, de pie en el centro de la era, mientras canta a la mula que da vueltas a su alrededor. No puede dejar de cantar, porque si lo hiciera la mula dejaría de girar y la paja quedaría sin trillar. A poca distancia, bajo un almendro y junto a un pozo abandonado, una cortina de tela cubre un rudimentario equipo de grabación. Un americano vestido con pantalones de fieltro, el nudo de la corbata aflojado y algunos botones abiertos en su camisa blanca, suda copiosamente y observa en silencio. El americano, que no deja de tomar notas en su cuaderno, se llama Alan Lomax. Pero esta escena no sucede en Texas, ni en Missouri. Estamos en 1952, y Lomax está en Valldemossa, Mallorca.

El rastreador de canciones

En el número 22 de LDNM, Patricia Godes glosaba la figura de Pete Seeger, e iniciaba su artículo con la siguiente aseveración: “La figura del luchador infatigable por la justicia, la sensatez y la libertad está representada en el siglo XX por dos hombres: Pete Seeger y Woody Guthrie”. Pues bien, el altavoz que ayudó a que estos dos personajes pudieran hacerse oír se llamaba Alan Lomax, un catalizador de canciones y expresiones culturales cuyo criterio –con permiso de Harry Smith, otro peso pesado– determinaba los límites y la misma definición de música folk. La película Bound for Glory (Esta tierra es nuestra, Hal Ashby, EE UU, 1976) sobre la vida de Woody Guthrie durante la Gran Depresión, acaba con el protagonista viajando a Nueva York para aparecer en un programa de radio de ámbito nacional: el programa de Alan Lomax. Sobre Seeger, el mismo Lomax declaraba en 1977: “Peter Seeger es mi protegido. Yo le di su primer banjo (...). Con el tiempo llegamos a trabajar juntos en la revitalización de la música folk americana. Le enseñé la mayor parte de sus primeras canciones”.

Igual que Charles y Pete Seeger, Alan y su padre, John Lomax, formaban una saga familiar de intelectuales urbanos, miembros de una elite de investigadores que buscaban muestras de autenticidad en la música popular. Siguiendo los pasos de su padre, que había empezado a documentar la música popular americana con el cambio de siglo, Alan comenzó a trabajar a los dieciocho años en los Archivos de la Canción Folk Americana de la Biblioteca del Congreso de Washington. A los veinte, era el director de los Archivos y viajaba con su padre por los estados del Sur, realizando históricas grabaciones de campo en un continuo rastreo de canciones tradicionales que les llevó, entre otros lugares, a la prisión de Angola, en Louisiana, en busca del estado más puro de las canciones antiguas. Esta cárcel tenía fama de ser una de las más duras de su clase, tanto por las condiciones de vida como por la peligrosidad de sus internos. Allí descubrieron a Huddie Ledbetter, más conocido como Leadbelly, a quien ayudaron a salir de prisión y a convertirse en uno de los bluesmen más míticos de la historia.

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En 1938, Lomax grabó durante horas las canciones y las declaraciones de Jelly Roll Morton, uno de los fundadores del jazz, y en 1940 formó parte de un equipo que bajó al Sur en busca de Robert Johnson (ignorando que ya había muerto), y a cambio se encontró con un veinteañero llamado Muddy Waters, que poco después de grabar con él se mudaría a Chicago y revolucionaría el mundo del blues.

Lomax en España

Ésta es la historia tal y como la conocemos los aficionados al rock y a la música americana. Pero en esta historia hay un capítulo que nos afecta más de cerca. Sus continuos viajes al Sur de EE UU –aún segregado en los años treinta– y su contacto directo con la pobreza y la marginación acentuaron el compromiso político de Alan Lomax. El anticomunismo rampante que azotó EE UU en los años cincuenta, atizado por el tristemente célebre senador McCarthy, llevó a Lomax a establecerse en Londres entre 1950 y 1958, donde trabajaría para la BBC y Columbia Records en diversos proyectos de investigación.

