Hitchcock conmocionó al público en 1960: nunca antes la actriz principal había muerto tan pronto
Diario Hoy
OSKAR L. BELATEGUI
Hace 50 años, las salas de cine reservaban a los espectadores una experiencia aterradora. El impacto de 'Avatar' palidece ante la conmoción causada por 'Psicosis', que originaba chillidos y episodios de histeria. Anthony Perkins siempre lamentó que la escena posterior al asesinato en la ducha, en la que Norman Bates limpia el baño y arroja el cuerpo de Marion Crane al pantano, resultaba inaudible porque el público seguía gritando. Fue la tercera película más taquillera de 1960, por detrás de 'Ben Hur' y 'Can-can'.UNA ESCENA MÍTICA
El asesinato de Janet Leigh tardó 7 días en rodarse. Hitchcock empleó 70 posiciones de cámara para obtener 45 segundos de película.
Anthony Perkins fue doblado en esa escena porque tenía función teatral en Nueva York. Janet Leigh recuerda en sus memorias que Hitchcock se inventó un montón de trucos para que no rodase desnuda.
Jamás se ve que el cuchillo penetra en la carne. El filme se rodó en blanco y negro para evitar la visión de la sangre.
A partir de 'Psicosis', las películas de Hitchcock adoptaron un tono cada vez más sombrío, violento y torturado.
Medio siglo después de su estreno, 'Psicosis' permanece como uno de los filmes más influyentes de todos los tiempos. Y no sólo por la célebre secuencia de la ducha, la más homenajeada y parodiada de la historia. Alfred Hitchcock marcó una nueva frontera en la representación de la violencia en pantalla y expresó proféticamente el malestar profundo de un país que, tres años después, viviría su propia pesadilla en Dallas, donde John F. Kennedy fue mortalmente tiroteado. El realizador se defendió diciendo que había hecho una comedia de humor negro. Un espectador le escribió una carta: «Después de ver 'Las diabólicas', mi hija no quiso tomar nunca más un baño. Y tras 'Psicosis' no querrá ya ducharse. ¿Qué debo hacer?». «Llévela a la tintorería», le contestó Hitchcock.
Rodada en blanco y negro, con técnicas perfeccionadas en televisión que le permitían ahorrar tiempo y dinero, y situada entre dos obras maestras como 'Vértigo' y 'Los pájaros', 'Psicosis' fue el mayor éxito de la carrera del realizador inglés. A partir de entonces, sus películas cobrarían un tono cada vez más sombrío, violento y torturado, a imagen de la evolución personal del cineasta y de su obsesiva misantropía. François Truffaut, en su fundamental libro-entrevista a Hitchcock, desgrana las claves de una historia que arranca con Janet Leigh en sujetador. Ha huido con 40.000 dólares de su empresa y se detiene en un motel vacío, regentado por un joven tímido que, asegura, vive en compañía de su madre.
Travestismo
Los espectadores se concentran en la trama delictiva y en el aspecto sexual. Cuando Marion se ducha, piensan que Norman actuará de voyeur. Y sufren un shock al asistir a su cruel acuchillamiento. Nunca antes la estrella de la película había muerto tan pronto. «La primera parte de la historia es un truco destinado a apartar la atención del público con objeto de dar mayor intensidad al asesinato, para que resulte una sorpresa total», explica Hitchcock a Truffaut. «El público siempre intenta anticiparse a la acción, adivinar lo que va a pasar. El asesinato de la estrella resultaba inesperado. Es la razón de que insistiera en que no se dejara entrar al público después de comenzada la película. Los que llegaran tarde hubieran esperado ver a Janet Leigh después de que ella abandona la pantalla con los pies por delante».
Nó sólo la chica moría a los cuarenta minutos de película, sino que el detective (Martin Balsam) tardaba poco más en ser apuñalado. Los chirriantes violines de Bernard Herrmann desquiciaban tanto como la falta de asideros emocionales. No hay un protagonista con el que identificarse, sólo sustos macabros, erotismo y un 'psychokiller' con el que nace el cine de terror moderno (Anthony Perkins, marcado para siempre por su personaje). Las intenciones manipuladoras no sólo se quedan en el plano del agua ensangrentada filtrándose por el desagüe-ojo de la ducha. 'Psicosis' es también un relato gótico y un 'thriller' psicoanalítico que recoge toda una amalgama de conductas sexuales, desde el travestismo al complejo edípico, sin olvidar el voyeurismo, tan afín al autor de 'La ventana indiscreta'.
Aunque hoy parezca increíble, Hitchcock no contaba con el aprecio de los críticos en 1960. Se le tenía por un hábil artesano que, esta vez, había ido demasiado lejos. Fue tachado de sádico, amoral y pornográfico. «Es un buen técnico que raramente consigue el suspense, excepto en algunos pocos minutos de sus filmes», despreciaba John Ford. Tendrían que venir los 'jóvenes turcos' de 'Cahiers du Cinéma' años después para reivindicar su obra. «No me interesan los contenidos, me interesa el estilo. Todo lo que yo pueda contar ya está contado», se explicaba el genio.
'Psicosis' consagró la faceta de su autor como consumado publicista. No hubo pases especiales para la prensa. El rodaje se llevó en absoluto secreto y la publicidad insistió en que no se podía llegar tarde ni contar el final. Hitchcock jugó, una vez más, la imagen de poder y control absoluto sobre su vida y su arte, aunque en realidad fue un hombre inseguro, atormentado e infeliz, que disimuló su vulnerabilidad tras una máscara de cinismo y humor negro. «Con 'Psicosis' he logrado utilizar el arte cinematográfico para crear una emoción de masas», confiesa a Truffaut. «No hay un mensaje que intrigue al público, no hay una novela de prestigio, ni una gran interpretación. Lo que emociona al público es el filme puro».