La Osa Mayor y las estrellas (John Ford, 1936) TVRip VE

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sargentoyork
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Mensaje por sargentoyork » Jue 07 Ago, 2008 07:34

Completa y compartiendo

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geminis
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Mensaje por geminis » Jue 07 Ago, 2008 12:42

Uno que se apunta. Más vale tarde que nunca...
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MOMARBA
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Mensaje por MOMARBA » Sab 09 Ago, 2008 10:01

Gracias, Kolombo. Magnífico cartel.

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eulsus
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Re: La Osa Mayor y las estrellas (John Ford, 1936) TVRip VE

Mensaje por eulsus » Jue 17 Dic, 2020 11:05

Enric Ros en el libro «El Universo de John Ford»

LA OSA MAYOR Y LAS ESTRELLAS

Pese a que en muchas ocasiones su estilo cinematográfico y su discurso aparecen en la pantalla de un modo cristalino, casi prístino, existe también un estimulante John Ford en claroscuro. Es el de los dramas introspectivos más ásperos, de atmósfera expresionista, como El delator, La Osa Mayor y las estrellas, Prisionero del odio o incluso Las uvas de la ira. Los claroscuros son, por supuesto, estéticos, cortesía de directores de fotografía como Joseph H. August, responsable de la sugerente combinación de iluminación académica y expresionista de El delator y La Osa Mayor y las estrellas; Bert Glennon, autor de la imagen de Prisionero del odio; o el maestro Gregg Toland, encargado de la belleza visual de Las uvas de la ira. Pero también existe en la obra de Ford, sobre todo en la segunda mitad de los años treinta, una sugestiva zona de sombras morales.

Los protagonistas de las dos primeras películas que acabamos de citar, y que Ford rueda durante la misma época para RKO, son personajes que viven tiempos tumultuosos y que cometen actos que hoy probablemente resultarían reprobables para muchos espectadores. Ambos títulos acontecen en la Irlanda de los años diez y veinte, en ambientes próximos al Ejército Republicano Irlandés (más conocido simplemente como "IRA antiguo"); una organización paramilitar que en su época contaba con un evidente apoyo popular, sobre todo a raíz de las ejecuciones de dieciséis de sus altos cargos por parte del gobierno británico. Ford tampoco disimula en ningún momento su simpatía con la causa de la denominada "revolución irlandesa". El director, que se consideraba mitad norteamericano, mitad irlandés, se acerca, a lo largo de su obra, al país de sus orígenes familiares con una voluntad casi mitológica, partiendo de textos de escritores nacionalistas como Lyam Flaherty o Sean O'Casey; este último, autor de la obra de teatro original de "La Osa Mayor y las estrellas”. El Innisfree del poema "La isla del lago de Innisfree", de William Butler Yeats, o del filme El hombre tranquilo (The Quiet Man, 1952) evoca el aspecto más lírico y solar de la ”tierra prometida"; los ambientes de lucha clandestina de El delator y La Osa Mayor y las estrellas, la vertiente más brumosa y romántica (con todos los matices inquietantes de este último epíteto). En El delator, Victor McLaglen interpreta a Gypo Nolan, un buscavidas expulsado del IRA que se plantea denunciar a sus compañeros. Al inicio de La Osa Mayor y las estrellas, vemos a Preston Foster absolutamente implicado con la causa, aunque ello provoque el sufrimiento de su mujer. Ambos son —por qué no decirlo— la cara y la cruz de unos argumentos más bien maniqueos, que buscan la exaltación emocional del espectador a toda costa; aunque resulta evidente que cumplen sus objetivos con una admirable habilidad, gracias a una puesta en escena virtuosa. Más allá del contexto histórico y de las filias políticas de su director, estas películas funcionan como dramas catárticos de carácter "universal", que confirman las dotes de Ford como narrador clásico.

El estreno en 1926, en el Abbey Theatre de Dublín, de la obra The Plough and the Stars, de O´Casey, provocó reacciones airadas de los espectadores, que incluso terminaron en motín, a causa de sus polémicos contenidos, sobre todo en lo relativo a la representación de la religión y la sexualidad. Todo ello sería narrado con posterioridad por el propio Ford, en compañía de Jack Cardiff, en el tardío filme El soñador rebelde (Young Cassidy, 1965), adaptación de una obra de inspiración autobiográfica del dramaturgo irlandés. La primera intención de Ford para La Osa Mayor y las estrellas era contar con los intérpretes originales de la obra, pero el estudio le impuso a presencia de Barbara Stanwyck, que también contaba con antepasados irlandeses, y que, como era de esperar, cumplió con profesionalidad, pese a cargar con el incómodo papel de "mujer en la ventana” que solloza mientras su marido lucha por la libertad. Ford consiguió conservar parte del elenco original, como Barry Fitzgerald (que debutó en el cine con esta película), Arthur Shields o F. J. McCormick. Para el papel protagonista, el director quería a Spencer Tracy. Ambos mantenían una buena amistad desde su colaboración en Río arriba, pero cuando el actor rechazó el papel, Ford se enfureció tanto que juró no volver a trabajar nunca más con él. Casi veinte años después, Katharine Hepburn medió para hacer posible el reencuentro en El último hurra. El encargado de sustituir a Tracy en La Osa Mayor y las estrellas fue Preston Foster, que ya había aparecido en El delator, y que cumplió con su cometido con eficiencia (aunque resulta inevitable plantearse cómo habría sido esta película de haber contado con un talento como el del actor de La costilla de Adán).

Los principales encontronazos de Ford fueron en esta ocasión con el jefe de producción Sam Briskin, que no comprendía por qué los irlandeses luchaban por la independencia en plena Primera Guerra Mundial. Ford le explicó que los miembros del IRA querían lo mismo que George Washington durante la Guerra de Independencia: libertad. Pero Briskin también puso otros reparos al guion. En su opinión, el hecho de que los protagonistas ya estuvieran casados al inicio restaba interés romántico, así que mandó rodar nuevas escenas amorosas entre los protagonistas que mostraran la fase de noviazgo. Ford agarró una cogorza colosal y se negó a presentarse al estudio. Finalmente, Hepburn consiguió hacerle entrar en razón con una explosiva mezcla de whisky y aceite de ricino, que antes casi acaba con él. Como Ford seguía negándose a aceptar los cambios, el estudio rodó material adicional que incorporó en un montaje un tanto deslavazado. El director sintió que habían masacrado su obra y trató de retirar su nombre de la pantalla, pero sus esfuerzos resultaron en vano. Pese a todo, el filme se disfruta todavía hoy por la esmerada recreación de los hechos del Alzamiento de Pascua de 1916, en un tono que oscila entre el drama lacrimógeno de las escenas más íntimas, la épica patriótica, el relato costumbrista y los momentos más crudos de pura acción. Es una mezcla heterogénea, cuyo resultado final dista de la calidad de su predecesora, El delator, pese a que contiene diversas escenas brillantes, excelentemente ambientadas y fotografiadas con aires de melonoir por August, que sin duda firmó con esta película uno de sus mejores trabajos.
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Antonio García-Trevijano Forte (1927-2018)
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