A pesar de su comprensible aversión a la figura de Franco, Lomax tuvo que venir a España para grabar una recopilación de música folclórica española, por encargo de Columbia. Lomas viajó a Palma de Mallorca para asistir a un congreso internacional de musicología y a una muestra de folclore, organizada por la Sección Femenina de la Falange. El coordinador del evento era un ex nazi que había sido acogido por nuestro país y que dejó claro a Lomax que se encargaría personalmente de que no recibiera ayuda de ningún musicólogo español. En su Mallorca Notebook, Lomax escribió: “En realidad, en ningún momento había hecho planes para quedarme. Tan sólo disponía de unas cuantas cintas para grabar y nunca había hecho un estudio de etnología española. No obstante, aquello supuso mi primera experiencia con un nazi y, al mirar a aquel idiota autoritario desde el otro lado de la mesa del comedor, me prometí a mí mismo que, aunque tuviera que consagrar el resto de mi vida a aquella tarea, grabaría la música de aquel país ensombrecido”. Tozudo y con un fuerte carácter tejano heredado de su padre, Alan Lomax estuvo seis meses en España entre 1952 y 1953, realizando grabaciones de campo que luego plasmaría en catorce álbumes para Columbia y una serie radiofónica para la BBC. En sus viajes por la península visitó Aragón, Euskadi, Asturias, León, Galicia y Andalucía, pero su primera parada fueron las islas Baleares, en concreto Mallorca, Ibiza y Formentera. El panorama a su llegada a Barcelona en tren desde Port Bou es descrito nuevamente en términos críticos: “He disparado un rollo entero con mi nueva Leica. (...) Todo son cuarteles polvorientos, descuidados, con el mismo cartel sobre las puertas: ‘Todo Por La Patria’. Resulta tan forzado que uno no deja de preguntarse ‘¿la patria de quién?’, y basta echar una mirada a las calles para convencerse inmediatamente de que no es la patria de esos hombres extremadamente delgados, de esos transportistas en carros de caballos, de ese enjambre de vendedores de lotería”. Nada más comenzar su viaje, Lomax fotografió con su Leica a los isleños de los años previos al turismo de masas, una sociedad que vivía aún en el siglo XIX –las fotografías se pueden admirar en el libro Alan Lomax. Mirades (Lunwerg Editores y Fundació Sa Nostra de Palma, 2005). En las grabaciones que realizó en las islas (algunas de ellas verdaderamente delirantes en su naturalismo) se escucha a los campesinos cantando mientras trabajan; al fondo podemos oír los trinos de los pájaros, o el ruido de la paja recién segada. Son grabaciones crudas y directas, un micro y la campesina o el marinero, cantando a pelo o con el escueto acompañamiento de un tambor y una flauta de madera. Melodías ancestrales en escalas pentatónicas, de influencia árabe, que provocan la carcajada del público presente cuando la letra de la canción se vuelve picante o incluso obscena. Música popular, interpretada en su entorno natural por lavanderas, campesinos y marineros; héroes locales (a veces ni eso) que pasan a la historia gracias al micro y la lente de Lomax.

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La igualdad entre culturas

Resulta paradójico y reconfortante que un miembro del imperio cultural más homogeneizador de los últimos siglos sea al mismo tiempo el ideólogo de lo que él llamaba cultural equity, cuyos principios proponen dar la vuelta a la centralización de la comunicación y otorgar la misma atención a cada una de las culturas de la humanidad. Mucho antes de la moda de la world music –antes incluso del rock y de la divulgación a escala mundial de la música popular americana– Alan Lomax viajaba por el mundo estudiando y documentando las músicas populares y tradicionales, preservando con respeto y con pasión la voz del pueblo, de muchos pueblos que para él no eran tan diferentes. Sus trabajos en antropología musical le llevaron también a estimular el estudio de la etnografía desde un nuevo y radical punto de vista con su original teoría de la cantometría: un método de análisis musical según el cual podemos establecer relaciones entre distintas sociedades y culturas basándonos en sus patrones de canciones y danzas populares.

Alan Lomax se retiró en 1996 y falleció en 2002, pero su trabajo permanece vivo y resplandeciente. Tanto en la Tierra como en el espacio: en agosto de 1977, la sonda espacial Voyager 2 partió de Cabo Cañaveral en un viaje sin retorno que le ha llevado a traspasar las fronteras del sistema solar; en su interior, llevaba un tocadiscos y un disco de vinilo. De las veintisiete composiciones incluidas en aquel utópico e inocente trozo de cera con el que los extraterrestres podrán amenizar sus guateques siderales, trece fueron seleccionadas por Alan Lomax, el incansable rastreador de canciones.

http://www.culturalequity.org
Y continua el periodista:
El Cazador, cazado

La fascinante historia de Alan Lomax y, especialmente, de su poco documentado itinerario europeo, ha sido objeto de un reciente documental dirigido por el cineasta holandés Rogier Kappers. Lomax the songhunter (2004) se proyectó en junio de 2005 en algunas salas españolas, pero la buena noticia para quienes no pudieron verlo es que este otoño se edita por fin en DVD (Rounder Records).

