Incidente en Ox-Bow (William A. Wellman, 1943) DVDRip Dual SE

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kanyo
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Incidente en Ox-Bow (William A. Wellman, 1943) DVDRip Dual SE

Mensaje por kanyo » Dom 24 Oct, 2010 15:11

Incidente en Ox-Bow

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Título original: The Ox-Bow Incident
Año: 1943
Producida por: Twentieth Century-Fox Film Corporation
Género: Western. Drama

CAPTURAS

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Premios:
1943: Nominada al Oscar: Mejor película

Sinopsis: El asesinato de un ranchero rompe la aparente tranquilidad de un pueblo del oeste americano. Ausente el sheriff, los hombres del pueblo deciden formar una partida para encontrar a los culpables...

Reparto: Henry Fonda, Dana Andrews, Mary Beth Hughes, Anthony Quinn, William Eythe, Henry Morgan, Jane Darwell, Frank Conroy

Director: William A. Wellman
Guión: Lamar Trotti (Novela: Walter Van Tilburg Clark)
Música: Cyril Mockridge (AKA Cyril J. Mockridge)
Fotografía: Arthur Miller (B&W)

Detalles del ripeo
Tipo: DVDrip.
Formato: Avi
Tamaño: 896 MB
Duración: 72 minutos.

Detalles del video
Codec: Xvid
Bitrate: 1533 Kbits/seg.
Dimensiones: 576 X 432 Pix.
Fps: 25.00

Detalles del audio
Idioma: Español
Codec: AC3
Bitrate: 192 Kbits/seg.
Canales: 2

Idioma: Inglés
Codec: AC3
Bitrate: 192 Kbits/seg.
Canales: 2

Imagen
Enlace:
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PEPEBELLUM
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Re: Incidente en Ox-Bow (William A. Wellman, 1943) DVDRip Dual SE

Mensaje por PEPEBELLUM » Lun 25 Oct, 2010 10:53

Pinchada, gracias Kanyo.

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Mercedes
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Incidente en Ox Bow (William A. Wellman, 1943)DVDRip Dual SE

Mensaje por Mercedes » Jue 28 Oct, 2010 20:58

Incidente en Ox Bow
The Ox-Bow Incident


imdb

Imagen

Pais: EU
Año: 1943
Género: Western. Drama
Duración: 72 min.
Dirección: William A. Wellman
Guion: Lamar Trotti (Novela: Walter Van Tilburg Clark)
Música: Cyril Mockridge (AKA Cyril J. Mockridge)

Reparto:
Henry Fonda, Dana Andrews, Mary Beth Hughes, Anthony Quinn, William Eythe, Henry Morgan, Jane Darwell.

Descripción:
El asesinato de un ranchero rompe la aparente tranquilidad de un pueblo del oeste americano. Ausente el sheriff, los hombres del pueblo deciden formar una partida para encontrar a los culpables...

Críticas:
Spoiler: mostrar
1943: Nominada al Oscar: Mejor película.
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Condena del linchamiento
Pequeña joya de cine, realizada por William A. Wellman (1896-75). El guión, de Lamar Trotti (“El joven Lincoln”, Ford, 1939), adapta el relato “The Ox-Bow Incident” (1940), de Walter Van Tilburg Clark. El film se rueda en escenarios exteriores de Alabama Hills (CA) y en los platós de Fox Studios (Century City, L.A., CA), con un presupuesto relativamente modesto de 560.000 USD. Es nominado a un Oscar (película). Producido por Lamar Trotti para la Fox, se estrena el 21-V-1943 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en la pequeña localidad fronteriza de Bridger’s Wells (Nevada) y en el cercano valle de Ox-Bow, durante una jornada de unas 8 horas, entre las 3 de la tarde y las 24 h. de un día del invierno de 1885. Art Croft (Morgan) y Gil Carter (Fonda) son dos vaqueros amigos que trabajan como temporeros en la región. Carter acompañado de Art acude al Conby’s Saloon del lugar con el propósito de pasar un rato con su amiga y amante Rose Mapen (Hughes), chica de alterne y prostituta del establecimiento. Darby (Filian), propietario del salón, les dice que la bella Rose se ha marchado a San Francisco para no volver, por lo que se deberán conformar con la contemplación del cuadro “Mujer con un loro”, que preside el establecimiento y que es una ingenua evocación de la imagen de la chica. Poco después llega la noticia del asesinato del vaquero Larry Kinkait. Art es inteligente, tranquilo y equilibrado. Carter es sensato, simple, susceptible y agresivo. Tiene buen oído y buena voz. Como cantante dispone de un repertorio de tres canciones.

