Publicado: Dom 02 Oct, 2005 23:54
completada por fin & C
gracias cacaculopis
gracias cacaculopis
Para los amantes del Cine Clásico
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¿Pero tú no te habías bajado el dual, manuela?manuela escribió:Pues creo que soy la 1ª que los cojo. Muchas gracias xaniox.
Sí, un dual de merxe, en xvid contra el divx5.0 del ripeo que hay aquí.arthureld escribió:
Por cierto, después de tantos años aún quedan fuentes completas, tres, y dos, conmigo, bajando. ¿Hay por ahí alguna copia más actual y mejor?
Robert Rossen concluyó su carrera con dos obras maestras, que le garantizan un puesto de honor en la historia del cine.
Su trayectoria hasta ese momento había sido bastante irregular, estando marcada, como la de otros muchos, por la "caza de brujas". Había pertenecido al Partido Comunista y, aunque en un principio se negó a declarar, acabó cediendo y delató a antiguos compañeros. A diferencia de otros (como Kazan), esto le supuso una crisis personal que le condujo a una especie de autoexilio por Europa durante algunos años. Es significativo que en muchas de sus películas posteriores (incluida la que hoy nos ocupa) el sentimiento de culpa y el deseo de redención marque a los personajes.
El cine de Rossen hasta ese momento se había caracterizado, aun en sus mejores logros, por un tono discursivo (incluso a veces un tanto sermoneador), con frecuentes subrayados que dejaban bien claro su mensaje. Nadie podía esperar el lirismo, la belleza sombría y la sutileza en la caracterización de los personajes de su dos últimas películas.
De ellas, la primera, "El buscavidas", está unánimamente reconocida. No sucede lo mismo con la segunda. De hecho, cuando se estrenó, "Lilith" fue un rotundo fracaso crítico y comercial.
Es fácil entender el por qué. No es lo mismo seguir las desventuras de unos perdedores, de moral dudosa aunque comprensible, que enfrentarse a la evanescente "Lilith".
Los personajes de "Lilith" parecen escapársenos entre los dedos por más veces que veamos la película. Se nos dan indicios y sugerencias que podrían justificar en parte sus motivaciones, pero nunca llegamos a comprenderlos del todo. Y mucho menos se nos permite la identificación con ninguno de ellos.
Rossen parece ponerse del lado de Lilith, pero también nos muestra algunos puntos oscuros que nos distancian de ella. Para nada es una "devoradora de hombres", como han deducido algunos, influidos tal vez por los títulos de crédito iniciales (una mariposa atrapada en una telaraña) o los repetidos planos del protagonista visto a través de la verja de su ventana.
Otros han querido ver en este personaje un símbolo de la liberación sexual femenina en los años 60, la cual es considerada como "locura" y, por tanto, reprimida por el sistema. Efectivamente, Lilith es una mujer libre e insumisa (lo opuesto de la ex-novia del protagonista), pero la satisfacción de sus deseos la sitúan más allá de cualquier tipo de moral. Hay una perturbadora escena de seducción infantil y apuntes de lesbianismo, pero el hecho de que lo veamos a través de la mirada (progresivamente enajenada) del protagonista nos plantea dudas de su existencia real. Se sugiere el incesto con su hermano y que ella tuvo que ver con su muerte ("destruyo lo que amo"), pero todo queda en el terreno de la ambigüedad... El mundo de fantasía que se ha creado está dominado por la belleza, si bien no está exento de crueldad.
Más malparado sale el protagonista masculino, aunque también aquí nos movemos en el terreno de la incertidumbre y la ambigüedad. Parece que la guerra le ha dejado secuelas y arrastra un sentimiento de culpa con respecto a su madre, al no haber podido ayudarla en su enfermedad mental, lo cual puede ser el motivo de que busque trabajo en el psiquiátrico. Se sugiere un amor edípico no asumido, el cual proyecta sobre Lilith (Rossen muestra esto de forma tal vez demasiado evidente cuando casi al final aparecen juntas las fotos de las dos mujeres y vemos su parecido). Pese a sus buenas intenciones iniciales, su moral pronto quedará en entredicho al acostarse con su paciente y la pasión y los celos le conducirán progresivamente a un abismo sin retorno. Lilith no es la culpable de ello, sólo es el detonante que permite aflorar lo que él ya llevaba en su interior. La supuesta lucidez final (cuando ya es demasiado tarde) y su petición de ayuda es el único punto de esperanza que se permite al personaje (algo que no sucede con los demás).
Pero todo este intento de explicar lo que sólo está sugerido o apuntado, aparte de reductor resulta inútil, pues, como ya he dicho, todo cambia con cada nueva visión.
Rossen nos ofrece momentos de un lirismo exacerbado, impensables en el autor de películas (por otra parte, interesantes) como "El político" o "Llegaron a Cordura": la ex-novia reflejada en el cristal de un escaparate y difuminada por la lluvia; Lilith tejiendo una manta con su propio pelo para regalársela a su amado; ella misma besando su imagen en el agua ("destruyo cuanto amo");...
La fotografía, aparte de bella, añade significado a todas las escenas, incluso a las aparentemente menos importantes (las sombras de los barrotes de la escalera de la casa del protagonista sugieren los traumas que no ha superado: no es más que otra prisión).
No todo es perfecto en la película (hay algún subrayado innecesario; no me acaba de convencer la actuación de Beatty,..), pero son detalles sin importancia ante la magnitud del conjunto.
Jean Seberg está magnífica como Lilith (era su interpretación favorita). Aporta multitud de matices a su personaje e incrementa aún más si cabe su ambigüedad.
Un apunte final sobre el doblaje. La belleza de muchos diálogos no sólo desaparece en su traducción, sino que su significado está en ocasiones claramente tergiversado (me ha llamado la atención, por ejemplo, la casi desaparición de las alusiones a Dios que hay en el original). No acabo de entenderlo, pues parece un doblaje moderno. En todo caso, recominedo la VOS.
En suma, una película inaprensible, ambigua, que cambia con cada nueva visión. No es apta para cualquier tipo de espectador, pues exige mantener la mente abierta y no intentar comprender todo lo que vemos. ¿Pero acaso son totalmente comprensibles los caminos por los que se mueven las pasiones humanas?
Rossen murió a los 57 años, cuando su filmografía había emprendido un nuevo rumbo que tal vez lo hubiera llevado a lo más alto. Como dijo Bertrand Tavernier refiriéndose a él, "pocas muertes en la historia del cine han sido tan inoportunas como la suya".
Muchas gracias, Merxe, por esta maravilla.
Te deseo a ti y a los compañeros de Cine-Clásico un feliz 2012. Que las cosas no nos vayan tan mal como las pintan y que siempre nos quede esta página como refugio.
Un fuerte abrazo para todos.