
RANOWN, es el nombre de una productora fundada por Randolph Scott (RAN) y Harry Joe Brown (OWN), y el nexo de unión de todo el ciclo es la presencia del actor Randolph Scott y del director Budd Boetticher.
-Una breve introducción sobre Boetticher:
[quote] Murió Budd Boetticher a los 83 años (había nacido en Chicago el 29 de julio de 1918; según otras fuentes, contaba 85 años de edad). Muchos críticos le consideran como el puente, en la evolución del «western», entre los clásicos, como John Ford, William Wellman, Henry Hathaway, Howard Hawks y Raoul Walsh, y la modernidad abierta en el género por Sam Peckinpah. Pero yo creo que su tradición era más antigua: podemos considerarle como un «primitivo», a la manera de Allan Dwan, Henry King o George Sherman, quienes, a su vez, enlazaban con los padres del «western», con James Cruze y Thomas Ince, y, ni más ni menos que con D. W. Griffith, de quien Walsh había sido ayudante de dirección. Boetticher fue el último de esta estirpe y nunca llegó a ser, ni se lo propuso, tan «moderno» y aparatoso como Peckinpah. El primitivismo está reñido con la aparatosidad. El cine de Boetticher es austero, no sólo por la linealidad de los argumentos (que, en las memorables películas con Randolph Scott, relataban una y otra vez un viaje, porque, según el director, la mejor manera de mostrar el Oeste es viajando por él), sino por la planificación. Rodaba muy pocos planos y los metros imprescindibles de película, para que la productora, sin no le permitía hacer el montaje, no pudiera alterarla. Cuando rodó «The bullfighter and the lady», contó con un montador de lujo, John Ford, que le quitó a la película cien metros. Boetticher no protestó, porque se trataba del mejor director del mundo. Pero aprendió la lección. A partir de entonces, rodó tan sólo lo necesario, acaso, en algunas ocasiones, el equivalente a cinco minutos más de proyección para cubrirse. Como trabajaba con grandes fotógrafos, como Charles Lawton, Gabriel Figueroa, Lucien Ballard y Russell Metty, no había peligro de tener que repetir la escena. Boetticher rodó muchas películas en quince días y le salieron muy bien. Sus directores preferidos eran King Vidor, Frank Capra y George Stevens, y su fotógrafo, Lucien Ballard (que luego fotografiaría muchas películas de Peckinpah). Esto, y que hubiera tratado con Randolph Scott, a quien Peckinpah dirige en «Duelo en alta sierra», es, en mi opinión, lo que más le identifica con la evolución del «western». También, que trabajara con Clint Eastwood en «Dos mulas y una mujer», con guión de Boetticher, pero dirigida por Donald Siegel. Eastwood contribuyó como actor a la destrucción del «western» y como director, a devolverle su contención clásica.
Budd Boetticher es conocido como director de películas del Oeste, de toros y de gángsteres. En realidad, sólo rodó una película de gángsteres, «La ley del hampa», pero se trata de una obra maestra de tal ponencia que resulta inexcusable referirse a ella cuando se habla de «cine negro». También dirigió estimulantes películas de aventuras, como «Al este de Sumatra», y hasta una curiosa versión de «Los tres mosqueteros», «The sword of D’Artagnan». El mundo moderno le atrae poco («El asesino anda suelto», 1955) y su espacio natural es el del «western»; aunque el jefe seminola que interpreta Anthony Quinn en «Traición en Fort King» se parece mucho, con sus ropajes multicolores y el fondo de selva lujuriante, al jefe asiático de «Al este de Sumatra», interpretado por Quinn (quien aún haría otra película con Boetticher, «Santos el magnífico», interpretando a un torero mexicano). A Boetticher le atraían los indios seminolas, porque constituían la única nación india que todavía no había firmado ningún tratado de paz con los Estados Unidos. Se hicieron pocas películas sobre ellos, aunque magníficas: la legendaria «Tambores lejanos», de Raoul Walsh, y la citada «Traición en Fort King» o «Seminole», su título original. Los seminolas son indios de Florida, al este de los EE UU, y tanto el filme de Walsh como el de Boetticher son «westerns» clásicos: lo que demuestra que el «western» tiene que ver menos con la geografía que con unas normas que condicionan al género.