El film suma crimen, drama, cine negro y western. Tras la incorporación (diciembre 1941) de los EEUU a la IIGM, cae en las manos de William A. Wellman el relato de Clark, que lee apasionadamente. A cambio de un contrato que le liga como realizador a la Fox en condiciones desventajosas para él, Wellman consigue que Darryl F. Zanuck acceda a rodar el film, que tiene un éxito limitado, como tenían previsto.

La película desarrolla una historia que contradice normas canónicas del western: la mujer hermosa abandona al vaquero para irse con otro y deja el Oeste el Oeste para vivir en una gran ciudad (San Francisco); los escenarios ocupan espacios reducidos y se prescinde de los grandes paisajes; no hay historia de amor; los buenos llegan tarde y sin información; una mujer, Jenny Grier (Darwell), alienta la violencia del grupo; etc.

La historia es realista, cortante y desgarradora. La atmósfera es sombría y claustrofóbica. El guión es sobrio, conciso y estilizado. La acción es intensa y el ritmo narrativo es vivaz. El desarrollo de los acontecimientos es denso y oscuro. La iluminación es sombría, casi espectral. Los árboles muestran formas retorcidas y tortuosas. El terreno es árido y áspero. La obra muestra influencias del teatro clásico (unidad de tiempo, lugar y acción) y de la tragedia europea de inspiración clásica (Shakespeare).

La precipitación, las urgencias innecesarias, la ira, la sed de venganza, los sentimientos de debilidad e impotencia, la ausencia de un liderazgo lúcido, fuerte y equilibrado, los temores y los miedos individuales y colectivos y otros factores similares, se erigen en móviles de una acción conjunta que no obtiene ni el refrendo de la legalidad (por ausencia del sheriff) ni la sanción del juez.

La visualidad apoya y subraya los rasgos de ilegalidad, ilegitimidad y sinrazón de la acción. Sombras trágicas parecen moverse y seguir a la partida de justicieros. Los primeros planos de los rostros crispados y convulsos delatan la obcecación y furia de los expedicionarios. La jefatura del grupo a cargo de un antiguo mayor confederado, que viste el uniforme que usó en una guerra que finalizó hace 20 años, habla de desconexiones con la realidad, estupidez y locura. La debilidad con la que se exponen los argumentos en contra de la iniciativa descabellada revela pusilanimidad, falta de convicción y cobardía. La cena con risotadas y manifestaciones hueras de falsa alegría evidencian el cinismo y el despropósito que imperan en la parte mayoritaria del grupo. Los oídos sordos a los argumentos sensatos y prudentes de los disidentes ponen de manifiesto la ceguera y la ausencia de ecuanimidad con la que algunos quieren impartir justicia.

El film aporta diversos elementos a partir de los que se pueden deducir explicaciones particulares de los motivos profundos que impulsan a algunos a comportarse desatinadamente. El antiguo mayor descubrió sus tendencias sádicas durante la Guerra de Secesión y no ha podido superarlas. La anciana Ma arrastra profundas insatisfacciones personales y frustraciones psicológicas perturbadoras. Los vaqueros Art y Gil son conscientes de lo que ocurre, pero callan mucho a cambio de falsos sentimientos de aceptación e integración en el grupo.

El reparto incorpora un largo elenco de figuras destacadas, que entregan interpretaciones solventes y convincentes.

