Vittorio De Sica (Sora, Frosinone, 1901 - Neuilly, Francia, 1974)
Nacido en Sora (Italia) el 7 de julio de 1901, hijo de un magistrado, su infancia transcurrió en Nápoles. Su familia se trasladó a Roma cuando Vittorio contaba con apenas diez años y allí se diplomó en contabilidad, aunque desde muy joven se sintió atraído por el mondo del espectáculo. En 1918 dio sus primeros pasos como actor en el film Il proceso Clémençeau, protagonizado por Francesca Bertini. En 1922 ingresó en el elenco teatral de Tatiana Pavlova y luego formó parte de otras compañías hasta consagrarse (hacia 1928) en la de Sergio Tofano, con textos de Pirandello, Achard y otros. En 1933 se organizó una compañía entre Tofano, Rissone y De Sica, dirigía por el primero, y dos años después otra integrada por Rissone, Meinati y De Sica, dirigida por este último. En 1931 había aparecido en el cine en calidad de actor en La vecchia signora de Amleto Palermi, y a partir de ahí sus interpretaciones para el cine se harían muy frecuentes. Rodó otras películas en las que se mostraba tal como era para dar vida al personaje de un joven divertido y despreocupado: el gran éxito de público sólo lo logró en 1932 como protagonista de "¡Que sinvergüenzas son los hombres! (Gli uomini che mascalzoni!)" de Mario Camerini.
Su carrera de divo se consolidó con películas de valor desigual entre las que cabe recordar "Darò un milione" (1935), "Il signor Max" (1937) y "Grandes almacenes (I grandi magazzini)" (1939), dirigidas por Mario Camerini. En 1939, debutó como director con "Rosas escarlatas (Rose scarlatte)", adaptación de un texto teatral de gran éxito.


Tras rodar algunas simpáticas comedias, cambió de género con el intenso "Los niños nos miran (I bambini ci guardano)" (1943), que anunciaba la legendaria época del Neorrealismo y marcó el inicio de la afortunada colaboración con
Cesare Zavattini: de dicha época son "El limpiabotas (Sciusciá)" (1946) y "Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette)" (1949), que le valieron el Oscar dedicado a las películas de habla no inglesa y entraron a formar parte de la historia del cine mundial."Milagro en Milán (Miracolo a Milano)" (1951) y "Umberto D." (1952) consagraron la maestría de De Sica culminando su obra.
En ellas el humanismo de De Sica se puso al servicio de una escuela que abogaba por "el verdadero realismo" en la pantalla a base de la eliminación de decorados artificiales, escenarios suntuosos, rebuscamientos de iluminación y de estrellas e intérpretes reconocidos para desempeñar los papeles claves en las películas hechas por el grupo. Mas aún, la camarografía debía ser sencilla y sin pretensiones y la música, si posible, naturalmente introducida en las escenas.
La temática, además, debía concentrarse en temas comunes y corrientes y en las desgracias y vicisitudes a que se exponía el hombre común en aquella Italia de la posguerra asediada por el desempeño y la reconstrucción que exigían los horrores de la guerra recién terminada.
Ladrón de bicicletas, en particular, fue seleccionada como una de las mejores películas de todos los tiempos en una de las selecciones que cada 10 años auspicia la prestigiosa revista inglesa Sight and Sound y aún hoy conserva un aliento y un humanismo difícil de olvidar. Humberto D., a su vez, es la más descantada obra del Neorrealismo.

Su crisis fue la del movimiento cinematográfico que encarnaron idealmente: a comienzos de la década del cincuenta el neorrealismo había muerto, acaso no de muerte natural. La censura se molestaba cuando el cine hablaba de pobres o gente con problemas, la industria descubrió que la frivolidad era más vendible, y el público pidió comedias y melodramas. Se inventó el neorrealismo rosa (Renato Castellani) y De Sica se vio obligado a descender de sus niveles de exigencia para sobrevivir. De Sica, que procedía del teatro y que había hecho carrera en cine primeramente como galán de comedias románticas, se dio cuenta que debía intentar un nuevo tipo de filme. Pasó a dirigir un cine sin nada que destacar. A partir de Estación Termini (Stazione Termini, 1953), De Sica entró en un período de decadencia en el que alternaría trabajos personales con obras de encargo, siendo estas últimas las más numerosas. El listón se había situado muy alto, y sus películas posteriores quedaron lastradas para siempre por sus obras maestras.
Se hacía difícil verle perpetrar comedietas de sal gorda -esas que parecía refutar con su cine primigenio- después de haber hecho aportaciones humanistas tan señeras. De ese modo pasó a convertirse en proveedor destacado de un tipo de comedia muy terrestre, cargada de sensualidad, llamada "comedia a la italiana" en la que brillaron como intérpretes Sofía Loren y Marcelo Mastroianni.

