Ángel Antonio Herrera
ABC, sábado 30 de septiembre de 2023
Sofía Loren, en algún momento del esplendor de su biografía, se convirtió en su propia muesca de museo, aunque Sofía siempre fue un monumento con vistas, más allá o más allá de sus talentos plurales. Pensando en ella misma, obviamente. Hoy es al borde de los 90 años, y en esas edades de precipicio resulta que de repente hay un descuido y vas y te fracturas la cadera, aunque ya seas inmortal, como es el caso. La diosa ha estado en el hospital e inmediatamente será sometida a rehabilitación. La cosa ocurrió en Ginebra, donde ella tiene una casa. Y allí convalece.
Vale la pena recordar ahora los años cincuenta, allá en un segundo plano, cuando el artista aún estaba en el uso de ese despropósito de los campeonatos de belleza y en la labor de telenovelas con pocas frases, y mucho muslo. Lo que sí era obligatorio, en cambio, era que una chica que buscaba hacerse un hueco en los programas de variedades, después de vivir la miseria de una posguerra mundial, en Nápoles, bonita camarera de taberna puerto, sirviendo a la soldadesca americana, mientras la madre, una belleza bárbara, como ella, pero rubia, tocaba el piano de profesión en el mismo lugar.
El nombre de la madre era Romilda y fue decisiva en la ambición actoral de Sofía. Sofía no se llamaba Sofía Loren, sino Sofía Villani Scicolone. Fue más tarde cuando ella captó nombre de la estrellalo cual era como cambiar el deneí de la pobre muchacha por el pasaporte de la opulencia de Cleopatra.
Resultó ser la musa de Carlo Ponti, la chica de ‘El oro de Nápoles’, y a partir de ahí todo fue encajando hasta que ella resurgió, en el mundo, como el coliseo, pero el coliseo como mujer, y con un corsé negro. En Almería, en 1971, rodó ‘Blanco, rojo y…’. Luego regresó allí para recibir algún homenaje. Ha sido la novia de película de Mastroiani y ha sido tan popular como la pizza durante siglos. Cuando empezó, su belleza tenía una gracia de vulgaridad y el gancho de una inolvidable sonrisa carnívora. Se consagró como la novia de la Italia del neorrealismo, que después acabó ganando un Oscar.
André Breton arriesgó que “la belleza moderna será convulsionada, o no será”, y la máxima puede servir de epígrafe para la Sofía de la juventud, e incluso de aquí, donde, en cambio, siempre aparece la mujer de raíces . tradicional o antiguo.
Se enfrentó a Claudia Cardinale, o Gina Lollobrigida, entre otras, pero la veo como la hermana inversa de Brigitte Bardot, que es la rubia con veneno francés. Brigitte y Sofía están unidas por alguna época de trajes de baño abrumadores, en sus cercanas carreras, pero son criaturas de antítesis, dentro del parecido, de principio o fin, porque Brigitte acaba de ser la musa de unas focas, y Loren ha sido la musa de un yate. inauguración. O anuncio telefónicoydonde más bien nos dio un susto, reeditado por el ‘photoshop’ de la cirugía estética, como una momia muy ilustre, como una abuela en el quirófano que se parece vagamente a Loren.
En su última o penúltima etapa, el Loren tiene una comida elegante, para fiestas, y el Bardot, más bien escondido, con ajuar de vagabundo. Cuando Loren era Sofía, su bañador le quedaba como un pariente diabólico del corsé. Ella lo expresó de otra manera: “Todo lo que ves se lo debo a los espaguetis”.