Boetticher era aficionado a los toros desde su juventud, y gracias a la taurofilia entró en el mundo del cine en 1941, como asesor de «Sangre y arena», de Reuben Maumolian. Posteriormente fue ayudante de dirección de William A. Seiter, George Stevens y Charles Vidor. En 1944 dirige su primera película, «One mysterious night». Entre sus películas posteriores se cuentan numerosos «westerns» («Horizontes del Oeste», «El desertor del Álamo», «Cimarron kid», «Bronco Buster», «Wings of the hawk», etc.), antes de que en 1956 inicie, con «Seven men from now», su colaboración con Randolph Scott a lo largo de siete películas excelentes («Los cautivos», «Cabalgan en solitario», «Estación comanche», etc.). El vaquero lacónico, como tallado en piedra, que compone Randolph Scott, está consumido por una íntima sed de venganza, como James Stewart en los «westerns» de Anthony Mann. Las películas taurinas de Boetticher («The bullfighter and the lady», «Santos el magnífico» y el gran documental «Arruza») figuran como lo más importante que se ha hecho en cine sobre toros. Jose Ignacio Gracia Moreno[/quote]

-Películas del ciclo por orden cronológico:
![]() | Seven Men from Now Tras la Pista de los asesinos | |||
Año | 1956 | |||
Director | Budd Boetticher | |||
País | USA | |||
Género | Western | |||
Duración | 78 minutos | |||
Guión | Burt Kennedy. | |||
Música | Henry Vars. | |||
Fotografía | Burt Kennedy. | |||
Reparto | ||||
Randolph Scott, Gail Russell, Lee Marvin, Walter Reed, John Larch, Don ’Red’ Barry, Fred Graham, John Beradino, John Phillips, Chuck Roberson, Stuart Whitman, Pamela Duncan, Steve Mitchell, Cliff Lyons, Fred Sherman. | ||||
Comentarios | ||||
Ben Stride, un ex sheriff, va tras la pista de los hombres que asaltaron una oficina de la Wells Fargo. El motivo, que su esposa, empleada de la compañía, fue asesinada durante el atraco. En su camino encuentra a un matrimonio de colonos, John y Annie Greer, a los que ayuda en un apuro, y con los que hace parte del trayecto. También se unen al grupo Bill Masters y su compinche Clete, que esperan que con motivo de la venganza de Ben, pueden hacerse con el botín del asalto, 20.000 suculentos dólares. Sólido western, ahí está el lacónico Ben compuesto por Randolph Scott, que busca vengarse y se culpa de un estúpido orgullo que propició la muerte de su esposa; Masters, increíble interpretación de Lee Marvin, el memorable villano con rasgos de nobleza; la mujer colona Annie -parece que Gail Russell, que está estupenda, obtuvo el papel por el empeño de John Wayne, que quiso ayudarla por los problemas que ella arrastraba con el alcohol. IMDB | ||||
Elinks | ||||
[quote]Narra la historia de venganza que lleva a cabo un sheriff, contra siete hombres que atracaron una oficina de correos, y mataron a su mujer. En medio de esa venganza, que le llevará tiempo, conocerá a un matrimonio a los que ayudará y acompañará en un largo viaje. Viaje que tendrá un explosivo y violento final.
Estamos, pues, ante una de las clásicas historias de venganza que tanto inundaron al maravilloso género del western. Y aquí está retratada de forma también maravillosa, gracias a la excelente labor de Boetticher tras las cámaras, y a un pulido guión del también director Burt Kennedy, donde todo está extraordinariamente relatado, explicado y matizado. A ello ayuda la puesta en escena de su director, que es de las que no se olvidan, logrando un western magnético, a ratos extraño, vigoroso, violento, y que desde luego influyó en el cine posterior. De hecho, Clint Eastwood se considera un admirador de Boetticher, y yo creo que de esta película ha cogido prestado algún elemento, sobre todo de su extraordinaria parte final.
Sobra decir que el film es entretenidísimo, y sobre todo se sigue con enorme interés, pues la historia es de las que enganchan. Pero además, posee un par de sorpresas argumentales, que te cogen desprevenido. Lo bueno de esas sorpresas, no es el impacto en sí que produce en el espectador, si no el haber sabido explotarlas al máximo durante toda la película, haciendo que nos confiemos. Hasta llegar al momento en que tienen que ser descubiertas, para así lograr un mayor impacto, y aún después, seguir quitándole provecho. Una demostración ejemplar de buen guión.
Quizá como punto negativo, haya que decir, que la interpretación de Randolph Scott no está a la altura, y eso es porque Scott nunca fue un gran actor. Siempre resultaba muy inexpresivo, aunque hubo directores que supieron quitarle algo. Aquí interpreta al típico tipo duro, que sólo quiere vengar a su mujer. Quizá esa inexpresividad le quede bien al personaje, pero sólo en ciertos momentos. Tampoco está demasiado bien su compañera en el film, y que interpreta a la mujer de otro hombre, Gail Russell, actriz poco conocida, cuyo papel es aquí enormemente tópico, y nada relevante, aunque proporciona una buena escena de cierre, por atípica
Les secunda, Lee Marvin, en los principios de su carrera, en un papel muy interesante, por su ambigüedad. El típico personaje malvado, que no lo es tanto, y viceversa.