En la película podemos ver a Lomax en su último año de vida, convaleciente e incapaz de hablar debido a una hemorragia cerebral: es trágico observar en tal estado a un hombre que dedicó su vida a documentar la comunicación oral. Sin embargo, la visita de Kappers a la casa de Lomax en Florida le empuja a iniciar un viaje por Europa siguiendo sus pasos en los años cincuenta. En una vieja furgoneta Volkswagen, el director se lanza a la búsqueda de los protagonistas de aquellas grabaciones, preguntando y haciendo indagaciones en las islas escocesas, en las comarcas españolas y en los pueblos italianos al pie de las montañas.

Una tras otra se suceden las escenas emocionantes, protagonizadas por gente humilde con los ojos humedecidos al escuchar las voces de sus padres o de sus hermanas. Vemos al pastor aragonés y a las señoras gallegas recordando a aquel americano tan extraño y cortés que llegó un día al pueblo con sus enormes aparatos de grabación; y asistimos también a la frustración del equipo de la película cada vez que llegan a un pueblo y se encuentran con que los protagonistas de las grabaciones ya han fallecido. Además de un instrumento para profundizar en la personalidad de Alan Lomax a través de entrevistas a conocidos, familiares y especialistas en su obra, Lomax the songhunter es una road movie sobre alguien que busca a la gente real detrás de aquellas grabaciones, que bucea en los recuerdos y en los sentimientos de esa gente anónima y que, en fin, pone la carne de gallina durante todo el metraje.
http://www.lomaxthesonghunter.nl

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La leyenda de Cast King

El uso de las grabaciones de campo como método de documentación de músicas populares o difícilmente dirigibles a un estudio profesional no es exclusivo de la familia Lomax, por supuesto. En nuestros días, por ejemplo, es habitual la grabación de festivales de cante, o incluso de saraos familiares improvisados, por parte de aficionados y estudiosos del flamenco. También reciente es el caso de Matt Downer y su descubrimiento fortuito del cantante country Cast King: un buen día, Downer empezó a grabar a su abuelo y a un amigo de éste que solía visitarlo para tocar juntos en el porche de la casa familiar, en Old Sand Mountain, Alabama. Cuando el amigo de su abuelo murió, Matt decidió empezar a grabar a otros músicos aficionados de la región. Grabara donde grabara, todo el mundo acababa hablándole de Cast King. El misterioso músico había tenido un grupo en los años cincuenta, con el que incluso había llegado a grabar para Sun Records, pero llevaba más de treinta años componiendo y tocando sólo para su familia y amigos. Una vez localizado el esquivo anciano, Matt Downer empezó a visitarle con regularidad, y a grabar esas visitas con los medios que tenían a su alcance: una grabadora de cuatro pistas, un mini-disc y algún micro. Sentados uno frente al otro, rodilla contra rodilla, indiferentes a los sonidos que se les iban colando en cada grabación (el cacareo de los gallos, las gotas de lluvia en el tejado de latón), Matt Downer y Cast King fueron grabando las canciones que componen Saw Mill Man (Locust Music, 2005), el primer disco del ya casi octogenario Cast King en decenas de años, y uno de los más emocionantes de los últimos tiempos.
http://www.myspace.com/castking

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Tienes algo, tienes Don

Documentándome para este artículo me encontré con una agradable sorpresa: uno de los encargados de velar por el legado de Alan Lomax desde la Association for Cultural Equity es nada menos que el guitarrista de Nueva York Don Fleming, conocido en círculos cercanos al rock independiente y a la experimentación más o menos radical gracias a su carrera al frente de grupos como B.A.L.L., Half Japanese, Gumball o Velvet Monkeys, además de por sus colaboraciones y producciones para gente como Sonic Youth, Dinosaur Jr, Teenage Fan Club, Maureen Tucker o Richard Hell. Aprovechando la coyuntura, le enviamos un breve cuestionario.