El film propone una seria reflexión sobre el imperio de la ley y los peligros de sustraer a los Tribunales la administración de la justicia. Formula un alegato contundente contra el linchamiento. Condena la crueldad, la intolerancia y el salvajismo humanos. Condena de pena de muerte. Denuncia la improcedencia de la sed ciega de justicia a toda costa. Justifica que la administración de la justicia se base en el juicio sereno y plural de personas rigurosas, independientes, imparciales y ecuánimes.

La música, de Cyril J. Mockridge (“La novia era él”, Hawks, 1949), contribuye eficazmente a la creación del clima descabellado y deprimente de la acción. Añade las tres canciones del repertorio de Gil Carter. La fotografía, de Arthur C. Miller (“Qué verde era mi valle”, Ford, 1941), en B/N, explora a través de las imágenes los estados de ánimo despiadados, crueles e inhumanos, que animan el comportamiento de los protagonistas.

Film de culto e imprescindible.
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Siete contra todos
Lo primero que llama la atención en esta cinta es cómo están rodados los caballos. Potencia, control, velocidad. La cámara en su sitio. Dan ganas de vender el coche y de comprarse un purasangre.

Lo segundo, la escena de la diligencia. Ella y él no cruzan una sola palabra y, sin embargo, todo queda meridianamente dicho. El juego de miradas habla por los codos. Una pequeña historia dentro de la historia. Un apunte emocional que dura lo que dura el paso de la diligencia.

A esas alturas, estás pegado a la pantalla. Intuyes, presientes, paladeas a priori el desenlace.

La escena clave cumple todas las expectativas. El mayor Tetley insta a los que estén en desacuerdo con el ahorcamiento a situarse al otro lado. Primera perversión de la justicia: el fiscal no debe demostrar la culpabilidad. Es el inculpado quien ha de probar que es inocente. William Wellman nos lo cuenta sin decirlo, haciendo que sean los que están a favor de posponer el linchamiento quienes tengan que moverse. El punto de partida es la condena.

Entra la música, un silbido lírico y sencillo que acompaña el movimiento de los siete disconformes. La melodía cala hasta los huesos. Desemboca en un acorde abrupto que da entrada a un plano que recorre el gesto airado del verdugo colectivo.

La ejecución es un fuera de cuadro y una sombra triple.

Segunda perversión de la justicia: la decisión mayoritaria es siempre respetable. Wellman cuida el pulso narrativo. Su mirada es irónica. No nos presenta una jauría sanguinaria. Nos muestra un simulacro de interrogatorio, una parodia justiciera, como si el asesinato en grupo pudiera ser un acto razonable.

Irrumpe la verdad: son culpables todos menos siete.
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William Wellman nos regala un travelín para el recuerdo: ya en el bar, la cámara recorre –nuevamente– los rostros del verdugo colectivo. Caras desoladas, abiertas al abismo de lo irreparable. Por primera vez en toda la película sentimos empatía con el pelotón de linchamiento. Después de semejante plano la lectura de la carta es redundante. El cine no es literatura. Ningún texto puede ser más elocuente (dentro de la propia película) que la fila de gestos en la barra.

La ira lleva al acto infame. El acto infame lleva hasta el remordimiento. El peso de la culpa es infinito y no prescribe. Que Dios se apiade de vosotros –dice el sheriff–. Yo no tendré piedad.

Más allá de las cualidades morales de los individuos, más allá de la escisión maniquea entre buenos y malos, más allá de los principios personales, son los actos los que revisten una carga de bondad o de maldad. Y el acto violento y colectivo es sumamente peligroso. Tiende a ahogar en su caudal a la justicia.
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Incidente en Ox-Mystic River-Bow
Estoy completamente seguro de que ni James Cameron ni Peter Jackson ni Steven Spielberg han visto Incidente en Ox-Bow. Si la hubiesen visto, se habrían dado cuenta de que no se necesitan más de dos horas de metraje para contar una historia de las buenas, con una hora y doce minutos es suficiente, sin contar con que el único efecto especial que aparece es un movimiento de cámara con dos disparos fuera de campo.