Un film muy bueno, que demuestra la importancia que tuvo Boetticher en el género. Uno de esos directores infravalorados y casi olvidados injustamente. Una pena. Porque es cine para saborear, para disfrutar, para verlo más de una vez. Un enorme disfrute, que me va a hacer revisionar el resto de films que hicieron juntos Scott y Boetticher, y al fin por orden. Red Stovall[/quote]

[quote]No es Budd Boetticher un director muy conocido en nuestro país, pese al prestigio de los westerns que rodó en los años cincuenta y de algún otro título de ambiente taurino (Santos, el magnífico) o centrado en el mundo de los gangsters (La ley del hampa).
Sin embargo, entre los miembros de esta revista goza de gran simpatía, porque hace seis años “Cinema Jove” le dedicó un homenaje a este antiguo torero que contó con su presencia en la capital del Turia (con visita turística a la plaza de toros, faltaría más) para presentar, entre otras cosas, el primer libro que se le dedicaba en España, editado por la Filmoteca de la Generalitat Valenciana y escrito por dos de los redactores de esta revista: “Budd Boetticher, un caminante solitario”.
Y ha sido precisamente “Cinema Jove”, otra vez en colaboración con la Filmoteca, quien nos ha permitido ver por primera vez en nuestro país, en pantalla de cine y con una copia impecablemente restaurada, el mítico western Seven men from now, producido por la Batjac de John Wayne, aunque en definitiva es un claro anticipo del ciclo de westerns producido por Randolph Scott y Joe E. Brown (Ranown era el nombre de su empresa) para la Columbia, y que dio obras tan interesantes como The tall T (Los cautivos), Decisión at Sundown (Decisión al atardecer), Buchanan rides alone (Buchanan el solitario), Comanche Station (Estación Comanche) y, para quien firma estas líneas, el mejor título de toda la serie: Ride lonesome (Cabalgando en solitario).
Motivos no faltan para que éste sea un filme mítico. Una escena inicial modélica ya muestra claramente la concisión narrativa de la que hará gala Boetticher en todo el metraje: noche. Llueve. Dos vaqueros toman café al resguardo de una cueva. Llega un jinete. Miradas. Se sirve café. Conversan sobre un atraco. Eran siete los ladrones. Nuevas miradas. Pero a dos ya los han encontrado... Exterior de la cueva. Varios disparos en off.
Cuando volvemos a ver al jinete solitario (un personaje paradigmático en su obra, interpretado casi siempre por el impertérrito Randolph Scott), descubrimos que fue sheriff del pueblo y que persigue a los siete asaltantes de la diligencia porque en su atraco cometieron la torpeza de matar a su mujer... que era la que trabajaba en la familia porque el sheriff ya estaba en paro.
Ahora vuelve a “trabajar”. Tras acabar con los dos de la cueva le faltan cinco ladrones. Su persecución hasta la frontera de México (siempre México como metáfora de la libertad, de la huida, del final de un trayecto) se convertirá en un aprendizaje. En el trayecto ayudará a una familia venida del este y sufrirá el “acoso” de la mujer para formar una nueva familia (una mujer mucho más fuerte que su marido... y un personaje insólito para un western de 1956).
También recibirá las visitas de su conciencia, encarnada en un espléndido Lee Marvin, que le recuerda continuamente aspectos oscuros de su vida anterior... Todo ello conducirá a un enfrentamiento final, un duelo en mitad del desierto, con el dinero robado como único testigo. Un duelo también simbólico mediante el cual Randolph Scott se deshará de gran parte de su pasado, quizá para comenzar una vida nueva, puede que como ayudante de sheriff y hasta es posible que en compañía de esa nueva mujer que ha conocido... pero todo lo vivido dejará una secuela imborrable en él, de la que esa cojera es un evidente símbolo.
En ese viaje, en esa persecución, también irá recibiendo las visitas de los cinco atracadores pendientes, que irán cayendo uno a uno hasta cumplir su venganza, o hasta hacer justicia, uno nunca tiene muy claro cuál es su motivación final.
Y también recibirá la visita de un ejército desorientado y de un grupo de indios hambrientos. Unos indios que antes que pelear prefieren quedarse con un caballo... no sabemos si para huir del ejército o para comérselo.Solo por esta idea merece la pena. Una autentica joya.Mister Kaplan[/quote]