Fue una sorpresa ver tu nombre entre el personal de la fundación de Alan Lomax. ¿Cuándo comenzaste este trabajo?
He sido un seguidor de las grabaciones de campo de Alan Lomax desde hace mucho tiempo. Cuando estaba produciendo un disco de The Smithereens en Magic Shop, en Nueva York, me di cuenta de que el dueño del estudio, Steve Rosenthal, tenía montones de cintas de grabaciones de Lomax en su oficina. Resultó que era, y sigue siendo, la persona encargada de restaurar el sonido del archivo de Lomax. Me organizó una visita al archivo y en unos meses, a principios de 2000, empecé a trabajar aquí.

¿En qué consiste exactamente tu trabajo?
Básicamente me encargo de las licencias y relaciones con los artistas, pero, como somos pocos, nos encargamos de distintas tareas. En mi caso trato con gente que quiere usar material de Alan Lomax -audio, vídeo, textos, fotos- para usos comerciales o no comerciales. También trato de localizar a los artistas y a sus herederos para que puedan recibir sus royalties.

¿De dónde surge el interés por la tradición y la música de raíz en una persona tan influyente en otros campos como el punk-rock y la música experimental?
Siempre he tenido intereses bastante amplios y sigo siendo un gran coleccionista de discos. Me encontré con esta asombrosa oportunidad para ahondar en las formas más profundas de la música tradicional, no las versiones edulcoradas que suelen recibir el apoyo de las discográficas. Espero contribuir a divulgar la obra de Lomax y la cultura que representa. De hecho, mucha gente en el entorno de la música experimental e independiente tiene la mente muy abierta y muestra interés por estas grabaciones y por la gente que las llevó a cabo.
Y un vistante añade este comentario:
«Probablemente os interese esta web, hay documentales hechos por Lomax:
http://www.folkstreams.net»
Aquí está la web de
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Entre otras joyas, tienen este DVD:
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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por Gastón » Lun 10 Nov, 2008 13:30

¡Última Hora!
Llega el testamento de Alan 'Indiana Jones' Lomax

8 de septiembre de 2008.- Un yanqui grandote escondido tras una frondosa barba apareció por Corcubión (A Coruña) en diciembre de 1952.


[video]http://es.youtube.com/watch?v=k_eMQ0_VgCU[/video]
'Poor boy', según varios convictos grabados en 1939 por Alan Lomax .

Los que lo vieron llegar tuvieron que flipar. Y más aún con lo que traía debajo del brazo: una especie de enorme fonógrafo tamaño lavadora que era, en realidad, una grabadora cromagnon.

Y fliparían todavía más si hubieran sabido que aquel tipo, atrabiliario pero "muy educado", iba a cimentar una parte central de la cultura popular de los siguientes 60 años. Sin él, sin Alan Lomax, ni Bob Dylan ni los Rolling Stones habrían existido tal y como los conocemos. Sin coñas.

El tiempo siempre gana la guerra, pero hay forma de pelearle batallas, pensó Lomax. Así que recorrió el planeta durante 50 años, salvando del olvido mil y un trocitos de cultura popular y formando con ellos, tesela a tesela, un gigantesco mosaico de sonidos y emociones.

Como Nabokov con sus mariposas, pero con esas tonadas que una vez escuchamos de labios de nuestros abuelos y, aparte de "vaya antigualla", nos dijimos: "Joder, cuando estos palmen esa canción se va directa al olvido" (¿se muere una canción si ya nadie la canta ni la escucha? Me da que sí, ¿no?)

Una película con aroma a testamento recupera ahora la carrera desenfrenada de Lomax (Texas, 1915-Florida, 2002) contra el olvido. Sus viajes por Irlanda, Escocia, India, Italia y Rumanía en plan Indiana Jones, desenterrando las canciones de los convictos de la penitenciaría de Arkansas, o las lánguidas baladas de las mujeres que lavaban la ropa en plan tribal en el Mar del Norte.

También cómo el tío les explicó a sus propias hijas, cuando eran niñas, que papá tenía una misión muy importante que hacer y que por eso tenía que viajar mucho y no podía estar con ellas: Lomax aparece como un cruzado en parte del metraje.