Lo que en realidad quiero comentar es que la vean, pasarán una hora de Cine muy agradable. Posee una fuerza, un empuje y una narrativa muy alejada de los cuentos para lelos que se gastan Cameron y cía. Una historia fría, directa que no se pierde ni en tramas paralelas o Toros sentados. Una técnica con la cámara de quitarse el sombrero: encuadres, primeros planos, travellings... portentosos!! Los diálogos son sentencias, bravuconadas, arrebatos y mofas, más que habladas escupidas hacia el interlocutor, con una fuerza y una pasión que consiguen engancharte desde el principio a uno de los mejores westerns de la historia.
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Infamia
Con pelis como “Incidente en Ox-Bow” suele asaltarme un sentimiento contradictorio. Por un lado pienso que resulta inconcebible que una peli así no haya tenido mayor repercusión pública y que, por lo tanto, sería del todo necesario emprender una especie de campaña para darla a conocer en su justa medida. Ya sabéis: organizar cine-forums, proyectarla en las escuelas, declararla patrimonio histórico-artístico de la Humanidad, etc. etc. Pero por otro lado -desde una perspectiva puramente egoísta- debo reconocer que me satisface que “Incidente en Ox-Bow” no sea una peli demasiado conocida. Me satisface porque constituye un placer indescriptible descubrir joyas así cuando crees que tu bagaje cinéfilo está lo suficientemente bregado como para dejarse sorprender con facilidad. Pero no, afortunadamente la sensibilidad de un buen cinéfilo nunca se endurece más de la cuenta y, de vez en cuando, pelis como la de Wellman se encargan de constatárnoslo. Así pues, permitidme que apague el megáfono y que recomiende este peliculón a quién no lo haya visto (y lo merezca) a mi manera. Por lo bajini, a boca-oreja, como se hace con todo film de culto que se precie.

Mi más sincero aplauso y reconocimiento, pues, a un atípico western cuya principal virtud reside en que, sin apartarse demasiado de los consabidos cánones del género, nos ofrece un plus de contenido sobrecogedor: la condena del linchamiento. Un infame tema que quizás no admita discusión desde la perspectiva actual pero que en un tiempo y en un lugar donde la ley del revólver era una especie de real decreto y en el que el buen funcionamiento de la justicia era poco menos que una utopía, constituía una práctica –si no políticamente correcta- sí relativamente tolerada. Wellman nos describe la sucesión de los acontecimientos a partir de las súbitas reacciones de una turba de pintorescos personajes entre los que destaca, como no, la enérgica personalidad de Gil Carter (Henry Fonda). Sorprende gratamente, sin embargo, que Wellmann sea capaz de componer y desplegar en apenas 72 minutos el heterodoxo criterio de los siete u ocho personajes principales que, además de Carter, forman parte de esa numerosa patrulla que acorrala a los tres supuestos ladrones y asesinos en 0x-Bow. Sorprende porque no es habitual, hoy en día, disfrutar de un ejercicio narrativo tan conciso e intenso a la vez.

Pero si el trasfondo ético o moral es importante en “Incidente en Ox-Bow”, también lo es –y no menos- su aspecto formal. Y aunque no estamos ante el típico western fordiano, rodado en grandes espacios abiertos, Wellman demuestra saber rentabilizar al máximo las posibilidades del lugar donde se desarrolla la acción (el valle de Ox-Bow, de madrugada) para darle mayor énfasis dramático a su peli mediante imágenes sombrías y expresionistas. Dos planos fueron, en concreto, los que me impactaron más profundamente: el que muestra las sombras de los tres ahorcados en un fuera de campo modélico y, como no, el magnífico plano de Carter, con los ojos ocultos por el ala del sombrero de su compañero, leyendo la sentida carta de despedida de Donald Martin (Dana Andrews). Dos planos para el recuerdo que forman parte ya, desde ahora mismo, de mi particular galería iconográfica del séptimo arte.
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El ala de un sombrero
Herry Fonda, uno de los mejores actores de todos los tiempos, tiene unos de los ojos más expresivos del firmamento. Son dos pedazos de ojos grandes y azules. Los primeros planos de Fonda son como una enciclopedia, y son muchos, los directores que han dejado en manos de esos ojos la emoción e información de una escena.