Dicho esto, la crítica, que frecuentemente no vio en el De Sica de después de 1953 más que un cineasta de segunda fila, puede haberse equivocado. Si dejamos algunas películas de lado hay otras que manifiestan una voluntad creadora chocando constantemente con la resistencia de una profesión que tiene del cine un punto de vista puramente comercial. De esta manera, obras como El techo (Il letto, 1956) un intento de volver al neorrealismo , Dos mujeres (La ciociara, 1960), La lotería (La riffa, episodio de Boccaccio 70 [Boccaccio 70], 1962), Ayer, hoy y mañana (leri, oggi e domani, 1963) Los girasoles (I girasoli, 1970), ¿Y cuándo llegará Andrés? (Lo chiameremo Andrea, 1972), Amargo despertar (Una breve vacanza, 1973), El viaje (Il viaggio, 1974) no merecen caer en el olvido y contienen momentos del mejor De Sica. Por otra parte, entre las películas realizadas después de 1953, El oro de Nápoles, (L'oro di Napoli, 1954) Juicio universal (Il giudizio universale, 1961) El especulador (Il boom, 1963), El jardín de los Finzi-Contini (Il giardino dei Finzi Contini, 1970) muestran en qué medida su talento sigue siendo real y diverso y confirman la impresión de que con un poco más de independencia el cineasta habría podido mantenerse fiel a su reputación. En particular Juicio universal aplastada por la critica, es una obra esencial, en la que De Sica fue muy lejos en su intento unanimista. Con "Ieri, oggi e domani" (1963) y "El jardin de los Finzi Contini (Il giardino dei Finzi Contini)" (1971), ganó de nuevo el Oscar.


Antes de ser director, Vittorio de Sica fue actor. Era un tipo con mucho, mucho porte: un galán embaucador que se las llevaba de calle, perfecta percha para fracs y generosa cúspide donde asentar vistosos sombreros de copa. Y seguiría demostrándolo años después, ya consagrado, a las órdenes de Max Ophuls (Madame de... , 1953) o Roberto Rossellini (Il Generale Della Rovere, 1959), para mí su obra maestra como actor. Y así hasta en un total de 150 películas...
Activo en el medio fílmico hasta el mismo año en que se produjo su muerte -1974- De Sica en sus últimos años se hizo notar como actor interpretando un numeroso conjunto de películas e imprimiéndole a sus papeles toda la fuerza y el dominio escénico de una personalidad formada a lo largo de una carrera que lo mantuvo activo tanto en teatro como en cine por cerca de 60 años.
De las 25 cintas que dirigió, Los limpiabotas, Ladrón de bicicletas, Ayer, hoy y mañana y El jardín de los Finzi-Contini le merecieron el Oscar que la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas otorga a la mejor película en lengua extranjera. Los dos primeros oscars no fueron exactamente a la mejor película extranjera, pues todavía no estaba instaurada dicha categoría sino que se llamaban Special Academy Awards. De ahí saldrían los oscars a la mejor película extranjera.
Galardones:
4 Oscar: Los limpiabotas 1947, Ladrón de bicicletas, 1949 - Ayer, hoy y mañana, 1964 - El jardín de los Finzi-Contini, 1971
1 Cannes Milagro en Milán, 1951
3 David de Donatello Ayer, hoy y mañana, 1964 - Matrimonio a la italiana, 1965
El jardín de los Finzi-Contini, 1971
1 Berlín El jardín de los Finzi-Contini, 1971
LA SALVACIÓN POR EL CINE
Mediante la filmación de "La puerta del cielo" Vittorio De Sica salvó a 300 judíos del nazismo. Vittorio De Sica comenzó a rodar la película en el verano europeo de 1943. Era una extraña producción cinematográfica que contaba con el patrocinio del Vaticano y en la que trabajaba un número extraordinario de actores, técnicos y extras, la mayoría de los cuales eran alrededor de 300 judíos italianos y un grupo de perseguidos políticos antifascistas, que fueron así salvados de las garras del ocupante nazi.
De Sica contó luego que el acuerdo secreto con el Vaticano establecía que la filmación debía prolongarse todo lo posible hasta que llegaran los aliados a liberar a Roma, lo que ocurrió el 5 de junio de 1944. Un joven monseñor, alto prelado de la Santa Sede, fue nombrado por el papa Pío XII como delegado para la producción, con la reservada misión de salvar a tanta gente de la Gestapo. Su nombre era Giovanni Montini, quien en 1963 se convirtió en el papa Paulo VI. Alguna vieja fotografía de la época lo muestra cuando fue a supervisar la marcha del rodaje por cuenta del Centro Católico Cinematográfico, que financió la película.[/html]
"Pueblos libres, recordad esta máxima: Podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera una vez que se pierde" (Jean Jacques Rousseau)