Lo suyo fue pura antropología que rompió con el elitista concepto de cultura de la época, y abonó el camino para la explosión del rock llevando hasta el gran público a artistas como Leadbelly, Muddy Waters, Pete Seeger o Woody Guthrie.

[video]http://es.youtube.com/watch?v=Iw_3IJ4Saa0[/video]
Highlights de 'Alan Lomax. The songhunter'.

El DVD se titula 'Alan Lomax. The songhunter', lo dirige el alemán Rogier Kappers y lo edita en España Karonte. Con, ejem, un problemilla: no hay subtítulos en castellano. Pero vamos, nada que un triste inglés de COU como el de servidor no pueda descifrar.

El filme recorre las huellas de Lomax un poco como él mismo brujuleaba de un continente a otro, buscando pedazos de arte popular en un tiempo en el que, por cierto, no existía Easyjet. La parte española es jugosa: el tipo se tiró siete meses por la Península y Baleares, y recogió 75 horas de música. Ahora, todo aquello está en la mítica biblioteca del Congreso de EEUU, junto con otras 10.000 horas grabadas por Lomax.

Incluso mi proverbial insensibilidad se enternece ante la escena de un pastor aragonés rememorando, mientras arrea a sus ovejas, cómo cantó hace medio siglo una jota ante Batista en Cuba, otra para los Kennedy en Nueva York, y otra para Lomax cuando un buen día apareció con su grabadora XXL.

Y qué decir de esa media docena de vejestorios galegos de O Cañizo que se reúnen ante la cámara de Kappers para rememorar la visita de Indiana Lomax hace medio siglo, y aún se engorilan como locos cantando.

El tipo no sólo inmoló su vida recogiendo hallazgos de folclore que, además, eran considerados entonces arte despreciable del populacho (aún hoy, para la mayoría). También demostró que la música como expresión humana tiene raíces muy comunes: muchas tonadas creadas a miles de kilómetros de distancia resultan prácticamente gemelas. Dicho sea de paso, no creo que la cosa musical haya avanzado excesivamente desde entonces.

Lomax murió durante la realización del documental, que retrató sus últimos meses: en su casita de Florida, ido de la olla tras sus últimos achuchones, todo el día con los cascos escuchando lo que los presos negros de Texas cantaban 60 años antes.
Buscando por Alan Lomax o Songhunter aparecen montones de cosas en YouTube :wink: .

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Diluvio
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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por Diluvio » Lun 10 Nov, 2008 15:56

Pues, gaston, no sabes la ilusión que me hace. De cabeza al youtube.

Tengo bastantes discos de la colección de Alan Lomax rapiñados pacientemente del soulseek hace unos añitos. A ver si consigo que mi cabeza siga pegada al cuello, tarea complicada, y esta noche rebusco para ponerlos de nuevo a compartir. Los cambios de ordenador y el tamañito que ya va adquiriendo el alijo los confinó en una maletita archivadora, y eso no puede ser.

Muchas gracias.

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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por SolPolito » Mié 05 Ago, 2009 23:09

Gracias no había visto las últimas adquisiciones del hilo.
Al rico repescón!
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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por botibol » Mar 09 Feb, 2010 02:44

Hola, resucito este hilo para informar de que habemus torrent de este docu, si hay interés en breve puedo colgarlo por el foro.
pd-He hecho búsquedas en el emule pero mi en mi red no aparece nada, si alguien encuentra algo que nos lo diga, y así me ahorro el palo al ratio.

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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por peonza » Jue 15 Abr, 2010 13:31

Hola! Soy nueva, me he registrado expresamente para esto.

Estaría tan interesada como eternamente agradecida en que nos facilitaras el documental ya que no lo encuentro por ahí.

Gracias!!

Un saludo

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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por Gastón » Jue 15 Abr, 2010 14:57

Yo también soy nuevo y también te agradecería que nos trajeras ese documental, botibol :D

Bueno, también te agradecería que completases la ficha técnica de esto :twisted: , que a mí me da pereza.

Y muy bienvenido/a, peonza. Espero que botibol satisfaga el motivo de tu registro :mrgreen: y que le cojas el gusto a escribir por aquí

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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por Diluvio » Jue 15 Abr, 2010 15:02

Hola botibol, yo no soy tan nueva como Gastón pero doy el pego. También me interesa mucho el docu.