Alrededor de la barra los ciudadanos beben güisqui en silencio. Planos y contra planos se intercambian y aunque no existe diálogo no nos sobra información. Aquí empieza una partida de ajedrez:

Primer movimiento: Gil Carter (Henry Fonda) le pide a su compañero Art Croft (Henry Morgan) que lea una carta. La cámara enfoca a la derecha y varios ojos clavan su mirada en la madera de la barra.

Segundo movimiento: Croft le espeta que no sabe leer a lo que Carter le contesta que se la leerá él. La cámara se va a la izquierda y la inquietud aumenta en el graderío.

Tercer movimiento: Henry Fonda se da la vuelta. Apoya un brazo en la barra y saca la carta del bolsillo. A mí la carta me importa un pimiento porque es entonces cuando veo una de esas cosas maravillosa que hace que me enamorara en su momento del cine.

Game over: William A. Wellman usa el zoom, lento pero sin pausa, Henry Morgan queda desenfocado, pero el ala ancha de su sombrero tapa los expresivos ojos de Fonda. Durante todo el rato que Fonda está leyendo esa carta sus ojos siguen tapados (dándonos a entender que la justicia es ciega) y aún así, no existe duda de todo lo que siente el personaje.

Incidente en Ox-Bow no es sólo sutil y elegante por ese momento. Es sutil porque durante toda la película Wellman utiliza los recursos necesarios para no remarcar lo ya evidente (1,2,3,4) y es elegante porque a pesar de la dureza y desencanto del tema que trata el director llena la película de una eficiente intensidad. Como se suele decir, estudio sociológico del comportamiento humano y un claro ejemplo de que las películas, muchas veces, pueden servir para algo más que para entretener.
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"Siete eran los hombres justos..."
Parece un truco de magia: empiezas con la boca abierta y los ojos cerrados y terminas con la boca cerrada y los ojos muy, muy abiertos. El truco lo hace un tal William Wellman que se saca todo un conejo bíblico de un viejo sombrero de western, sirviéndose de un guión espectacular y unos actores que parecen haber nacido para estar ahí, en en ese lugar, en ese momento, en el apocalíptico cruce de caminos que atraviesa de corazón a corazón la inmensa extensión de este valle de lágrimas.

"Incidente en Ox Bow" es, más que un filme, una necesaria puesta a punto de nuestro concepto de lo humano, un puñetazo de ética limpia y elemental en las narices de la conciencia. Construida de la misma manera que una parábola bíblica -puro tejido simbólico bajo la apariencia de una historia real-, sustenta su capacidad de impacto en tres recursos principales: una iluminación cuasi divina, un fuera de campo de los que hacen historia y la más concentrada expresión de la duda moral en el músculo tenso de la mejilla de Henry Fonda (ese que dice Servadac).

Como la mayoría de grandes películas, deja muchas preguntas en el aire, pero sobre todo, nos hace cuestionarnos qué es peor, si un asesino o un cobarde. El exceso o el defecto. Y mientras tanto, un cine tan bueno que no parece de este mundo.
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Alegato antifascista
Es importante para poder valorar adecuadamente "Incidente en Ox-Bow", tener en cuenta el momento de su producción. En efecto en 1943, Estados Unidos estaba ya dos años en guerra, Europa, el norte de África y el extremo oriente estaban sometidas en una lucha entre las democracias occidentales y la U.R.S.S. por un lado, y el eje por otro. Durante los últimos años de la década anterior a la política militarista de alemanes, italianos y nipones, las democracias habían reaccionado con cobardía mirando para otro lado mientras aquellas ensayaban sus potentes máquinas de guerra exterminando de paso a algunas de las jóvenes democracias de Europa (Checolovaquia, España...) o incluso firmando infames pactos para tratar de evitar un enfrentamiento y de paso sacar tajada (Pacto germano soviético).

La película está rodada dentro de los cánones que la economía de guerra estaba imponiendo en los grandes estudios de Hollywood, pese a lo cual posee un encanto propio de las películas de serie B y además nos hallamos ante un sorprendente gran reparto (Fonda, Andrews, Quinn en un pequeño papel, etc...).

