Seijun Suzuki
Quien quiera ver cine auténticamente moderno ya puede olvidarse de Lars Von Trier, Baz Luhrmann o Jean-Pierre Jeunet, cuyas últimas películas podrían gustar a nuestras abuelas. La mayor descarga de atrevimiento visual de la temporada llega de la mano de un japonés casi octogenario, Seijun Suzuki, renovador del cine de yakuzas en los 60. Hombre tan aficionado a la botella de sake como renuente a la ducha diaria, Suzuki fue el chico malo del estudio Nikkatsu —compañía que tenía en Shoei Imamura a su mejor producto para la exportación— y acabó pagando caras sus osadías formales: en 1967, tras ultimar su obra maestra, Koroshi No Rakuin (Marcado para matar), fue expulsado del estudio por dirigir lo que sus jefes consideraban «películas incomprensibles» y la industria de su país le hizo el vacío durante 10 largos años.

Inspirado en la abstracción del teatro kabuki, su estilo, onírico y ferozmente antirrealista, desmontó las convenciones de los filmes de gángsteres a partir de un tratamiento psicológico del color, una narrativa fracturada y un sentido del humor (y de la tragedia) mutante como la flora de Hiroshima. Sus mejores filmes tienen algo del primer Godard pero son pura serie B, entendida de una manera lúdica, despreocupada del contenido, nunca de la emoción. Sus únicos parangones posibles en el cine occidental serían, quizá, francotiradores parapetados en las trincheras de la ficción de género como Samuel Fuller, Edgar Ulmer o Joseph H. Lewis, cuyos hallazgos estuvieron escritos en los márgenes del discurso dominante de los grandes estudios. Los herederos más directos de Suzuki son dos cineastas japoneses que comparten nombre y un mismo afán por reinventar el lenguaje del medio: Takeshi Miike y Takeshi Kitano.
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SEXO A LA JAPONESA Con la colaboración del director artístico Takeo Kimura, Suzuki cruzó historias de yakuzas con aires de western y explosiones de musical policromo, ambientó tiroteos en decorados de blanco inmaculado y sembró de erotismo explícito y sofisticado unas tramas que sumían el lugar común en los limbos de la deconstrucción críptica. A él se debe Nikutai No Mon (Puerta de la carne), el primer filme comercial del cine nipón que incluyó desnudos, verdadero preámbulo de la posterior especialización de la productora Nikkatsu en el género pink, o erotismo blando. Disfrutar de sus cintas exige del espectador una receptividad sin condiciones ante lo imprevisible: sus héroes se excitan sexualmente oliendo un cazo de arroz hervido, sus heroínas muestran una enfermiza inclinación por la taxidermia morbosa, sus tipos duros entonan baladas románticas mientras pasean bajo la nieve... A pesar de que el canal Cinematk le dedicara hace unos años un pequeño ciclo, Suzuki sigue siendo un completo desconocido. ¡No sabíamos lo que nos perdíamos!

Sitio web del cineasta: http://sweetbottom.tripod.com/
Hay un
documental en español aquí:
Seijun.Suzuki.-.Kabuki.+.Yakuzas.(docu.TVHSrip).avi 