:sonrisa:

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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por botibol » Jue 15 Abr, 2010 15:08

Pues si, me había olvidado por completo de esto, de hecho se me había pasado hasta bajármelo para verlo :mrgreen: , así que gracias por recordármelo, ya estoy en ello y esta tarde le hago un post en documentales.

El documental está hablado en español, italiano, alemán e inglés. Viene con subtítulos integrados para las partes de habla no inglesa. Es decir, que el inglés está a pelo y el resto subtitulado al inglés.

Ah vaya, mientras contestaba has aparecido Diluvio, :) pues estupendo, cuantos mas interesados haya mejor.

Edito: Uy, y no había leído a Gastón, estoy un poco espeso hoy.

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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por botibol » Mar 04 May, 2010 01:57

Lo prometido es deuda viewtopic.php?f=1038&t=65267

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Re: Lomax: The songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por Diluvio » Mar 04 May, 2010 02:09

Ni tiempo te hemos dado: ya nos habíamos tirado cual leonas sobre gacela Thompson (no ofense, Solpo).

:wacky:

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Re: Lomax: The Songhunter (Rogier Kappers, 2004)

Mensaje por Gastón » Lun 13 Feb, 2012 10:29

Imagen
El santo grial del folclore está en la Red

El antropólogo Alan Lomax viajó por todo el mundo, incluida España, para preservar la tradición musical.
Su legendario archivo se hace accesible por primera vez en Internet.


por Iker Seisdedos.

Alan Lomax (1915-2002), folclorista extraordinario, viajero incansable, etnomusicólogo de personalidad tempestuosa, músico, escritor y cineasta ocasional soñó hacia el final de su vida que el enorme archivo de grabaciones de campo que amasó durante seis décadas estaría algún día disponible para todo el mundo y en todas partes en una de esas primitivas computadoras que tan ajenas resultaban a su alma de beatnick. Fue antes de obrarse ese milagro llamado Internet y antes de que un ataque le arrebatara las más elementales dotes comunicativas, tan cruciales para el antropólogo. Aquella y otras utopías se han hecho al fin realidad. Veinte años después de ser soñado y cumplida una década de la muerte del soñador, el proyecto Global Jukebox, una suerte de gramola global, echó a andar en la Red el 30 de enero, día en el que habría cumplido su 97 cumpleaños.

La Asociación por la Equidad Cultural, que vela por el legado del tipo que introdujo el folk en la cultura de masas, una de las figuras más influyentes y también controvertidas de la música popular del siglo XX, ha culminado la digitalización de su asombroso archivo, compuesto por 5.000 horas de grabaciones sonoras, 150.000 metros de película, 5.000 fotografías y páginas y páginas sobre las costumbres de medio el mundo.

Accesible gratis en culturalequity.org, se trata de "una gran fiesta a la que están invitadas las naciones de todo el planeta”, como prometió el propio Lomax en 1992 durante una recepción para recaudar fondos (llegó a involucrar a Apple y Microsoft). También está convidada España, adonde el antropólogo estadounidense llegó en 1952, plena noche del franquismo, para grabar durante dos semanas un certamen folclórico en Palma de Mallorca. Se quedó seis meses, gracias al apoyo de la BBC y de la casa de discos Columbia. "Cuando se dio cuenta de la asombrosa riqueza y variedad musical del país, decidió prolongar el viaje, que diseñó a partir de los consejos de músicos que conoció en Baleares, además de los de Julio Caro Baroja, García Matos, Larrea Palacín, Filgueira Valverde, Bonifacio Gil, Walter Starkie y otros. A veces reparó en que le seguía la Guardia Civil" , recordaba esta semana desde Toronto la etnomusicóloga Judith R. Cohen, especialista en las andanzas españolas de Lomax.

Aquel viaje con paradas en Andalucía, Extremadura, Euskadi, Aragón, Asturias, Castilla, Cataluña, Baleares, Murcia, Navarra y Cantabria se puede reproducir al detalle en el nuevo archivo digital, que ofrece escrupulosa información y centenares de fotografías sobre los pueblos y los músicos registrados, ya fueran campesinas, marineros, vagabundos o alcaldes. Lo mismo sucede con el resto de los periplos que Lomax emprendió entre 1946 y 1982, tiempo en el que además de España recorrió pueblos y cárceles del sur de EE UU, así como Inglaterra, las Indias Occidentales, Italia o Irlanda.