El recurrido argumento de las películas del oeste de enfrentar el nuevo y el viejo orden, toma en este film un aspecto actual crucial; una partida se lanza tras la persecución de los asesinos de un ganadero, no nace en ellos la intención de impartir justicia sino la de llevar a cabo un linchamiento, una venganza, un acto criminal movido por instintos violentos. Para ello, pondrán en marcha un mecanismo que les legitime, pese a su evidente ilegitimidad, nombrados ayudantes de un "scheriff" ausente por el propio ayudante, configuran un auténtico golpe de estado, al que contribuyen con desacato ante el juez, impotente ante la fuerza bruta, y el autonombramiento de jefe de partida de un antiguo militar sudista (rebelde por lo tanto) que no duda en enfundarse su inmaculado traje para ponerse al frente de tan temible grupo.

"Incidente en Ox-Bow" se convierte así en un alegato antifascista, una llamada a la conciencia humana como fundamento de la ley que el ser humano debe de imponer. Con ello, Wellman repudia de manera solemne aquella ley llamada a convertirse en argumento del violento, del enfermo, del paranoico, pues está no puede nacer de la conciencia reflexiva del individuo y, además, será capaz de arrastrar a la sociedad total o mayoritariamente, hacia el crimen, la guerra o el racismo.
Pese a su tono evidentemente menor, "Incidente" es una película siempre secomendable en cualquier tiempo.
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Una Historia de Violencia.
Es el cine utilizado en muchas ocasiones para transmitir mensajes e "Incident" es uno de esos ejemplos. En apenas setenta y dos minutos, Wellman nos hace una crónica sobre la irracionalidad y sobre el peligro de las conciencias vacías. Unos hechos no esclarecidos despiertan la ira en un pequeño pueblo de Nevada, comenzando así una espiral de acontecimientos que sobrecogen y te llevan a reflexionar sobre el comportamiento de la sociedad. De la de antes y de la de ahora porque ni que decir tiene que lo que nos cuenta el film sigue vigente hoy en día.

La película en sí es perfecta. Un ritmo altísimo no deja al espectador ni un momento de respiro. La estupenda fotografía de Arthur C. Miller nos regala planos inolvidables y simbólicos y que, junto a la buena mano de Wellman, dan lugar al ambiente sombrío y trágico que envuelve toda la película. Estupendas interpretaciones con un gran reparto. Reparto encabezado por un Henry Fonda magnético a más no poder y mostrando una mirada perdida que es reflejo perfecto del abismo al que se dirigen los protagonistas. Y luego está Dana Andrews. Este magnífico actor que con su aparición hace que abras los ojos y despiertes todos tus sentidos, por si acaso todavía no estabas convencido.

Con enorme violencia en su desarrollo, "Ox-Bow Incident" tiene sin embargo la misión de alertarnos sobre el derecho primordial que tenemos todos a un juicio justo y al peligro que corremos si intentamos aplicar por nuestra cuenta la ley del ojo por ojo. Porque eso lleva a más violencia y a cometer fallos irreparables. Es sin duda un mensaje para épocas pasadas pero que es contemporáneo a los tiempos que vivimos. Totalmente recomendable. Excelente contenido y excelente continente.

La carta final es una lección moral tremenda e inolvidable. Una carta del asesinado leida a los asesinos. Sus caras apoyados en la barra del Darby´s reflejan el castigo al que, desde ese momento y hasta que mueran, les someterá sus conciencias. A todos. Menos a siete.
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Duro mensaje para las conciencias dormidas.
Muy poco, poquísimo, se ha escrito de William Wellman, excelente director de inmejorables películas: “Aventuras de Búfalo Bill”, “También somos seres humanos”, “El telón de acero”, “Más allá de Missouri”, y otras muchas más que completan un trabajo muy completo y poco reconocido de William Wellman, uno de los clásicos menos ponderados de entre los de su generación. Tuvo que ser “The Ox-Bow Incident”, la película que a pesar de su corto metraje, lanzara un duro mensaje perturbador hacia las conciencias de los americanos, acostumbrados por entonces en el cine de acción y evasión, pero sin ninguna profundización sobre la relatividad de la justicia humana (y mucho más, si ésta justicia la defienden una partida de exaltados que creen tener la razón en sus manos). Si nos paramos en la lectura del libro “El universo del western” de Astre y Hoarau, ellos mismos nos definen la película de Wellman como una obra maestra, la cual no hubiera llegado a las pantallas sin el fuerte convencimiento de Henry Fonda, de participar en la en la misma y convencer al productor Zanuck, de que debía producirla.