Queda pendiente la digitalización de las grabaciones previas. Como esos discos de acetato que registró con una poco fiable máquina de cilindros prestada por la viuda de Edison en 1933, año del primer viaje por penitenciarias estatales junto a su padre, John, y a sueldo de la Biblioteca del Congreso de Washington, guardián en las tres dimensiones del legado Lomax. También, su colección particular del trabajo de otros archivistas y una impresionante cantidad de material "sobre la danza en dos mil culturas distintas, la mayor colección personal de baile del mundo", según los cálculos de Don Fleming. Director ejecutivo de la asociación y antiguo productor de bandas como Sonic Youth o Hole, Fleming trabaja bajo la supervisión de Anna Lomax Wood, hija de Alan. Buscan dinero para el proyecto, administran licencias como la que ha permitido a Bruce Springsteen utilizar fragmentos de las grabaciones de campo de Lomax en su nuevo álbum o editan discos en un sello recién creado.

La vastedad de su empeño hace justicia a la leyenda excesiva del tipo que descubrió, entre otros, a Muddy Waters, Son House o Woody Guthrie. Un izquierdista que creía en recoger la voz del pueblo y que por ello acumuló en los archivos del FBI un dosier con ochocientas páginas sobre asuntos variados (de sus hábitos de bebedor a las amistades que frecuentaba) o anotaciones como esta: “Es un individuo ciertamente peculiar, con facilidad para la dispersión y ningún cuidado por su apariencia”.

"Nunca encontraron nada de fuste contra él", explica John Szwed, autor de la exhaustiva biografía The man who recorded the world (Viking, 2010). "Supongo que pasearse por ahí en los cuarenta con una grabadora haciendo preguntas a los negros pobres era un modo eficaz de despertar sospechas". Lo cierto es que Lomax, asfixiado por el macartismo, dejó EE UU a principios de los cincuenta para instalarse en Londres, base ideal para sus viajes europeos.

A su vuelta a Nueva York, en 1957, lo encontró todo cambiado. Los chicos jóvenes de las ciudades habían descubierto gracias a su trabajo y al de otros archivistas como Harry Smith el tesoro del folclore de su propio país, como quien vislumbra una tierra ignota ("una república invisible", en la definición de Greil Marcus). Como el padre purista del revival folk, del que saldrían figuras como Bob Dylan o Joan Baez, participó en la organización del Festival de de Newport, así como en el confuso enfrentamiento que originó aquel concierto de Dylan de la edición de 1965, de resonancias míticas porque el músico introdujo con gran bronca instrumentos eléctricos en el hábitat acústico del cantautor.

No es aquella la única polémica que persigue la memoria de Lomax. Él y su padre fueron acusados de aprovecharse del bluesman Lead Belly en los 30, durante el viaje que hicieron los tres entre la penitenciaria de Angola (Luisiana), donde estaba interno por asesinato el guitarrista, y la fama nacional. Se le achaca haber firmado canciones en las que no intervino su autoría y resurgen con cierta periodicidad reproches de colaboradores (como el folklorista negro John Work III o la cantante británica Shirley Collins) que reclaman su protagonismo en la historia (los afanes novelescos del libro más famoso de Alan, The land where blues began, no contribuyen precisamente a lo contrario). "Conozco esas historias", aclara Szwed, "pero también sé que Lomax nunca tenía un duro y que en los últimos días tuvo que dejar su apartamento en Nueva York, amenazado por el desahucio; algo que no parece encajar con el final de un ventajista sin escrúpulos".

Lo cierto es que en el ánimo de Anna Lomax Wood y los suyos subyace la conciencia de la obligación de saldar ciertas deudas. "Pretendemos difundir en la Red la música que mi padre recogió por todo el mundo para devolverla a sus lugares de procedencia”, explica sobre el programa de "repatriaciones" de la fundación, que consiste en depositar en las bibliotecas de los pueblos donde fueron grabados una copia de los fondos allí registrados.

Esta semana, una celebración en Como (Misisipi) dio la bienvenida al archivo Lomax. Así, con música tradicional y discursos se cerró al fin un viaje comenzado en 1959. Fue entonces, en el primer día de otoño, cuando un blanco con una moderna grabadora estéreo Ampex dio en el porche de una casa desvencijada con la escalofriante voz y la guitarra embrujada del legendario Misissipi Fred McDowell.