La planificación, admirablemente reposada, y los principales actores Henry Fonda, Harry Morgan, Dana Andrews, Anthony Quinn, Fran Conroy, Jane Darwell, y Harry Davenport, todos ellos perfectos en su trabajo, están al servicio de un discurso sin falsas apologías, seco y cortante como pocos. El paisaje, tratado por Wellman en líneas generales como detonante perfecto de acciones y sentimientos, árboles de ramaje retorcido dispuestos servicialmente para mejor proceder al injusto linchamiento de unos hombres inocentes, que se verán sin ninguna esperanza de salvación, a pesar de los denostados esfuerzos para demostrar que no son culpables. Wellman, con su cámara casi invisible, nos acerca a una galería de personajes de la más diversa índole, realizando un excelente estudio del ser humano en prácticamente todas sus facetas. Todos los personajes tienen los ángulos de cámara, las sombras y los contornos que se merecen. Dana Andrews, que da vida a uno de los inculpados por el furioso populacho, ofrece uno de los momentos más inolvidables de la película; aquél en el que le dejan escribir una carta para su mujer. Dicha carta estará presente en el último tercio de film como elemento secundario, hasta que Fonda la lee en presencia de todos los que han cometido la barbarie. En ese instante, la planificación de Wellman alcanza momentos sublimes, enfocando los rostros, y con ellos los pensamientos de todos los presentes. Nunca un plano fue tan sutil y expresivo. Los 75 minutos de filmación bastan para golpearnos brutalmente la conciencia, y ver cuan equivocado puede ser el sentido de la justicia humana.

Clint Eastwood, admirador pretérito de Wellman, la tiene siempre presente y ha sabido asimilar su influencia, adaptando su estilo en muchas de sus películas, y así rendirle el tributo como sólo las obras maestras se merecen.
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72 minutos de verdadero cine
Después de ver "The Ox-Bow Incident" puedo afirmar que es una obra de arte. Es la primera vez, que me encuentro ante unos escasos 72 minutos con tan alta concentración de lo que me hace amar el cine. No es sólo un western, es mucho más. Me ha hecho sufrir, retorcerme de rabia y desear que alguien cambiara el curso de lo acontecimientos. Menos mal que no puedo cambiarlo porque estropearía la esencia. El mensaje que tan cruelmente nos muestra sólo podía ser envíado de la forma en la que se ha hecho. Mostrarnos nuestras inmundicias para valorar lo que tenemos.

Mucho más allá que un simple alegato en contra de la pena de muerte o el simple ojo por ojo, "The Ox-Bow Incident" te hará volver a plantearte la justicia, la humanidad y la suerte que tenemos algunos de vivir en donde vivimos. Para los que no le apetezca filosofar, encontrarán un western trepidante donde ni uno de los 72 minutos tendrás descanso.
Datos técnicos:
Tamaño: 1,07 Gb
Duracion: 01:12:22
Vídeo codec: Xvid (doble pasada)
Resolución: 640 x 480
Bitrate: 1848 Kbps. Qf: 0.241
Audio codec: 0x0055(MP3, ISO) MPEG-1 Layer 3
Bitrate Castellano/Inglés: 48000Hz 128 kb/s total (2 chnls)
Subtítulos : [Castellano]


Capturas:
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silentrunner
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Re: Incidente en Ox-Bow (William A. Wellman, 1943) DVDRip Dual SE

Mensaje por silentrunner » Lun 08 Nov, 2010 21:06

gracias